Pensamientos dispersos I - Jaulas y pantallas

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Estoy en una jaula.

 

La jaula tiene forma de círculo, con sus barrotes hechos en piedra. Hay espacio suficiente en ella para que pueda estar solo con mis pensamientos. Los barrotes son más altos que las nubes, tan altos que con la vista no se puede llegar a ver su límite. Ni siquiera sé si tienen límite.

 

Alrededor de mí hay pantallas. En ellas veo imágenes de lugares inexplorados, fantasías convertidas en realidad, hechos transformados en leyendas, recuerdos arrojados a la orilla del olvido y mentiras transformadas en verdades absolutas.

 

Cuando me paro a pensar con claridad, no me gusta lo que veo en las pantallas. No me gusta verme reflejado en ellas, ni ver mi mente en ellas, como tampoco me gusta el mundo que se muestra. Pero la mayoría de veces... Algunas pantallas son como un refugio cálido en medio de un frio y noctívago bosque. Un bosque que no calla. Con las hojas de los árboles siempre susurrantes, acechando incluso a plena luz del día.

 

Mi jaula no es la única. Hay más con más gente a mi alrededor. Todas rodeadas de pantallas dominantes. Amables y opresivas. De refugio y de letargo. Seguras y peligrosas.

 

La gente de esas jaulas sonríe y está triste. Se regodea y agoniza. Sueña y se despierta. Lucha y no lucha. O simplemente sueña. Yo también.

 

Al igual que en mi caso, la altura de sus jaulas no alcanza la vista.

 

Muchos intentan trepar para escapar y fracasan cayendo al suelo o se cansan a mitad camino. Pero algunos lo consiguen. Con los que escapan suceden dos cosas: a veces escapan tras perder la cordura y no les volvemos a ver. No les volvemos a ver porque no tienen motivos para regresar. Nadie querría hacerlo. Yo no querría hacerlo. Pero hay otros que regresan. A muchos de esos se les mira mal, se les desprecia o se les etiqueta, poniéndoles dentro de una jaula aún más agonizante. Perdieron lo que se dice es ser un ser humano y por lo tanto no merecen existir. Y yo me pregunto, ¿acaso existe realmente una verdad absoluta que diga qué significa ser humano? Y si realmente existiera, ¿qué importa?

 

Siempre que intento trepar me termino cansando. No sé si es culpa mía o del sonido e imágenes de las pantallas que rodean la jaula pero termino cediendo. Siempre cedo. Siempre me rindo.

 

Y pese a saber lo que esas pantallas son y que estoy atrapado ahí sigo. Porque es más fácil. Porque las pantallas me dicen lo que más deseo escuchar. Porque si las pantallas lo dicen no puede estar mal. Son ellas las que nos iluminan en medio de la noche, las que nos ofrecen palabras y gestos amables a la cruda luz del día, las que expresan sabiduría en tiempos confusos.

 

Pero aun así, veo con cierta envidia a aquellos que escaparon. No puedo evitar preguntármelo, ¿si me volviera loco sería libre? ¿Conseguiría escapar de la jaula? ¿Me gustaría estar loco?

 

Me complacería conocer una respuesta para esas preguntas. Pero es que se está tan a gusto en la jaula...

 

Digo eso, maldiciéndome una vez más por haber caído en la trampa otra vez.

 

Estoy en una jaula.

 


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