A tu lado

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Hay una niña que desde su ventana contempla la luna, la mira y a menudo conversa con ella, ya que se trata de una buena amiga, serena, callada, que transmite mucha paz allá sentada en su alto trono, con esa sonrisa enigmática digna de ser inmortalizada en las mejores obras de arte. Muchas noches se hacen compañía mutuamente, separadas únicamente por el cristal de la ventana en tanto entrelazan con fuerza sus almas, pues la niña desea ser estrella, en tanto que el astro quisiera ser humana.

La niña le cuenta sus cosas, y a veces cuando está triste recapitula sobre sus decisiones y se cuestiona su destino, escribe sobre sus sentimientos, aunque las lágrimas desdibujan a veces alguna palabra. En esas noches de desánimo fuera el viento brama y el mar persiste en romper las rocas, juntos quieren convertirlas en arena para que por la mañana su angelito pueda caminar descalza tranquila sobre ella. No muy lejos el faro, como de reojo, también está pendiente de su más querida vecina mientras guía a los barcos, dispuesto a silbar y llamarlos por si fuese preciso ayudarla.

Pero con contar con tod@s est@s grandes amig@s su mayor apoyo surge siempre cuando es preciso, se sienta a su lado y acariciándole el pelo le pregunta:

Lutgarda ¿Qué te ocurre?.

Para ella es mamá, aunque para los demás tiene otro nombre, es ese rayo de sol en el medio de la tormenta, el cariño siempre presente y desinteresado, la ternura de una voz de esas que canta canciones que nunca se olvidan, ella, con su hermoso cabello, y eses preciosos ojos con reflejos mágicos, que solo se pueden ver cuando realmente están cerca. En su compañía todas las pesadumbres desaparecen, el día parece no tener horas pues cada minuto se disfruta intensamente y al mismo tiempo es tan efímero. Son tantos y tan buenos los recuerdos aún en tan poco tiempo compartido.

También están Alba, Juan y papá, pero desde siempre esta amada mujer fue la guía y la referencia de todas las cosas por ser como es; sensible, inteligente, dispuesta a escuchar y entender las penas, que seguro que ella también tuvo y por eso comprende, a tender abrazos cuando hacen fata, a llorar hombro con hombro, a sentir tanto o más por los demás que por sí misma, generosa en los afectos, inconformista con la realidad y consecuente en todas las facetas de su vida, aunque eso la pueda perjudicar a veces.

Hoy es su aniversario, no importan los años en concreto y por ello en cada ocasión quienes la conocen y la quieren se alegran de que alguien así forme parte de sus vidas. Todas las cosas importantes y valiosas que se puedan conseguir lo son más si ella está para compartirlas, para ponderarlas, para comentarlas, para ser crítica o apasionada, para confiarse sin medida o ver más allá de los hechos, para luchar hasta el límite o poner fin a la contienda, para mantener amistades durante décadas con los buenos sentimientos del primer día, para preservar el vaso medio lleno o medio vacío y buscar la suerte, sea esta favorable o esquiva, en definitiva ser alguien única, de esas irrepetibles personas que solo a veces el destino pone cerca para que puedas conocerlas, las que dan sentido a una vida, las que se recuerdan para siempre.

Ahora Lutgarda está tranquila, con su mano entre las de mamá, tan suaves y calentitas.

Le ofrece una flor de las muchas que hay en la habitación y le da un beso en la mejilla deseándole un buen aniversario, sintiéndose afortunada por tener a alguien tan maravillosa para cuidarla, y que hubiese escogido para ella un nombre tan bonito.


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