Promesa

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Trasnoché viendo una serie que me encanta. A las 2:00 PM, algo cachonda me fui a la cama, con él, pero sola.
Tardé en conciliar el sueño. Finalmente, Morfeo se apoderó de mí hasta las 8:30.

Agua!, Agua sanadora, que hidrata, que alivia, que embellece y alegra. Bebí casi un litro. A lavarse los dientes y la cara y a ponerse la ropa de hacer ejercicio.

Luego de una hora de sufrimiento al que mi hijo nos sometió, inició la procesión a las labores previas a la ducha. Luego, una para procesión similar, esta vez hacia la ducha. Seguía cachonda y recordé mi promesa.

Preparé mis toallas, y llegó mi turno. Cuando comenzó a caer el agua sobre mi cuerpo fue como el beso de Eros: incitante... seductor. Mis manos comenzaron a danzar sobre mi piel sin temor. Solo ellas y yo. Su contacto con mi cabello, con mi cara para retirar el agua que caía tibia, fue algo sensual. Bajar a mis pechos y rozar mis pezones erectos, tocar suavemente mi abdomen cálido y bajar a mi sexo ávido de contacto... todo un sueño.

Sorprendí a mis dedos abriendo mis pliegues, entrando por Venus y luego, lidiando con mi pequeño y sensible clítoris. ¡Ufff... qué rico se sintió! ¡Qué delicia sentir cómo se erectaba a medida que lo frotaba con una mano mientras los dedos de la otra buscaban hundirse en la caverna caliente de mi vagina tratando de encontrar el punto exacto para elevarme al paraíso!

Mis manos se movieron suavemente y fueron ajustando la intensidad a medida que el calor subía. Mis piernas se abrieron invitando a explorar más, y quise hacerme venir.

Automática y frenéticamente el movimiento se hizo necesario, y mi clítoris palpitante propició la magia del orgasmo. Y pude llegar. Y pude mojarme. Y pude sentir mis fluidos resbalar calientes por mis piernas aun cuando el agua seguía corriendo por todo mi cuerpo.

No conforme con ello, los dedos traviesos hurgaron mi vagina rítmicamente, hasta que otro orgasmo llegó y sin que ese segundo hubiera terminado, la otra mano se apoderó del clítoris de nuevo. Ahora las dos manos orquestaron el estallido final, una invadiendo y la otra frotando en un delicioso arrebato... hasta que el temblor de piernas, los fluidos derramándose y el gemido ahogado fueron la evidencia del mejor polvo que me haya dado en la vida.


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