De camino a casa

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La noche era calurosa, apenas había pasado casi una hora de la media noche y la calle estaba desierta. Lo normal en los meses de agosto en Sevilla, la mayoría de sus habitantes huyen de la hermosa ciudad, no abrumados por su belleza sino asfixiados por su clima de verano. Sara solía escaparse con su familia la mitad del verano al sur de Andalucía y la otra mitad, al norte de España, a Galicia. Este año había terminado sus estudios y decidió que sería buena idea quedarse trabajando en la ciudad durante el verano. Ganaría algo de dinero para hacerse un viaje en septiembre, cuando los precios no estuviesen inflados por culpa de los turistas.

El final del verano se le estaba haciendo eterno. Quedaba una semana para que llegaran su familia y su novio de las vacaciones. Llevaba casi dos meses viviendo sola en casa porque sus padres se habían ido a disfrutar del verano que a ella ese año le había faltado. Y Jose, su novio, se encontraba de viaje, hacía tres semanas que se había ido, al igual que todas sus amigas, que huyeron  en busca de una temperatura más agradable que los 30º que marcaba el reloj a esa hora de la noche en el tradicional barrio sevillano de Los Remedios. Hacía un par de semanas que sólo salía de casa para ir a trabajar, el calor insoportable del día hacía imposible un pequeño paseo, y por la noche la ciudad estaba vacía, apenas sin vida. En su barrio sólo permanecía abierto el siempre impertérrito bar “el Desavío” y ahí se dirigía. Esa noche a Sara se le había antojado algo dulce, también necesitaba algo de aire para refrescar sus pensamientos, ir al desavío, que se encontraba a apenas cinco minutos de su casa andando, parecía una buena idea.

 El aspecto del bar no había cambiado en los más de 20 años que tenía, se rumoreaba que había sido construido antes que el parque de los Príncipes, situado en frente. A pesar de su antigüedad y de que jamás cambió su decoración, nunca le faltaron la variedad más pintoresca de personajes de la ciudad como clientela, más todas las personas que venían de madrugada desde todos los rincones de Sevilla en busca de víveres. El chico que regentaba el bar era muy amable y simpático. En la barra había dos hombres y una mujer  tomándose una cerveza, parecían conocer bien al camarero, charlaban con él mientras este atendía a los demás clientes, un grupo de chicos y chicas, un hombre mayor que esperaba pacientemente y Sara.

Mientras aguardaba su turno se deleitaba admirando los dulces mostrados en el escaparate sin percatarse de que en pocos segundos la tienda se había llenado de personas. Llegó su turno, pidió un croissant de chocolate y abriéndose paso entre la clientela que abarrotaba el bar salió de la tienda para volver a casa. Esa fue la última vez que se vió a Sara.

Acababan de asignar el caso al agente Rodriguez. Sara había desaparecido hacía cuatro días. Los padres llamaron a la policía al llegar a casa y no encontrarla. Según la información recogida por sus compañeros, habían intentado varias veces ponerse en contacto con ella pero siempre saltaba el contestador. Además  la tienda que debía abrir había estado cerrada desde el martes. Se encontraba  en un callejón un poco apartado y apenas había otros establecimientos alrededor, un bazar chino y un centro de estética que estaba cerrado por vacaciones, por lo que la ausencia de Sara en el trabajo no había llamado la atención a nadie.

Rodriguez llevaba años siendo inspector en la policía. Sus compañeros le definiían como un lobo solitario. Era astuto, había resuelto cientos de casos con simple intuición, tenía un don especial para leer a las personas y realizar perfiles. Un poco mujeriego, fumaba compulsivamente y a pesar de tosquedad en sus métodos, estos llevaban a la solución del caso en un 90% de las ocasiones.

Pero esta ocasión era diferente, la única pista que poseia sobre Sara era una foto que le había dado su padre entre lágrimas. En ella aparecía sara con toda su familia en algun lugar costero. Era rubia con ojos verdes, su belleza era incuestionable y según la describían los que la conocían, tenía un carácter entrañable. Aunque esa información ya la tenía Rodriguez sólo con mirar su foto.

Parecía que el secuestrador no había dejado ningún rastor y habían transcurrido más de 48h, a pesar de los malos presajios el agente tenía una pequeña esperanza de que Sara aún siguiese viva, el primer paso sería revisar todas las cámaras de la calle Virgen de Luján, por dónde creen que volvió a casa.

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Veía la cara de su última victima en todos los canales. Estaba tranquilo, era imposible que nadie le hubiese visto llevarse a Sara, a esas horas de la noche por Sevilla en agosto no deambulaba nadie por la calle y le resultó relativamente fácil introducir a la chica en su auto. Ahora repasaba mentalmente lo que para él había sido una de las noches más especiales de su vida...

Cuando la vió en el bar sintió la necesidad imperiosa de disfrutar de su belleza, un instinto primario se apoderó de él, la sed de sexo insoportable que sentía podría ser calmada si conseguía quedarse sólo con ella.

Mientras la perseguía no podía mas que pensar en todo lo que necesitaría hacer para satisfacer sus instintos. Sara ofreció más resistencia de la que esperaba, le tuvo que atar las manos a la espalda y las piernas, en forma de uve, a unas ramas.  Una vez que esta desistió en su intento de obtener la libertad él comenzó a disfrutar de una maravilla de la naturaleza como era Sara.

La desnudó y llevo a cabo todas las aberraciones que había imaginado horas antes. Se volvió un animal, le arrancó los pezones de un bocado durante su orgasmo llenando de sangre el acto sexual, esto le hizo excitarse mucho más llevándole a un estado de placer extremo en el que su mente se disociaba de él para observar lo que estaba sucediendo como si fuese un espectador viendo una obra de teatro.

Su corazón iba a explotar, sus gemidos se asemejaban a una bestia salvaje, su fuerza e impetu durante el coito llenó de magulladuras el débil cuerpo de Sara.

Le molestó tener que deshacerse de tan hermoso regalo, por eso no pudo contenerse y conservo sus bragas llenas de sangre, era el mejor recuerdo de una noche inolvidable para él.

Continuará...

 


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