LA PRUEBA

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Andrea, una joven de unos 25 años, se encontró con su vecina del piso de enfrente, una mujer que le doblaba la edad, pero de juvenil presencia, en el mismo rellano al salir las dos en el mismo momento de su vivienda. Nunca antes habían hablado, pues se trataba de un edificio nuevo del que habían entregado las llaves a sus propietarios recientemente.  

- Me complace conocerte -le dijo la mujer madura ya en el ascensor- Me llamo Luisa.

- Andrea -le dijo la joven.

- ¿Vives aquí con tu pareja? Perdona la indiscreción -se excusó Luisa.

- No, vivo sola, pero no sé si por mucho tiempo -contestó Andrea.

- ¿Te vas de la ciudad acaso? -se interesó Luisa.

El ascensor llegó al patio y las dos mujeres salieron.

Ya en la calle, Andrea le dijo que tenía problemas económicos y por eso era posible que el Banco le embargara el piso.

- Trabajaba hasta hace seis meses, pero la empresa cerró.

- Lo siento.

Se despidieron en la calle y cada uno se encaminó por distinto lugar.

Por la noche, a eso de las diez, sonó el timbre de la puerta del piso de Andrea, extrañada de recibir visita a esas horas. Echó un vistazo por la mirilla y vio que se trataba de Luisa, su vecina del piso de enfrente. Abrió y la invitó a entrar. Le traía un pequeño y dulce postre.

- Yo, como las americanas, dando la bienvenida a los vecinos con un postre casero hecho por mí misma.

- Gracias.

La invitó a entrar y le pidió que se sentara en el sofá.

- ¿Quiere tomar café, vino u otra cosa?

- No, gracias. Quiero proponerte algo que económicamente te favorecería, aunque es muy posible que lo rechaces.

Andrea se sentó en un sillón frente a ella, interesada por lo que tenía que contarle.

- Usted dirá.

- Me dedico a la producción de películas. Son cortos para mayores. Me gustaría hacerte una prueba si aceptas la oferta. Te pagaría bien porque haríamos varias películas. Se venden bien.

- Dice que son cortos para mayores. ¿En qué consisten?

- Duran unos treinta minutos, se ven por internet y el contenido es muy de mayores.

- O sea, cine porno. ¿Qué le hace pensar que aceptaría esta oferta?

- La necesidad, y que eres una mujer muy bella. Pero no te ofendas, yo intervengo en algunas de esas películas y no me siento mal por eso. Por supuesto podrías rechazar un papel que no te gustara, poner alguna condición, pero te aconsejo que no pongas muchas trabas. Hay un montón de chicas que desean participar en esas películas por la mitad del dinero que yo te quiero ofrecer. Si no quieres que te folle un tío, no te follará un tío. En su lugar puedes hacer películas con chicas, es un porno más blando. La primera película la haríamos tú y yo. ¿Cuánto debes de hipoteca?

- Seis mil euros.

- Te pagaré eso por la primera película. Piénsatelo, pero pronto. En dos días haré un casting si tú lo rechazas.

- ¿Me puede contar el argumento de esa primera película?

- ¿Argumento? Es lo de menos, tú déjate hacer por mí. Eso sí, depílate por completo.

- Me da vergüenza que me vean amigos y familiares.

- Si es por eso, te pondremos una máscara. En estas películas importan más los traseros que los rostros.

- Mañana le contesto.

La respuesta fue aceptar el papel porque el dinero ofrecido le salvaba de momento el embargo.

Quedó con la vecina en hacer la prueba el día siguiente en el estudio de la productora en un polígono a pocos kilómetros de la ciudad, con la sola asistencia de un cámara.

-El día del rodaje habrá más gente en el estudio, pero no mucha -le advirtió Luisa. 

- ¿Qué tengo que hacer?

- Yo me siento en ese sofá, tú vienes y te acuestas boca abajo sobre mis piernas. Cuando te acaricie tienes que fingir que gozas, emitir gemidos, ya sabes, como si experimentaras un orgasmo. 

Luisa fue con Andrea a otro cuarto en donde había colgados varios vestidos. Le dijo que se quitara la camiseta y el pantalón y se pusiera un vestido corto que le eligió.

- Después vuelve al estudio, el cámara y yo ya estaremos preparados.

- ¿Y la mascarilla? -preguntó Andrea.

- El día del rodaje, ahora sólo es una prueba. 

Diez minutos después entró Andrea en el pequeño estudio. Avanzó hacia el sofá y se acostó sobre las piernas de Luisa. El encargado de la cámara se acercó a un par de metros de ambas. 

Luisa, que llevaba unos guantes blancos, le subió el vestido hasta la cintura y le bajó la braga. El cámara se acercó más. Luisa metió una mano entre las nalgas de Andrea, le acarició, primero con suavidad, por encima de sus zonas erógenas, después introduciéndole los dedos en ambos orificios, progresivamente más a fondo.

- Gime, no te oigo -le dijo Luisa. 

Al principio fue un placer falso, simulado, pero consiguió relajarse y gozar de verdad, para satisfacción de Luisa y del cámara.

- Es suficiente -dijo éste al cabo de cuarenta minutos, cerrando la cámara. 

Luisa dio un azote en las nalgas de Andrea y le dijo que ya se podía levantar.

Andrea obedeció y se bajó el vestido.

- ¿He pasado bien la prueba?

 - ¿Qué crees tú? -preguntó Luisa al cámara.

- Con sobresaliente -contestó él.


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