Luna, mi hermana desconocida, Cap 3

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Al principio creí que me equivoqué, o que habían puesto mal las etiquetas a las fotos. La nena que había visto junto a mi padre no estaba por ninguna parte. El nombre coincidía: Luna Perrucci (lindo nombre Luna), pero en lugar de la niña que acababa de conocer como mi hermana, había una adolescente de una belleza tan angelical como peligrosa.

Me dediqué unos segundos a ver las fotos. En la mayoría aparecía la chica sola. La primera era una selfi que se sacó en el baño. Vestía una musculosa blanca y un diminuto short azul. En la siguiente estaba con cuatro amigas, todas jóvenes y lindas, aunque ninguna tanto como ella. En otra estaba en bikini al lado de una pileta. Llevaba unos anteojos negros y su pulgar tocaba los labios en un gesto que no logré comprender. Estaba de perfil, y esta era la única foto en la que mostraba la cola, ya que comprobé, que a pesar de que le gustaba posar sexy, no era nada vulgar. Una foto que me gustó mucho era una en donde aparecía su rostro en primer plano: Tenía los cachetes colorados, aparentemente unos segundos antes estuvo corriendo o haciendo algún ejercicio, y sus ojos celestes, clarísimos, casi líquidos, brillaban como un hermoso diamante bajo el sol. Pero mi foto preferida era una en donde estaba disfrazada de papá Noel. En realidad, el disfraz, en lo único que se parecía al del barbón del polo norte, eran los colores. Por lo demás, era completamente deferente. Constaba de un top y minifalda rojos, y una gorra polar del mismo color. Luna tenía las manos en jarras, y sacaba la lengua en un gesto tan infantil como sexy.

La chica me pareció tan divina, que me quedé un buen rato viendo sus fotos, perdiendo la noción del tiempo. Estaba excitado, y ya podía sentir mi erección. Sólo entonces me di cuenta de mi error. ¡si yo mismo había visto que la foto en el perfil de mi padre era de hace cinco años! Entonces, esta chica con la que me estaba deleitando, tranquilamente podía ser la nena que vi al principio.

Di un rápido paneo a las imágenes, hasta que encontré una en la que posaba con una camiseta de Boca Juniors, abrazada a un hombre con una camiseta del mismo club de fútbol. Se trataba de su padre. Que es lo mismo que decir que se trataba de mi padre, y por ende, Luna, definitivamente era mi hermana.

Me sentí durante un rato asqueado de mí mismo. Esa chica preciosa, blanca, de labios rojos, a la que estaba stalkeando como un pajero, era mi propia sangre.

Sin embargo, nunca fui un moralista, y pensé, que en definitiva no estaba haciendo nada malo. Las cosas que pasaban por mi cabeza eran perfectamente normales, o al menos eso me decía yo. Qué culpa tenía de enterarme de un momento para otro de que la pendeja preciosa a la que estaba espiando era mi hermana. Mi excitación no se iba a ir de un momento para otro. Seguí viendo las fotos. En algunas aparecía con un chico que parecía ser su novio. Pero eran fotos de hace más de un año, y el tipo no aparecía en fotos recientes. Pero en casi todas seguía mostrándose sola, siempre con ropas que le calzaban como guante. Tenía cientos de likes, lo que me hizo pensar que se trataba de una chica bastante ególatra y superficial. Pero era perdonable debido a la corta edad que tenía, y sobre todo, a su extrema belleza.

Esto me hizo preguntarme qué edad tenía Luna. Además, ya me estaba poniendo al palo de nuevo, por lo que necesitaba dejar de ver las fotos durante un rato. Fui a la solapa de información y si bien me enteré de su fecha de cumpleaños, no decía el año en el que nació. Recordé que, al principio, cuando vi la foto de la navidad del dos mil doce, pensé que tenía unos doce años. Rogué haberme equivocado por al menos un año, y que ahora tenga dieciocho o más, porque si no, encima de ser un pervertido con tendencias incestuosas, también sería medio pedófilo. Encontré el enlace que me dirigiría a su cuenta de Instagram y lo cliqueé.

En esta red había muchas más fotos. Incluso había una en donde solo llevaba un corpiño negro y una minifalda con transparencias. Estaba arrodillada sobre una cama, y miraba a la cámara con gesto de bebota. Me di una bofetada fuerte para salirme de mi estupefacción.

Comencé a husmear los comentarios. La mayoría eran de sus amigas, que la piropeaban. Pocos hombres se animaban a escribirle en público, aunque no dudaba de que recibía decenas de mensajes de desconocidos todos los días. Noté que en todas sus fotos había un mensaje de algún organizador de boliche en el cual le dejaba el número de teléfono y le ofrecía pase libre, entrada sin hacer la fila, y bebida gratis. No era para menos, una chica como Luna habría de atraer a muchos adolescentes al boliche donde decidiera pasar la noche. Me pregunté si era modelo, o promotora, pero todas las fotos que había subido eran sacadas con su propio teléfono celular, y casi todas tenían el mismo fondo, el cual supuse que era su casa.

La erección volvió, con una fuerza implacable. Ya me había olvidado por completo el motivo que me llevó a revisar su perfil. Sólo existía la fascinación por esa adolescente con quien compartía el mismo padre. Estuve a punto de masturbarme, pero a mi edad, ya no me gustaba hacer esas cosas.

Cuando se hizo la noche, comí algo, y fui a la cama. Pero pronto me desperté para hacer pis, y tuve que sentarme en el inodoro, porque la potente erección con que me había despertado no me dejaba mear de parado.

Me decidí a abrir la computadora y buscar en mis páginas de escorts preferidas a una puta que me saque la calentura.

Tardé casi una hora viendo todo tipo de mujeres hasta que encontré la ideal: el perfil decía que tenía veintiún años, pero tenía cara de nena. De piel blanca, petisa, con lindo cuerpo, y ojos claros. La llamé por teléfono y pude concretar una cita esa misma noche.
La chica se vio muy sorprendida cuando, tomándola por la cintura, la levanté y la tiré sobre la cama con violencia. Balbuceó una queja, pero yo ya estaba encima de ella, arrancándole la poca ropa que tenía. La penetré sin piedad, mandándole la verga hasta el fondo en la primera embestida. Ella gritaba de dolor y se retorcía en la cama, pero yo no podía parar de cogerla. Esa noche era imposible parar. La di duro, hasta que su sexo se dilató y ya no gritó. Estaba arriba de ella, y no podía dejar de ver su rostro joven, casi adolescente, estremecerse ante la potencia de mi verga. Era muy linda. No tenía los ojos celestes como Luna, sino verdes. Pero aun así el parecido era suficiente como para poder imaginarme que a la que estaba poseyendo era a mi hermanita.


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