Un instante, una mirada

Le llaman la atención las pequeñas rayas de reflejo solar que se cuelan por la persiana y  se desdibujan tras ese hombre en la pared.

Sin darse cuenta, se encuentra envuelta por su concentrada mirada, esa que te hace pensar que el mundo desaparece completamente alrededor. 

Al percibirla, la suya huye de esos ojos buscando donde esconderse de su observación, al tiempo que de modo inconcebible siente que anhela el tacto de ese cautivador interés.

Dejándose llevar por unas irrefrenables ganas de satisfacer ese anhelo acaba acercándose a él, magnetizada. La tensión que se genera entre ambos solo puede transformarse, es imposible que desaparezca.

El hombre echa hacia atrás suavemente su pelo y abre el camino hacia el cuello desnudo. La piel sensible recibe sus húmedos labios y ella, con los ojos cerrados, se sumerge en esa deliciosa caricia.

No hay renuencia, sólo pieles erizadas que envían al pensamiento su urgencia, su necesidad...