Luna, mi hermana desconocida, Cap 5

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— Hola ¿te conozco? — me pregunta, sin dejar de bailar. Cosa que me tomó por sorpresa.

— Creo que no. — dije, cauteloso.

— Como me mirabas mucho… — me dijo sonriendo.

Yo pensaba qué decirle. “te miraba porque creo que sos mi hermana”, pensé. Pero era muy exagerado decirle las cosas tan directamente. “pensándolo bien, creo que sí te conozco”, pensé en decirle después, creyendo que eso me ayudaría a llevar la conversación hacia donde yo quería. Pero lo que le dije fue muy distinto a las dos frases que se me ocurrieron primero.

— Sólo te miraba porque sos muy linda.

Ella rio, y luego intentó parecer seria.

— Pero creo que sos muy grande para mí. — dijo, casi gritando, para hacerse oír en medio del barullo.

— Solo tengo treinta. — le dije. — pensé que a las chicas le gustaban los tipos más grandes.

— Sí, pero no tanto. — me contestó ella, con simpatía. Parecía que quería que la convenza de que estaba equivocada. — yo tengo dieciocho. Me siento una beba al lado tuyo.

— Sos una bebota. — le dije yo, y ella rio. — podemos hacer de cuenta que soy tu hermano mayor. — agregué. — y te defiendo de los sátiros que quieren acosarte.

Ahí empezamos a bailar. Se sentía muy rico poner la mano en su cintura, y percibir así la curva de su cuerpo. Era muy simpática. Nada que ver con la chica agrandada que me había imaginado. No hablamos mucho. Incluso cuando la invité un trago sólo nos dijimos cosas básicas.

En un momento me dijo que ya tenía que irse con las amigas. No me animé a pedirle el número. Y de hecho pensé que lo mejor era no volver a verla. No tenía que alimentar esos deseos retorcidos por ella. Pero cuando nos estábamos despidiendo Luna me miró a los labios, y yo pensé que quería que la besara. No lo hice. Pero ella acercó sus labios rojos como frutilla, y besó los míos. Fue el beso más lindo del mundo: un beso que tenía la ternura fraternal de una hermanita menor, y la lujuria atrevida de una adolescente caliente.

Me sacó el celular del bolsillo de mi pantalón y anotó su número.

— Llamame. — me dijo. Y a pesar de que lo dijo con dulzura, era una orden.

No llamé. Al menos la primera semana no lo hice. Ya para la segunda buscaba su número y comenzaba a escribir unas palabras, pero pronto me arrepentía, y guardaba el celular.

A la tercera semana me llega un mensaje por whatsapp. “No me llamaste, cagón (carita enojada)”. Pensé que era un mensaje que me habían enviado por error. Pero cuando vi la foto de perfil, descubrí que se trataba de mi hermanita.

Me preguntaba de dónde había sacado mi número. Pero eso lo averiguaría más adelante. “hola (carita sonriendo) perdón. Es que en realidad tenés razón. Soy muy grande para vos” le puse.

“como son los hombres…” me escribió ella. “Ni sueñes que te daría bola. Sólo me molestan los cobardes”

Ese comentario llevó a una conversación absurda en donde yo intentaba demostrarle que no era ningún cobarde, y ella intentaba convencerme de que el hecho de que me estuviese escribiendo no tenía nada que ver con sentirse atraída hacía mí. Sin embargo, una vez que limamos asperezas, seguimos conversando y nos conocimos mejor. A Luna no le gustan los chicos de su edad, ya que considera que la mayoría son unos boludos. Es fanática de Boca, le gusta casi todo tipo de música, y a pesar de lo superficial que pueda parecer en las redes sociales, está a punto de entrar a la universidad sin necesidad de hacer el curso de ingreso, ya que tiene el mejor promedio de su escuela.

A lo largo de dos un par de semanas nos escribíamos casi diariamente. No me animaba a invitarla a salir, porque en el fondo, sabía que lo que estaba haciendo me traería problemas. Pero era demasiado linda para dejar de hablarle. Ella tampoco me invitaba a salir, pero más de una vez dejó caer que estaría en tal boliche. Pero yo siempre inventaba una excusa para no ir.

Mi actitud amigable y cortes, pero algo distante, hacía que Luna se sienta más atraída por mí. Le gustaba mandarme mensajes muy de tarde. Yo sospechaba que quería saber si yo estaba con alguna mujer. Ya le había dicho que no tenía novia, pero por supuesto ella no sería tan tonta de pensar que yo no tenía a nadie que me calentara la cama de vez en cuando.

A veces tardaba en contestarle. Incluso llegué a demorar dos días en responder un mensaje, cosa que hería su orgullo, y como venganza era ella misma la que dejaba de escribirme. Sin embargo, por suerte para mí, sólo podía aguantar un par de días sin hablarme. Y luego de echarme en cara mi desinterés, y de que yo inventara alguna excusa absurda, empezábamos a hablar de nuevo. Yo le recomendaba libros, ella me recomendaba series. Hablábamos hasta de política.

Una tarde estaba en mi local donde me dedico a vender todo tipo de productos importados para la decoración, cuando veo que mi preciosa hermana aparece atravesando el umbral de la puerta. Llevaba una camisa blanca con estampado de rosas a la altura del pecho, y un pantalón de jean que le quedaba perfecto. Tenía la sonrisa más encantadora del mundo, y sus cachetes y pómulos estaban colorados, dándole un atractivo tierno que me enamoraron.


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