Me utiliza, pero me gusta... (parte 4)

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Me desperté totalmente relajado. Luego de una noche de sueño reparador, posterior a la agitada e inesperada actividad sexual. El mismo primer día de trabajo, en la industria rural a la que me enviaron, y que acepté ir a regañadientes, conocí a Paola, sobrina del dueño.

Por iniciativa de ella, recién conociéndola, a media mañana, me había follado primero, y luego masturbado. Sí, ella a mí, yo lo permití y lo disfruté, pero además dejó establecido que sería suyo, mientras estuviera aquí y yo lo quisiera, pero sería cuándo y cómo ella lo deseara.

Al final de la tarde, se presentó en mi hostal, y me practicó el mejor sexo oral, que hasta ahora he tenido en todos mis años de vida. Y un par de horas más tarde, irrumpió en mi habitación mientras me duchaba, pidiendo hacerla gozar vía "fingering". Yo la obedecí, cumplí y alcanzó varios orgasmos que debo decir disfrutamos ambos al máximo.

Este segundo día de trabajo lo inicié, según yo por seguridad, revisando y verificando lo que había hecho ayer, pero en realidad mi mente estaba en otro lado, y ni que decir de mi cuerpo que esperaba Paola entrara, de repente, sedienta de sexo como lo estaba yo.

Pero transcurrió todo el día y nada sucedió. Y no fue sino hasta la hora de salida, que a través de la ventana la vi y la oí gritar: "te veo más tarde, espérame". Era tal mi deseo, que asumí el mensaje era para mí, aunque no sabía si ella me había visto y porque otro grupo salía también. Guardé mis cosas y me marché al hostal.

Cené, me fui a mi habitación, llevando una botella de vino a medio consumir. Sin poner seguro a la puerta, me metí a la ducha con la esperanza que Paola apareciera, pero no sucedió. Salí, me vestí de short y t-shirt, y me tumbé sobre la cama a beber una copa de vino.

Terminé la copa, dormité livianamente, y me sacó de mi trance, el oír abrirse la puerta y verla a ella entrar sensualmente, vistiendo una enagua corta que hacía lucir más sus deliciosas piernas, con camiseta de tirantes ajustada, sin brassiere, lo que permitía ver y distinguir claramente sus pechos y sus ricos pezones rosados.

Cerró la puerta, mientras se despojaba de su camiseta y de la falda, no llevaba ropa interior, y así desnuda se acostó a mi lado. Me besó suavemente, y poco a poco fue subiendo la intensidad, con frenesí ella acariciaba y tocaba todo mi cuerpo. "Eres mío" decía, lo repetía, y para mí eso no era problema.

Paola seguía besándome, tomó mi mano, la llevó hasta su entrepierna murmurando: "es tu culpa esta humedad, siéntela". Introduje dos dedos en su vagina, acariciándola, y al tocar su clítoris añadió: "es con tu boca y tu lengua que quiero que hagas eso. Quiero que juegues con mi clítoris". Afirmó sobre la cama sus talones, dobló sus rodillas, colocó una almohada bajo sus caderas, abrió sus piernas, y dijo: "mámame".

Sin titubear, posicioné mi cabeza entre sus piernas. Abrí sus labios, y con la lengua hurgué entre aquellos pliegues de carne, abriéndome paso hasta su clítoris. Lo hallé totalmente erecto, duro, lubricado, brilloso, y de él brotaban gotas de un líquido salado, transparente y viscoso. Mi boca, mi lengua, deben haber estado cerca de 8 minutos afanados en esa labor, tomando tiempo nada más para halar un par de bocanadas de aire antes de continuar, en busca del objetivo.

Con mi lengua presionaba ese "corpúsculo" que por su color morado sobresalía. Atrás, adelante, hacia abajo, lo halaba y empujaba queriendo hundirlo, lo soltaba y lo movía de arriba a abajo, una, otra vez, y otra vez y otra y otra, y otras más. Ella arqueaba su cuerpo, me tomaba del cabello, gemía, jadeaba guturalmente, ronroneaba, cada vez que con mis labios presionaba más y más su clítoris. Ella se gozaba, retorcía su cuerpo.

Acariciaba con la punta de mi lengua, su clítoris, lo mecía de un lado a otro. Con mis dedos tocaba su vagina y la entrada a su ano. Ella disfrutaba. Apretaba mi cabeza entre sus muslos, lo que me indicaba que le era placentero, por el grado de fuerza que ejercía. Aceleré el movimiento de mi boca, lengua y manos.

Con la llegada del orgasmo sentí mi cabeza casi ser triturada cuando ella cerraba los muslos. Me halaba del pelo con fiereza, impulsando, dirigiendo mi cabeza hacia atrás, adelante, con más velocidad y profundidad. Ella jadeaba, mi barbilla y nariz muy mojados, mi boca inundada al igual que su vagina, de la mezcla de saliva y sus salados jugos. Sus gemidos se crecían.

Esta dulce tortura, tardó lo mismo que duró el orgasmo en sí, no más de 14 segundos. Luego de los cuales Paola relajó su fuerza, pero no me liberó. "Continua, continua" murmuraba mientras halaba mi cabeza hacia su cuerpo. Yo posicionado otra vez entre sus piernas, hundí mi cara y lamí su fuente de placer, el clítoris. Lo aprisioné con mis labios y ejercí un poco de fuerza, lo chupaba ávidamente como quien chupa una paleta de dulce, lo que instantes después, la hizo gritar de placer, y disfrutar una vez más del éxtasis de otro orgasmo.

Nuevamente no se prolongó por más de 15 segundos, aunque ella se contorneaba por unos minutos más tratando de alargar eso que gozaba. Paola jadeaba, gemía, titiritaba y temblaba, y de repente tuvo otro orgasmo, pero esta vez de alguna parte de su vagina una copiosa cantidad de un transparente líquido, un chorro brotaba. Paola estaba experimentando una eyaculación.

Con sus dientes apretados y su respiración entrecortada, ella pretendía decir palabras, pero solamente emitía unos gemidos y sonidos no entendibles, que no cesaron hasta que paró también el brote de líquido y los arqueos y contorsiones de su cuerpo. Pequeños sobresaltos de su pelvis, seguían presentándose lo que me hacía creer que Paola aún disfrutaba del placer recibido.

Liberando mi cabeza de entre sus piernas, y en medio de suspiros, se abandonó sobre las almohadas a descansar. Cuántos orgasmos tuvo en la última media hora, no sé, al menos 4 que yo percibiera. Me pidió una copa de vino. Lo sorbió despacio, para luego vestirse con su enagua y su blusa. Me besó largo y sensual, y se marchó diciendo: "sigues siendo mío, te veo mañana".


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