Empalando a mi mejor amiga

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Esto ocurrió una noche en un bar del centro de la ciudad. Había quedado con mi mejor amiga Catalina de juntarnos después de que cada uno saliera del trabajo e ir a divertirnos en la noche. Empezamos bebiendo unas cervezas mientras charlábamos de cómo nos había ido en el día y recordábamos aquellos primeros años de universidad donde estábamos realmente locos con los estudios y el estrés.

Si quieren saber cómo es ella, pues se las describo. Una hermosa rubia delgada, de ojos pardos y con flequillo. Esa noche vestía una blusa de color rosa y una falda negra. Si bien, era mi mejor amiga y éramos muy cercanos, ya de hace tiempo notaba que tenía un par de tetas que hipnotizaban a cualquiera. Claro que esos dulces melones siempre estaban prisioneros bajo su blusa y esa noche no era la excepción.

Pasaron las horas, las cervezas y las risas. No sabía que pasaba, quizás era por tanto alcohol, pero comencé a ver a Catalina de una manera distinta. Ya no era la chica dulce con la que estudiaba en la universidad. Ahora la notaba más madura. Me excitaba saber cómo era bajo toda esa ropa. Sólo quería darle un buen beso y manosearla por todos lados, pero antes de seguir soñando con todas esas cosas, tenía que tranquilizarme. Ella era como una hermana para mí. No podía pensar en ella de esa forma tan lasciva.

Finalmente no pasó nada en el bar y ella había bebido tanto que le costaba caminar, así que la ayudé a salir y la llevé hasta su casa. Estaba dormida, así que nos subimos a un taxi y partimos. Para suerte mía, la casa de Catalina quedaba cerca de la mía.

Planeaba dejarla en su casa e irme, pero al llegar y tocar el timbre, me di cuenta de que no había nadie en casa. Tuve que buscar en el bolso de Catalina para encontrar las llaves y así abrir la puerta. Ella ya estaba algo despierta y me indicó que su habitación quedaba al fondo y ala derecha. Seguí sus indicaciones y la acosté en su cama. Me di media vuelta para irme, pero escucho a mis espaldas una voz que me dice:

- ¿A dónde crees que vas?

Me di vuelta para ver a Catalina que me miraba fijamente.

-Pensé que estabas dormida.

-Pues si dormí y fue lo mejor. Se me pasó la borrachera.

-Que bueno. Yo ya me iba. Nos vemos.

Catalina me agarra del brazo impidiendo que siga avanzando y me pregunta: ¿Acaso no te parezco bonita?

-Por supuesto que si -respondí- Eres muy guapa.

-Lo sabía -dijo ella- Por eso me miraste toda la noche las tetas.

-Perdona por eso. No quise hacerte sentir incómoda.

-No es eso. Me sentí muy halagada. De hecho, hiciste que me calentara.

Yo me sonrojé un poco con lo que me decía y ella al notarlo, lanzó una pequeña risa cómplice. Con sus manos se levantó la blusa y quedó sólo en sostén. Esos grandes melones estaban contenidos por su prensa superior y tan sólo a unos centímetros de mí. ¿Debía tocarlos como era mi sueño o irme de ahí porque estaba borracha y respetar nuestra amistad? No podía resolver esa duda.

Catalina se sacó el sostén y comenzó a tocarse sus senos mientras me decía: ¡Adelante! No estoy borracha. Estoy sumamente consciente y quiero hacerlo contigo. Déjame ver tu polla.

Tan sólo con decir eso, sentí como mi pene creció aún más. La sangre brotaba por mi cuerpo con más fuerza y me bajé los pantalones, luego mis boxers y le mostré mi herramienta en su máximo esplendor.

-Woooow! es muy grande -me dijo Catalina y posó su mano sobre ella dirigiéndola a sus pechos.

Mi pene todo excitado estaba entre esos dos deliciosos pechos que lo cobijaban con cariño y subían y bajaban con pasión para entregarme un placer muy rico. Su cara de lascivia me volvía loco. Por fin tenía a mi alcance esas riquísimas tetas y me estaban dando la mejor paja de mi vida.

Para cambiar de posición, me tumbé en la cama y ella se arrodilló a mis pies e introdujo en su boca mi falo todo duro mientras lo rodeaba con sus grandes tetas. Yo cerraba los ojos y sólo disfrutaba de la rica sensación que tenía en ese momento. Ella era cómo una hermana para mí y ahora me la estaba mamando y degustando mi liquido preseminal. Su cara de placer al hacerlo me calentaba mucho y mi pene no dejaba de mantener su gran dureza. Ella al querer ir más allá, se levanta y se pone en posición de sentarse sobre mi polla, pero cuando su vagina hace contacto con mi glande, se detiene. Quizás no está muy segura de hacer esto. No está segura de convertir una amistad en algo más sucio y depravado, pero también más rico. Su cara de caliente sólo me dice que quiere hacerlo y aunque su cuerpo se detiene, yo alzo mi cadera y le meto toda mi polla hasta lo más profundo de su conchita.

-Aaaaaaaah -grita ella con gusto- Tu enorme verga está dentro mío.

Yo sigo con el movimiento y ella comienza a brincar también sobre mi pene para que llene toda su vagina, sigue gritando y gimiendo. Yo también lo hago y me excita mucho.

-Es demasiado gruesa -me dice- Me vas a romper enterita, pero me encanta. Sigue así.

Yo la agarro de las caderas y la jalo hacía mí, ella inclina su cabeza y acerca sus labios a los míos para darme un beso apasionado. Se siente muy rico y aprovecho de tocar su trasero. Ella gime e inclina su espalda hacia atrás. Yo disfruto viéndola gozar y empiezo a apretar sus tetas. Esos deliciosos frutos del placer que se presentan ante mí para lamerlos y hacer que Catalina se moje cada vez más. Mi pene está todo húmedo y ella cada vez más caliente me dice que va a acabar.

-Pues yo también -le digo- Acabemos juntos.

-Mi cuerpo se estremece con el más mínimo movimiento -me dice- Ya no puedo más. Dámelo todo. Soy tu sucia perra.

Sus palabras me calientan y cuando estoy en mi límite, lanzo un fuerte grito. Ella hace lo mismo y termino lanzando todo mi semen en su vagina. Se siente cálido. Se siente bien. Su rostro de placer es magnífico de ver y al estar cansada, se deja caer sobre mi pecho. No podría pedir mejor momento para disfrutar cómo este.  


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