Dos engaños en una noche.

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En la disco, en una mesa cerca de la pista, estaba sentada junto a mi vecino que desde hace tiempo me había estado coqueteando. A mi derecha mi esposo y la izquierda de mi vecino su esposa. Yo quedé en medio de los dos hombres y no me explico por qué.

De pronto sentí la palma de la mano de mi vecino en mi rodilla. Me sentí aterrada. Entre el ruido de la disco y la plática escandalosa de todos, parecía que nadie se daba cuenta de nada. No pensé. Instintivamente abrí las piernas sin pensar en las consecuencias.

Mientras besaba melosamente a mi esposo, y mi vecino besaba a su esposa, sentí su mano recorriendo mi entrepierna y llegar hasta mi húmedo pubis. Me excité como nunca y sin pensar, empecé a besar a mi esposo con besos profundos y apasionados que él acepto un poco extrañado.

Cuando Sergio apartó mi tanguita y metió su dedo, yo empecé a acariciar a mi esposo sobre el pantalón. Sentí como su verga se empezó a poner dura. De reojo vi como Diana, la esposa de Sergio, también lo estaba acariciando igual que yo a mi esposo.

Terminó la música y todos recobramos brevemente la compostura cuando el mesero llegó a ofrecernos otra copa. Diana me pidió que la acompañara al baño para maquillarnos un poco. Mi esposo se quedó platicando con su gran amigo sin saber que el dedo de su mano estaba empapado de mis jugos.

“Ay amiga, se ve que tu esposo te tiene muy contenta”. Le dije a Diana al mismo tiempo que le guiñaba un ojo. Ella recibió muy bien el comentario. Aunque era muy asidua a la iglesia evangelista  de hecho no nos había costado mucho trabajo que aceptaran la invitación a bailar. Agregué: “Cuídalo mucho, ya ves que hay muchas lagartonas detrás de los casados”. Me metí al baño, me quité las bragas y las puse en mi bolso de mano.

Cuando llegamos, Sergio y mi esposo se adelantaron y no sacaron a bailar una canción muy lenta y romántica. ¡El asunto es que mi esposo tomó a Diana y Sergio a mí! Ella parecía muy confundida. Yo puse cara de sorpresa sin saber qué hacer. Pero nos vimos a los ojos y aceptamos el intercambio.

Ya en la pista empecé a sentir el tremendo garrote de Sergio. La tela de mi vestido me permitía sentir casi como si fuera su propia piel, la punta de su verga. Estaba rozando mi clítoris y yo me acomodé para sentirlo más pleno. Poco a poco nos alejamos de mi esposo y Diana y las luces se hicieron más tenues. De pronto sentí su mano en mis nalgas. Levanto mi vestido y yo estaba bailando prácticamente desnuda de la cintura para abajo. De pronto el levantó su cabeza para observar el panorama y sin previo aviso, me besó en la boca. Al principio lo quise rechazar, pero entre la sensación de su verga, y su mano en mis nalgas no me pude resistir. Era emoción pura. Yo nunca había engañado a mi esposo y lo estaba disfrutando.

Observé que varias parejas, más que bailar, se dedicaban al cachondeo intenso y vi varias manos en las nalgas de sus parejas. De pronto, ¡no lo  podía creer! Sergio bajó su bragueta y sacó un miembro enorme. Yo quedé estática y muerta de miedo. Quería gritar y correr. Pero Sergio muy hábil se bajó un poco y de pronto ya estaba penetrada por su inmenso miembro que palpitaba dentro de mí. La gente parecía ayudarnos ya que estábamos en medio de un montón de parejas y era imposible que nos descubrieran Diana y mi esposo.

Nunca había tenido un orgasmo tan intenso y tan rápido. Con sincronía perfecta, acabó la pieza, Sergio me sacó su verga todavía durísima,  guardó su animal, subió su bragueta y dejó bajar mi vestido. Cuando caminábamos hacia la mesa, sentí como escurría su semen entre mis piernas. Me sentía tan excitada y puta. Algunos abusivos, me palparon las nalgas aprovechado la aglomeración. Yo imaginaba que era penetrada por todos en medio de la pista y que me inundaban el cuerpo con su leche caliente.

Cuando nos sentamos, Diana quedó en medio de los dos  y yo en el lugar que ella ocupaba. Sergio con su habilidad para el descaro, empezó a manosear a Diana debajo de la mesa y ella solo se ruborizaba. Al mismo tiempo volví a sentir el enrome dedo de él, entrando y saliendo de mí. De pronto hizo algo me ruborizó. Diana parecía estar muy excitada y Sergio hizo que le chupara el dedo empapado de mis jugos. Cuando me agaché para recoger una servilleta me pude explicar todo. Mi esposo estaba acariciando las piernas y el pubis de Diana mientras ella besaba a Sergio y le chupaba el dedo.

Yo tenía las piernas abiertas de par en par y de pronto sentí la mirada de un joven que estaba exactamente frente a mí. Nos vimos a los ojos y yo abrí más las piernas. Él alzó su copa y me guiño un ojo. Sin pensarlo, dije, voy al baño. Las mujeres usamos ese pretexto muy frecuentemente.

Caminé despacio y al llegar al pasillo que conducía a los baños de hombres y mujeres, sentí el aliento de alguien que me dijo casi al oído. “Hola, ¿hace calor verdad? Volteé y sin decir nada nos besamos como si nos conociéramos desde hace años. Me condujo al estacionamiento en donde vimos a dos o tres parejas que se comían a besos. Abrió su auto, nos subimos a la parte trasera y sin más, me penetró. La tenía menos larga pero bastante gruesa. Sentía como me empujaba todo y también sentí al mismo tiempo que me masturbaba con mi dedo, un chorro caliente. Mi vagina empezó a hacer algo que nunca había sentido: se contraía y aflojaba sola. Como si no quisiera que se saliera el miembro que tenía adentro. Eso excitó más a mi pareja y joven como era, empezó a bombearme de nuevo. Yo me zafé y me volteé para ensartarme y cabalgarlo. Entonces bajó el escote de mi vestido y empezó a lamerme los pechos con desesperación.

Nos venimos de nuevo en menos de 5 minutos. Salimos a prisa del carro y nos fuimos de nuevo a la mesa si haber hablado una palabra más y sin saber siquiera nuestros nombres.

Nunca había engañado a mi esposo y en un lapso de 1 hora, ya había tenido dos amantes.

No me explico por qué más mujeres no explotan más su sexualidad y su capacidad de placer. En el carro, de regreso a casa, exhausta y llena de semen de dos hombres, iba pensando en cómo seducir a nuestro mecánico. Cosa que logré sin mucha dificultad, pero ya se los contaré en otra ocasión. Además de como encontré a mi esposo cogiéndose a Diana en el baño de la casa.


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