Mama, dejame a mi II

Por
Enviado el , clasificado en Reflexiones
577 visitas

Marcar como relato favorito

Respiro profundo y me digo, solo hay un camino y es el mío. Una a una, me voy quitando las capas de las ropas y adornos que mi madre me había elegido, una a una las voy desechando, con cada capa que cae, voy recordando quien soy yo realmente, los placeres de bailar, los placeres de jugar, los placeres de respirar, el placer de saberme viva. Hasta que me quedo desnuda, entonces, me dirijo a mi armario. Con cada paso, más capas, se siguen cayendo, ya no ropa, sino creencias que había hecho mías y que realmente no lo son. Mucho más ligera ya, llego a mi armario. Mi madre intentó tirar mi traje, mi disfraz para la representación y no se dio cuenta de que, le había dado el cambiazo, ella había tirado unos trapos viejos, y mi vestido olímpico había sobrevivido, estaba ahí.

Respiré y sonreí con cariño al verlos y pensé:

-Realmente parecen unos trapos viejos, solo a mi, y a mi maestro se nos hubiera ocurrido que esto podían ser las ropas apropiadas para la representación olímpica.

Respiro y sonrío contenta al darme cuenta de la suerte que he tenido de tener a los maestros que he tenido y les envío un guiño.

Respiro y elijo ser yo misma. Me maquillo y me pongo los abalorios. Además, me visto, capa sobre capa, se me ajustan, como guantes sobre guantes. El baile es una danza con diferentes etapas, como lo ha sido mi vida; empezando por el nacimiento y siguiendo con un baile invocando a la lluvia y finalizando en un tango de rendición. Durante todo el baile prima el amor, amor a la música, al baile, a quién soy yo y a mis iguales, honrando el suelo que en ocasiones piso; en ocasiones, solo rozo, puesto que floto, como fluyo en la vida.

Abro las ventanas, y le grito al universo:

-¡He vuelto! ¡Volvamos a jugar! ¡Vamos a bailar! ¡Vamos a disfrutar!

Pongo la música, me viene bien para acallar las otras voces, y centrarme en la única voz que me importa, que es la mía. La música es música nacida de mi corazón, la llevo en mi sangre. Los tambores son los latidos de mi corazón, esa música fue compuesta por y para mi, esa música es quien yo soy. Respiro y me planto en mitad de la pista, hago una reverencia al petirrojo,

-¡Esta va por usted! Le digo, me parece que el petirrojo me entiende y me guiña un ojo.

Respiro y sonrío, es mi momento. En ese momento veo al petirrojo y, a la vez, veo a toda la gente que me ha apoyado para llegar ahí, en ese momento veo a toda la gente que cree en mí; en ese momento, veo a mis fans y compañeros, que, conmigo han descubierto que el ballet no tiene por que ser rígido, a las personas que han descubierto que la clave está en amar lo que hacemos y quienes somos, y hacerlo tan a menudo como podemos cuidándonos para estar al servicio de la causa mayor. Por todos ellos, respiro y me inclino, me acepto como quien soy, me dejo ver, me dejo fluir.

La música empieza, es muy suave. Al principio las luces están oscuras y yo soy una piedra gris, inmóvil en la pista de baile, y, poco a poco, la música va cogiendo intensidad. Yo me muevo con movimientos delicados al principio, me muevo poco, al principio soy como una brizna de hierba, me muevo con la suave brisa. En el balcón hay más y más pájaros y me acompañan con su cantar. La música va tomando importancia y yo, cada vez, me muevo más, soy más flexible, los pies están enraizados y mi cuerpo se mueve al son de la música, que va adquiriendo fuerza, una tormenta se acerca y yo crezco, de brizna me he convertido en junco, sigo respirando y ahora me convierto en un árbol joven, eso sí, con un gran arraigue, un árbol muy muy flexible, la tuba suena fuerte, los otros instrumentos de viento están violentos y los tambores cogen cada vez mayor importancia, son los truenos y los rayos.

Hay un estallido de luz y se hace la oscuridad. Las luces se quedan bajas, y con tonos azules, la música se siente lejana y son ahora sonidos de cuerda los que se empiezan a sumar, ahí estoy yo, ahora mis ropas son negras a aguas, y me muevo. Ahora soy un delfín, voy flotando, voy dejándome llevar por la corriente, ejecuto movimientos de suelo y poco a poco empiezo a saltar, la corriente va cogiendo intensidad y yo con ella, cada vez salto más, arriba hay luces, arriba hay luz. Yo salto, y con cada salto, alcanzo más y más arriba y mis ropas y yo misma nos aclaramos. Mis ropas están hechas de plumas, que cuando estoy en el suelo son oscuras, y cuando salto, son claras, por que al saltar se abren y dejan que la luz penetre dentro, y lo que parecía oscuridad, es en realidad luz.

La música y las luces vuelven a cambiar, y yo con ellas, la música es una perfecta combinación de todos los instrumentos, la luz es la del amanecer y con ella, yo me convierto en animal que anda a cuatro patas, primero una lagartija y poco a poco voy adquiriendo la elegancia de un leopardo. Voy con mi traje segunda piel negro y con él me paseo por la pista. El sol va subiendo, la luz va cogiendo importancia para descubrir que mi traje no es realmente negro, sino gris, y que yo realmente no soy una leopardo, sino una loba. Cuanta más luz hay, se aprecia que la loba es realmente una mujer chaman, y bailo, conectada con la naturaleza, con cada golpe en el suelo me conecto con la tierra, son movimientos medidos y premeditados, cada vez que levanto el pie, el aire me sostiene, y voy conectándome con las moléculas, de la tierra, con las del aire, soy a la vez yo y mis ancestros y mis descendientes.

Me voy conectando con la realidad, con el momento, los movimientos son precisos, hago el amor con la realidad, con el suelo y con el aire y con el cielo y con las nubes, el universo me ama y yo le amo y honro con mi presencia, esa es quien yo soy, yo soy esa que es una con la realidad, con el universo y que ama. Estoy invocando al agua, en forma de lluvia y una cortina de agua recorre la pista.

En ese momento, la última capa se cae, yo la dejo caer y un vestido de noche rojo de lentejuelas aparece, ahí está y ahí estoy yo, con un vestido rojo como la sangre, brillante y que hace aguas multicolores, la música se ralentiza, la música y yo somos una, yo hago el amor a la música y la música me hace el amor a mi, me encanta, somos uno, no necesito pareja, por que soy sujetada por la música y a la vez, yo llevo a la música. La música es mi amante y yo el suyo.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed