METAMORFOSIS

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Jorge estaba ya más que harto. Le había tocado ese año lo más «granado» de los estudiantes de bachillerato.

Era maestro en un colegio de Zaragoza y ese día tocaba Historia. Sacó a uno de sus alumnos a la pizarra para sondear la comprensión del tema.

—A ver, Manuel. ¿Qué reyes se exiliaron antes de la Guerra Civil Española?

Ni un instante de duda. El alumno respondió:

—Los Reyes Católicos.

El profesor respiró profundamente y decidió probar suerte con la Geometría.

 —¿Cuántos planos pueden contener a tres puntos no alineados?

El profesor hubiera esperado contestaciones del orden de: Cero, uno o infinitos, pero la respuesta fue inesperada:

—Dos

Intrigado, Jorge pidió una explicación.

—Muy fácil, uno por arriba y otro por abajo

 Era la lógica de esa mente preclara.

Su esposa trabajaba en el mismo centro, en el departamento de Filosofía, y muchas veces se mostraba como la asignatura que impartía: pesada e ininteligible. Así, él se escapaba muy a menudo al Pirineo con otros socios del club de montaña. Si no podía hacerlo, su consuelo era la música de Bach.

No tenían hijos. Sólo un perrito, Demóstenes, que tenía debilidad por su amo. Además estaba Ángeles, la chica que les hacía las faenas de casa. Había venido a trabajar a la casa procedente de un pueblo de Zaragoza y no sabía ni leer ni escribir. Para el profesor aquello resultaba insoportable y decidió subsanarlo de inmediato.

Debían dar las clases casi a escondidas porque la esposa del docente había concebido que detrás de las clases hubiera algo más. Se equivocaba.

En poco tiempo Ángeles aprendió tanto que, incitada por su profesor particular, cursó, no sólo el bachillerato, sino estudios superiores y dejó de ser una sirvienta pasados unos años.

Poco a poco, la existencia de Jorge se iba tornando más y más inaguantable, sus escapadas más frecuentes y el carácter de su mujer cada día peor que el anterior.

El instituto promovía excursiones al Pirineo con los alumnos y Jorge se llevaba a Ángeles a esas salidas. El profesor les hablaba de los árboles con un brillo en los ojos muy especial. Conocía el nombre de todas las especies y sus características. Amaba los árboles de una forma singular.

Una mañana de sábado, mientras su esposa leía un grueso libro dedicado a Platón, Jorge cogió el utilitario.

Cuando llegó a Ordesa, nada más bajar del coche, empezó a notar los primeros síntomas. Su piel se iba tornando áspera y marrón. Los pies se agrandaban a la vez que se torcían mientras el pelo adquiría un tono verdoso.

Buscó una tierra apropiada, soleada y con buenas vistas. Se puso de pie y sonrió hasta que la transformación fue completa.

Transcurridos unas jornadas tras la desaparición, la esposa acudió con la Guardia Civil al paraje donde se hallaba el coche del matrimonio. No hallaron ni rastro del propietario.

A los pocos días, acudió al lugar Ángeles con Demóstenes. El perrillo fue directo a un árbol a cuyos pies se echó. La joven abrazó el tronco mientras se oía, procedente de un pequeño lector de CDs, la pieza catalogada como BWV 1052. Luego volcó  una garrafa de cinco litros de agua en torno al roble.

«Ahora sé que usted es feliz», murmuró mientras se alejaba.


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