Gimnasio - Segundo encuentro.

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En los dos meses siguientes veo pasar madre e hija por delante mía sin recibir de ellas una mirada, un saludo, la más mínima muestra de reconocimiento. Por mi parte, las observo con un interés cada vez mayor. Me culpabilizo porque algo debí hacer mal y siento un pesar profundo. Recuerdo cada instante, el momento crucial, su quejido, mi consideración y cómo la llevé al gozo esperando con una infinita paciencia y un tacto exquisito. La disfruté a mi vez con todos mis sentidos. Quizás piensen y teman que lo exteriorice entre mis amigos y ambas queden señaladas con toda la malidicencia de la que es capaz la gente. 

Estoy tan confuso que cuando se me acerca temo enfrentarme a una situación incómoda, precisamente con ella, a la que quiero y admiro con verdadera devoción. 

Frente a frente me sonríe y su rostro guapo se ilumina, es manifiesto que no trae reproches y a mí también se me abre la sonrisa y el espíritu vuela libre. 

Pretende ser breve, no dar pábulos a nadie de nuestra relación y conocimiento. 

Me pregunta si puede tener una segunda cita conmigo y me sorprendo tanto que muestro un gesto de desconcierto. 

¿Es extraño que quiera estar contigo?

En su pregunta hay igual desconcierto al apercibirse del mío.

La situación ahora es otra

Me sale espontáneo considerando las condiciones de la vez anterior.

Es claro… No pienso cobrar

Aclara, pensando que mi posición se debe al costo que llevaría implícito. En realidad lo que me sorprende es que me busque a mí, cuando debe estar tan requerida.

Siendo así, por qué yo, debes tener un batallón detrás dispuesto a lo que quieras.

Puntualizo para dejar clara mi posición.

-  Estoy harta de niñatos… Acabo siempre dolorida y frustrada.

Pero la cuestión es que ahora vienes tú y eso también tiene su precio

Me ha surgido de improviso, he puesto la situación en igualdad. He dejado a un lado el deseo que me embarga y las ganas que tengo de ella. La hice mujer y ahora debo enseñarle a valorar lo que quiere.

¿Qué me cobrarías?

Me pregunta sin más.

Siempre que me requieras tu, una sexta parte de lo que recibiste, tienes así un fondo para seis ocasiones. Lo consultaré con mamá

A su respuesta acompaña una nueva sonrisa, a la que yo asiento con un gesto serio, no me sale otro, estoy confuso.

La veo marchar con andar resuelto, su precioso cuerpo en movimiento es tan apetecible que correría tras de ella para decirle, que estoy dispuesto a pagar de nuevo yo. 

En los días que siguen no aparecen, no las veo por ningún lugar del gimnasio y otra vez entro en incertidumbre y culpabilidades, pienso que me pasé de listo.

Ya es viernes, el fin de semana lo tomo de descanso y es un día de esfuerzo y recordatorio de todos los músculos. Ando a medio hacer mis ejercicios cuando aparece, está increíblemente hermosa con las prendas ajustadas y de colores vivos.

Se me acerca sin más y con una sonrisa me pregunta

-  Podría ser hoy

Por supuesto, contesto con total firmeza

Y añado a continuación

Pon tú la hora y me ciño a ella En tu casa a las ocho ¿está bien?. Sí, claro

Le confirmo, ella me sonríe y enloquezco.

Ciao, hasta luego. Adiós, hasta luego.

Hasta la hora fijada el tiempo se me eterniza y lleva de un lado a otro como a un majareta perdido.

A la hora justa aparece, está preciosa como nunca, lleva un simple vestido, pero me da la apariencia de modelo. Lo tengo todo preparado pero hoy es ella la que paga y no está dispuesta a seguir mis roles.

Ya dentro se me abraza como de llevar tiempo deseándolo, me hace suyo, oprime con sus manos mis nalgas, busca con su entrepierna acoplarse, se me ofrece y nos besamos con un deseo inmenso.

Abre mi bata, se arrodilla a mis pies y me baja el pantalón del pijama. Comienza su propio festín, con una reacción apropiada de mi virilidad que se siente tremendamente halagada.

Me lleva de corrido a la habitación, se desnuda y se me ofrece piernas abiertas. Es todo impulso y deseo y yo la sigo con ardor. Se la inserto con delicadeza pero cumpliendo con sus expectativas. Necesita vigor, sentir el momento de impacto, luego martillo y con brevedad la llevo a la explosión. Es como si hubiese puesto la espoleta, a partir de aquí me lo pide todo.

Le hago cuantas posturas me pide, las disfruta todas, está brava y grita sin freno cuando se corre de seguido. Se permite epítetos guarros, es una niña que quiere ser perversa para romper con todos sus tabúes. Acaba agotada y feliz. Y, no sabe, lo que le espera todavía.

Le tenía preparado algunos manjares, le pido que se duche para luego tomar algo, se aviene de buena gana. La sorprendo con una mesa de lujo y se deja agasajar, nos deleitamos acompañándolo con unas copas de agradable champán francés.

Cuando volvemos a la cama está satisfecha y un punto perdida. Lo aprovecho, comienzo por sus pies en una caricia eterna hacia arriba. Luego vienen los besos profundos, el ariete lo tengo pleno y sin desgaste y se nota. Cuando bajo de nuevo ya sabe a dónde voy y abre sus muslos con descaro. Disfruto lamiendo cada uno de sus rinconcitos, se mueve sensual, pero ya no es felina sino gata. Le dedico una caricia interminable y casi imperceptible sobre su bastoncillo mágico, es muy efectiva pero de efecto retardado, cuando le llega el orgasmo es un volcán, se estremece y grita  perdiendo totalmente el control.  

Me ha llegado el momento, la sujeto y traigo hasta un lado de la cama, le sujeto abiertas las piernas y comienzo un juego perverso donde tengo las de ganar. Adentro y afuera, de prisa y con calma, suave y llegando hasta el fondo, es demasiado, vuelve a ser pantera. Me sujeta por las manos y me marca el ritmo, estoy disfrutando de todos sus encantos. La mezo entre mis brazos, le hurgo con mis dedos mientras entro y salgo, no deja de gemir, acaricio sus pechos y le entro en profundidad. Siento cada centímetro dentro de ella, la tengo a reventar y ambos somos consciente de ello. Aprovecho que está a punto de conseguir uno más y me uno a ella con unas ganas que le hacen soltar un quejido largo y sentido.

Es avanzada la noche y ella no puede quedarse en casa, si despertara aquí podría ser sorprendida por mi asistenta y no es persona que se calle. Le cuesta asumir la despedida, pero es necesario, al final termina llamando a su madre para que venga a recogerla, es incapaz de hacerlo sola y yo no puedo acompañarla a una hora tan intempestiva e indiscreta para cualquiera que nos vea.

En el fin de semana me permito soñar con todos los momentos vividos y me preparo para reencontrarme con ella en el gimnasio y comprobar cuál es su actitud. Espero no volver a las culpabilidades que me son tan propias. Preciosa mía te deseo seas tan feliz  como me siento yo en estos momentos.


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