Mi vecina necesita ponerse un enema

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Serían las seis de la tarde cuando el timbre de la puerta sonó.

- ¿Quién es?

- Soy yo, Isabel, la vecina de enfrente.

Isabel, una chica alta y delgada, pelo rubio, piel pálida, ojos grandes y azules Esa tarde vestía una camiseta de manga corta que le quedaba grande, pantalones blancos de tela, de esos que se sujetan con una lazada y zapatillas de andar por casa.

- Hola Isabel pasa. - dije invitándola a entrar y cerrando la puerta.

- Dime, ¿en qué puedo ayudarte? ¿quieres tomar algo?

- No gracias. Es una cosilla rápida y la verdad no sé muy bien cómo empezar... - dijo algo indecisa.

Las palabras de mi vecina me intrigaban. En estos años, como mucho habríamos hablado cuatro o cinco veces y ella siempre iba al grano.

- Dime.

- Perdona. Es que estoy nerviosa. -

- Tranquila, habla con total confianza, escucho.

- El caso. - Dijo bajando la voz como temiendo que alguien la oyese.

- El caso es que me han mandado ponerme un enema. - dijo enrojeciendo. - bueno, resulta que cuando fui a la farmacia pensé que me darían algo... algo más pequeño. Pero me encontré con un tubo de 250 ml terminado en un canuto muy largo... bueno, y yo, ya puesta... quiero hacer las cosas bien y no sé sí, cómo... -

- ¿Quieres que te ponga yo el enema? - dije poniendo voz de profesional.

Sus mejillas se iluminaron como un semáforo.

- Bueno, sí es posible, sí, sería una solución. -

- ¿Y cuándo sería?

- Bueno, cuando puedas.

- Ahora estoy libre. ¿Te parece bien?

- Vale.

La acompañé a su piso y fuimos directos hasta el dormitorio. Olía a perfume de rosas. Había una cama grande y una mesilla al lado. También había otra mesa más grande donde estaba el tubo del enema y un tubo como si fuese un dentífrico, pero transparente y en el que ponía "vaselina".

- A ver. - Dije tomando las riendas - Lo primero es que estés cómoda. Yo creo que lo podemos hacer aquí en la cama. ¿Tienes una toalla a mano? Perfecto, pues vamos a doblarla y ponerla sobre la cama. Bien, ahora quítate la ropa.

- ¿Toda?

- Sí, bueno la camiseta... sí, quítatela también, así no se mancha. Puedes quedarte con el sujetador.

Isabel se desnudó, quedándose solo con el sujetador y los calcetines. Su cuerpo era hermoso. Sus tetas de mediano tamaño se adivinaban firmes bajo el sostén color negro. Su culo bien formado, pálido y apretadito, con un pequeño lunar en la nalga derecha.

- Túmbate boca abajo, eso es, ponte un poco de lado, dobla un poco la pierna... veamos... separa las nalgas con las manos, eso es. Bien este es el ojete por donde meteremos la cánula. Vamos a poner un poco de vaselina primero. Relájate.

Al intentar meterle el dedo en el culo lo noté tenso. La chica estaba muy nerviosa.

- A ver Isabel, estás super nerviosa y así esto no va a funcionar. Podemos forzarlo, pero eso no es bueno. Lo ideal es que estés relajada.

- Eso es fácil de decir, pero... - Dijo.

- Siéntate, ven aquí, dame un abrazo. -

Me abrazó con fuerza, podía sentir toda esa energía fluyendo. Bueno también sentía el tacto agradable de sus tetas.

- Muy bien. Más tranquila...

- Es que me da mucha vergüenza y... también un poco de miedo.

- ¿El qué?, tu culete, una chica valiente como tú. Pero si tienes un trasero divino y tu cuerpo... bueno solo decirte que es una pena que no sepa dibujar, me hubiese quedado una obra de arte.

Isabel sonrió algo más relajada y volvió a tumbarse.

- Vamos a darte un masaje, relájate todo lo que puedas, déjate ir... eso es. - dije mientras aplicaba mis manos por su espalda, sobaba sus nalgas y masajeaba sus muslos.

- ¿ Mejor? -

- Sí, mucho mejor.

- Perfecto. Ahora voy a meterte un dedo con una pizca de vaselina en el ano para lubricar la zona. Relájate, eso es, buena chica.

Acabada la lubricación. Quité la capucha de la cánula del enema y tras untarla con vaselina. La metí con suavidad por el ojete.

- Tranquila, relájate. - dije tomándome un tiempo para acariciarle la parte baja de la espalda. - Vamos con ello, notarás el líquido entrando y luego, en unos segundos, empezará a picar un poco. La idea es aguantar ¿ok?. Tu vete diciéndome ¿ok?

- Vale.

El líquido comenzó a entrar. Más o menos cuando llevábamos la mitad Isabel se quejó.

- Uf, ya estoy llena. Queda mucho.

- Todavía falta un poco. Relájate. -

- Empieza a picar. Creo que tengo que ir al baño.

- Aguanta que ya casi hemos terminado. - dije estrujando el tubo de plástico y vaciando dentro de mi vecina los últimos mililitros de líquido.

- Ahora voy a sacarlo, cuando lo haga aprieta el culete para que no se salga, ¿ok?

La muchacha asintió y saqué la cánula poco a poco. Un poco de líquido se escapó del oscuro orificio y resbaló por la nalga de la chica mojando la toalla.

- Ya casi hemos terminado. Ahora viene la parte más difícil. Hay que aguantar. Eso es, masajea un poco la tripita y relájate.

Dos minutos después la situación estaba al rojo vivo.

- Tengo que ir. Voy a hacérmelo encima. - dijo

- Un minuto más. Cuanto más lo tengas más efecto te hará. Aguanta.

Al minuto o así se le escapó un poco de líquido y apretó el culo aún más.

- ¡uy!... he estado apunto - dijo enrojeciendo.

- Ya puedes ir. - Dije mientras la ayudaba a reincorporarse con cuidado. Luego de alguna forma, que hubiese sido cómica en otras circunstancias, medio a saltitos, medio andando, se alejó desnuda apretando el culito por el pasillo hacia el cuarto de baño y cerró la puerta tras de sí. Unos segundos después, amortiguado el sonido por la puerta y la distancia sonó la cadena del retrete. Más adelante se oyó el agua de la ducha y finalmente pasos por el pasillo. 

- ¿Qué tal? - pregunté cuando Isabel entró en la habitación, se había puesto una camiseta de tirantes blanca que le llegaba hasta los muslos. 

- Buf. Bien, ha salido todo escopetado.

- Imagino. Bueno, entiendo que tendrás que visitar el lavabo alguna vez más. Es lo que tienen estos chismes, te lo digo por experiencia. Bueno, te dejo, para que tengas un poco de intimidad.

- Oye, de verdad, mil gracias. - Dijo mientras me acompañaba hasta la puerta. - Te debo una.

- Nada, no ha sido nada. Para eso estamos los vecinos para ayudar.

- Nos vemos. Gracias. - dijo mientras intercambiábamos dos besos de despedida en las mejillas.

- Que te sea leve y que te vaya bien con el resto.


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