Un susurro

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Un susurró despertó a Javier en medio de la anoche. Había una tranquilidad normal a excepción de un perro que ladraba a lo lejos. Ignoró la brisa que acariciaba las hojas que golpeaban contra la ventana. De nuevo, escuchó su nombre en un susurro más nítido. El cuarto estaba ordenado. Decidió levantarse sin prender la luz y algo le hizo asomarse por la ventana.

La noche era fresca así que intentó no abrir la ventana. Desde ahí se veía la calle interminable en el horizonte, pues empezaba desde su casa. No había nada más que una luz exterior titilando y los arbustos y árboles moviéndose por la caricia del viento. La penumbra envolvía el barrio y de repente vio una figura. No podía distinguirla pero corrió la cortina nuevamente y se acostó a dormir.

Su mente estaba atenta, su respiración era suave tratando de hacer el menos sonido posible, pero logró conciliar el sueño. A la mañana siguiente, su madre lo despertó para ir a la escuela. No era algo divertido para Javier. Se retorció y se abrazó a la almohada, pero su madre fue insistente y sacando fuerzas, logro sentarse a la cama. Tenía su pijama con dibujos de las tortugas ninjas y tenía el cabello alborotado. Le costaba abrir los ojos.

 

Se aseó, se vistió con el uniforme y desayunó. Su madre lo vio demasiado pensativo y silencioso.

 

—¿Qué pasó, hijo? Por qué tan callado?

 

El joven no respondió con rapidez, estaba absorto en sus pensamientos.

—¿Eh? Nada, es solo que… tuve un sueño raro. En realidad no sé si fue un sueño o algo real.

Su madre dejó la cuchara y le preguntó sobre lo que soñó. En ese apareció su padre apresurándolo para que no lleguen tarde. Una vez en el auto, miró en dirección a donde había visto o creyó ver a la figura oscura.

En clase, estuvo desconcentrado todo el tiempo. Estaba cursando historia y sin poder evitarlo quedó dormido. Sus compañeros se apartaron de él cuando una bruma negra inundó el salón y apareció una plaga de insectos. Cubrían gran parte de su brazo y el olor era desagradable. Su compañera, disimuladamente, intentó despertarlo. El joven se sobresaltó, miró a su alrededor y comprendió que fue una pesadilla. Su amiga le preguntó que le pasaba.

Javier palideció. Su piel se erizó y tenía la mirada perdida. Su compañera se dio cuenta que algo no iba bien. Estuvo a punto de llamar avisar a la profesora, pero Javier murmuró:

—Lo vi, de nuevo.

La joven lo miró con incertidumbre. Arqueó las cejas y movió la cabeza hacia adelante.

—Anoche… vi o soné con una figura, ahora lo vi, estaba aquí, envuelto en una bruma de oscuridad. Tenía un manto negro y una máscara… peculiar con un pico largo.

—Cómo los médicos europeos durante la peste negra?

—Sí, si eso.

La joven mira a la profesora para vigilar que no los atrape hablando. Seguía con la lección.

—No te preocupes, esta tarde reviso el péndulo a ver qué me dice. Te daría algo para alejar a esa figura, pero…

—¡No! Necesito saber un poco más. Es aterrado-ra y no sé qué signifique.

Al finalizar la clase, saliendo de la escuela. Su compañera le advierte que si va a comunicarse con esa figura en sus sueños, debe tener cuidado.

-A menudo las entidades que nos persiguen pueden aparecerse en nuestros sueños.

Regresó a su casa caminando, pues había sol y quiso aprovechar para pensar y ahí, una vez más su mente no se detuvo su imaginación era voraz y podía perderse en múltiples universos alternos que su mente creaba. Repetía en su cabeza las preguntas que se le ocurría, una y otra vez. Se detuvo dónde le parecía ver esa figura misteriosa en la noche y no había más que dos árboles un buzón postal y nada más. Decidió continuar hasta su casa cuando sintió escalofríos, quizá por esa sensación de ser observado que tuvo durante todo el viaje.

Esa noche se despertó sudoroso. Aunque el ambiente se tornó frio. Un susurro llegó a sus oídos, lo llamaban. Con agitación se aproximó a la ventana y vio una figura oscura moverse en la calle. Intentó distinguir algo hasta que entró en una especie de trance y bajó las escaleras y salió al patio, descalzo. Había una invasión de insectos en su jardín. Cuando retomó la conciencia, vio a esa figura que lo atormentaba. Pudo ver la máscara.

—¿Que querés? —dijo efusivamente— ¿Quién sos?

sintió impotencia y rabia por lo desconocido. La figura alzo un brazo como si quisiera agarrarlo, pero estaba varios metros a distancia. De forma impulsiva, Javier, corrió a la casa, trabó la puerta y se dirigió a su dormitorio. Ni bien entró, la atmosfera se volvió fría y aparecieron moscas verdes y otros insectos. Le dio un vuelco el corazón cuando esa figura apareció en su espejo, como si estuviese flotando y luego, sale convertido en una bruma oscura. Javier gritó. Poco después entraron sus padres y lo encontraron acurrucado con sus manos rodeando las piernas hundiendo la cabeza en medio. Todo estaba normal. No había nada extraño incluso funcionaban las luces.


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