EL CAJÓN DE SASTRE

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Jesús Mestre en un momento de descanso en la oficina de Seguros en la que trabajaba, se le acercó una administrativa  de mediana edad llamada Gemma, la cual desde su adolescencia no había dejado de ser una rebelde de las diversas etapas políticas que le había tocado vivir en su su país y, le dijo con un acento cargado de agresividad:

- Chico. ¿Tú te crees todo lo que se dice de esta misteriosa pandemia?

- Por supuesto. Es una desgracia que nos ha tocado vivir - respondió extrañado Jesús de aquella pregunta.

- Pues eres tan incauto como todos los demás - le dijo ella con sorna-. Este virus tiene más de fantasía que de realidad, y es una escenificación orquestada por los políticos de medio mundo para tenernos a todos dominados a través del miedo, en connivencia con Sanidad. Y esto del confinamiento, y de las mascarillas que no dejan respirar, así como la limitación del número de personas en una reunión familiar o de amigos es de lo más cruel y perverso que se haya podido inventar.

-¡Pero qué dices, mujer! Si salta a la vista la muerte de muchas personas a causa de este virus - respondió Jesús alarmado.

- Si, sí... Para que te enteres la gente se muere de muchas otras enfermedades que la Medicina oficual no sabe curar. Y no creas que esto me lo invento yo. Hay prestigiosos médicos y científicos que dicen esto mismo, y que por tanto se niegan a colaborar en esta pantomima. Y mira. El sábado por la tarde iré a una manifestación en el centro de la ciudad  de gente que ya está harta de que los de arriba nos tomen el pelo. Si quieres venir ya sabes.

Jesús meneó la cabeza en señal de desaprobación.

-¡Qué pasa, chico! No pongas esa cara de vinagre. Ahora hay Democracia; libertad de expresión, y es legítimo pensar como a mí me de la gana.

Para Jesús el discurso de su compañera de trabajo tenía una connotación que chirriaba como una puerta mal engrasada. ¿Es legítimo abrazar una teoría absurda, una soberana mentira que al ser difundida públicamente y que puede perjudicar a la salud de mucha gente que tiene con un débil juicio crítico de las cosas,  en aras de una mal llamada libertad de expresión?

La Democracia con su Constitución ampara cualquier clase de idea, pero también ésta se confunde con un Cajón de Sastre en el que caben muchas maneras de ser tanto buenas como malas y por tanto se hace incoherente consigo sí misma. Por un lado defiende la legitimidad de cualquier nefasto modo de pensar, y por el otro lado condena su mala acción. Mas esta laxa permisividad, que es la réplica a la rigidez y a la intolerancia del anterior Régimen polìtico totalitario de hace unos años, da lugar a que aparezcan personajes, bicharracos nada recomendables que a nivel social y político nos pueden perjudicar. Y la Historia que para eso está nos lo recuerda constantemente. No hay que olvidar que los nazis alcanzaron el Poder gracias a unas Elecciones Generales debido a la permisividad de esta Democracia que también hacía de Cajón de Sastre de su tiempo y de todos es conocido lo que vino después.

Gemma se ufana de pensar como quiera, pero de hecho no es así. Este discurso  negacionista de la pandemia ella lo escuchó un día en Internet de un sujeto carismático cuya grandilocuencia al hablar caló en el lado emocional de la mente de la ya de por sí rebelde mujer; es lo que se llama una sugestión la cual tiene mucho poder en ciertas personas, y ya no puede admitir ninguna otra discusión sobre este tema. La verdad del asunto era que a aquel sujeto que hablaba con tanta convicción lo que realmente le interesaba era ganar clientes para que le comprasen  sus productos "milagrosos" de dudosa efectividad que procedían de un extraño entramado comercial; o lo que es lo mismo de unos oscuros intereses creados. 

Pero con decir que Gemma está manipulada a nivel emocional y que a todos nos puede pasar, ésto no justifica nada, sino que con esta vaga explicación  todavía se retroalimentan más los indeseables que pululan en este Cajón de Sastre los cuales ansían desesperadamente salirse con la suya y hacerse los dueños de la situación.

Ciertamente, un sujeto puede pensar como quiera por disparatada que sea su teoría. ¿Pero se cree acaso el amable lector que éste se va a quedar en su casa especulando mirando al techo con su alocada idea y nada más? Nada de eso. El sujeto querrá movilizar a su pensamiento, convertirlo en algo tangile y real y sobre todo influir en quien sea con dicha idea para poderla llevar a cabo. Tras la teoría viene la práctica.

Por eso, pienso yo que es conveniente que a esta Democracia se la tiene que defender con unos instrumentos jurídicos lo suficientemente consistentes que estén lejos de cualquier ambivalencia que dé soporte a cualquier pensamiento-basura que atente contra la integridad social.

Si, muchas veces un acto reprobable es antiético pero no es delictivo. Lo malo es que este mismo acto tan feo se hace fuerte, y puede acabar en delito por culpa de esta endeble permisividad.

 

 

 

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