VACACIONES

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Y llegó el día tan ansiado y esperado, te vas de vacaciones.

Las maletas en el coche y los típicos nervios de antes de la salida revoloteando por tu estómago.

Este año es diferente, te vas sola, y aunque un sentimiento de libertad invade cada poro de tu ser, hay un pequeño puntito de pena pues la soledad de tu tiempo de hastío pone en el sol de tu corazón una pequeña nube negra.

Tras todo el día conduciendo, un calor abrasador y una serie casi interminable de cafés, divisas tu destino y una sonrisa florece en tu rostro, has llegado a tu retiro, a tu pequeño remanso de paz.

Descargas el vehículo y deshaces las maletas, ordenando toda la ropa y todo lo que te has llevado para pasar estos días.

Rato más tarde te das un paseo para despejarte y embriagarte con el aire marino y perderte entre casitas blancas y gente desconocida, lo que hace que tu mente se pierda y se evada de todo lo malo que, a lo largo de los últimos meses te ha sucedido.

Los colores, los sabores y, sobre todo, los olores…… te transportan a un mundo idílico, como si estuvieras en una burbuja temporal de la cual no quieres salir y en la cual nada ni nadie puede perturbarte.

Ya es tarde y decides irte a descansar, pues el viaje ha sido agotador y mañana te espera tu primer día de playa, el cual llevas tiempo ansiando.

Te encaminas hacia casa y algo en el aire te resulta familiar, un perfume que, sin haberlo olido antes, te llama extrañamente la atención, un olor altamente familiar a la vez que atrayente y excitante.

Te paras y, con un gesto de curiosidad, observas alrededor tuyo para ver si puedes dar con la fuente de ese extraño olor. Pero para tu sorpresa, no hay nadie cerca de ti, a no ser, las pocas personas que beben y hablan en la puerta de una pequeña tasca que hay cerca de tu portal.

Sacudes la cabeza, y con cierta extrañeza, te introduces en el portal dispuesta a descansar.

A la mañana siguiente y ya descansada, te encaminas hacia la playa, a tu calita de siempre, a tu sitio privado entre dunas y cañas.

El reconfortante calor del Sol, el sonido arrullador de las olas y la brisa que mece tus cabellos hacen que te relajes tanto que no puedes soportar el peso de tus párpados y te quedas dormida sobre la toalla.

No sabes cuánto tiempo ha pasado pero notas que el Sol ha hecho su trabajo sobre tu piel y no sabes cómo aliviar tu piel reseca.

En ese mismo instante, la fragancia que habías olido la noche anterior vuelve a inundar tu olfato y sin saber cómo, sientes una agradable sensación de frescor en tu maltrecha espalda.

Te vuelves a tumbar  y relajada, notas como unas manos extrañas se posan sobre tu espalda y muy suavemente, como si no te quisieran tocar, empiezan a esparcir la crema por tus hombros.

Tu primera reacción es la de darte la vuelta, pero la sensación es tan reconfortante que no mueves un músculo.

Las manos siguen con su tarea, acariciando tu espalda y cuello como si flotaran sobre tu piel y con cada movimiento de sus dedos notas cómo una pequeña descarga de tranquilizante electricidad se clava en cada molécula de tu ser.

Te dejas hacer mientras te emborrachas con el olor que te envuelve. Ya no existe el salitre, ni la arena, ni la brisa….solo esa fragancia y la sensación de paz y emoción que te inunda en ese momento.

Notas cómo esas manos empiezan a bajar por tu cintura y se deslizan suavemente por dentro del pequeño bikini que te has puesto hoy. Tu espalda sufre pequeñas convulsiones de placer cuando notas las yemas de sus dedos resbalando por tu piel. Y el olor….siempre el olor, presente todo el rato en tu mente.

De repente, y sin avisar, te giras para descubrir que allí no hay nadie, que tu imaginación te ha jugado una mala pasada y que solo ha sido un pequeño y agradable sueño provocado por un maravilloso libro que alguien te regaló días antes de tu partida.

Te levantas y con la mano sobre los ojos, intentas buscar al dueño de esas manos que te habían hecho vibrar de esa manera tan desconocida hasta ahora para ti. Pero todo es inútil, no hay nadie cerca y con un gesto de resignación, recoges tus cosas y te encaminas hacia tu casa.

El verano transcurre con normalidad, pero en tu cabeza retumba ese olor y esas manos que, aún intentándolo no hay manera de sacarte de la cabeza.

Llega el día de tu retorno, un montón de horas y kilómetros, cafés y calor y , por fin, de nuevo en casa.

Al llegar, te encuentras con tu hermana que te invita a tomar algo y tu accedes, olvidándote de las maletas, de recoger y ordenar…ya lo harás mañana¡¡¡¡

Os acercáis a la zona de moda y cuando vais a entrar en el pub ……un olor que te transporta al lugar dónde tan solo unas pocas horas antes habías abandonado no sin pena.

Intentas descubrir de dónde proviene y, poco a poco se va haciendo más intenso, hasta que descubres que es el jefe de seguridad del bar al que intentáis acceder y te acercas a él como si fuera un imán.

Os abre la puerta y con una amplia sonrisa os da la bienvenida. Sin querer, te tropiezas con el escalón de la entrada. Él te sujeta por la cintura con su mano y tú, notas como una descarga de electricidad te sobrecoge mientras os miráis fijamente a los ojos parando el tiempo por un instante que parece eterno.

En ese preciso instante te das cuenta de que todo lo acaecido aquel segundo día de vacaciones, era un augurio de lo que iba a acontecer en tu vida.

¿Suerte? ¿Coincidencia? O , simplemente….destino.


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