¿Hasta donde llega la estupidez humana?

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Había un tiempo, donde el prisma de mi punto de vista, era mi propia enemiga.

Era de fácil creer, y en casi todo lo creía, sin rechistar, ¡Tremendo!  

Aún virgen, guardando las virtudes para el príncipe encantado, no podría ignorar el desinformado miedo que me asomaba, al sucumbir en una primera relación. La palabra coito me producía un serio terror, por el dolor difundido por las amigas, ya entendidas en el asunto.

Pasado un tiempo, no llegaba el príncipe ¿Y yo?

Me estaba quedando como la única  virgen del círculo amistoso.

Tenía que hacer algo al respecto, no vaya a ser que me excluyera de los secretos ardientes, por considerarme infantil. Mi himen integro, era un auténtico estorbo.

Pensando en lo que podría hacer, escuche un rumor de que los hombres de etnia oriental, poseían un miembro pequeño, y eso me gusto como una ecuación matemática solucionada.

En un local de entretenimiento musical, me deje seducir por un hombre chino, deposite en él, toda la esperanza de que la palabra dolor, no hiciera parte de este inusual encuentro.

Resultado; El hombre chino, era muy agradable y cariñoso, pero de pene pequeño, nada…

Me sentía engañada, pero aun así, no he permitido que el miedo, interrumpiera aquel deseado momento. Por nada iba a perder la oportunidad de deleitarme, de aquel singular amante chino, era todo un experto  en el arte de hacer el amor, y disfrute…

El miedo desapareció y se llevó mi  himen con él, para jamás volver.

 

Pero mi estupidez se repitió…

 

El destino es tan generoso, que cuando no aprendes una lección, te prepara otra más…

Después de un tiempo, andaba con muy mala racha, todo me salía negativo, y las puertas se cerraban al verme asomar.

Y otra vez…

Escuche el rumor que hacer el amor, con un hombre muy, pero que muy moreno color noche, abriría mi aurea negativa, para que la aurea positiva entrara a mi vida.

¿Y que hice?

Había un vecino muy amable, y muy moreno como la noche, que siempre intentaba tener algo conmigo, me deseaba y no escondía sus intenciones amorosas hacia a mí.

Decidida a cambiar mi fortuna, me deje seducir por él una noche, y ha sido unas de las peores relaciones, que había experimentado en toda mi vida hasta aquel momento, sexo frio, sin química, desastroso, para jamás volver a repetir.

Resultado; mi mala fortuna se duplico, pues seguía con todas las puertas cerradas y el vecino me perseguía enamorado día y noche. Por el día, me esperaba a la entrada de mi casa y por las noches colapsaba mi móvil de mensajes de amor. Ha sido muy difícil, librarme de él.

Definitivamente. Cuantas estupideces…

De esta vez, creo que aprendí la lección del exigente destino.

¿Y en cuanto a los  rumores? Soy capaz de comérselos mirándolos a los ojos…


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