Lubina al vodka (parte 4/4)

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Nos fuimos al sofá a comer el postre y nada más sentarnos me desabrochó la camisa y me la quitó. Cogió un poco del postre con una cucharilla me manchó un pecho más arriba del pezón y lo limpió con la lengua. Me dijo que era la mejor forma de comer ese postre. Volvió a mancharme esta vez en el pezón y volvió a limpiarme con la lengua. Le dije yo que también quería probarlo sobre algo que más sugerente que la cucharilla. Se sacó la polla y la metió en su tazón para después ofrecérmelo. Lo chupé y estaba buenísimo, aunque se notaba en el sabor los restos de mi sexo. Volví a probarlo con la cucharilla y estaba delicioso con su sabor real. Después de unas cucharadas más el resto me lo acabé sobre distintas partes de su anatomía.

Me tumbó en el sofá y me arrastró hasta quedar recostada sobre un brazo del sofá con las piernas colgando hacia fuera, las abrió todo lo que daban de si y empezó a comerme el coño deslizando la lengua por el orificio trasero de vez en cuando. Hizo que me corriera dos veces antes de acercarse con la polla en la mano y ponérmela delante de la boca. Esta vez fue más fácil comerle el capullo, pero no más, a pesar de que me embestía intentando meterla más.

Cuando estuvo preparado volvió al coño y la metió. Me corrí otras dos veces antes de que me la sacará y me hiciera ponerme de rodillas en el suelo para volver a metérmela en la boca. Empecé a masturbarle sin dejar de pasarla lengua por la punta mientras intentaba comerle la mayor cantidad de polla. Supe cuando se iba a correr porque puso el cuerpo rígido, pero seguí chupando hasta que su descarga me llego a la garganta y rebosó por los labios. Deje salir su leche dejando que resbalara por la barbilla y me cayera en los pechos mientras le miraba los ojos.

Me besó en boca y me dijo que tragara lo que me quedara en la boca y así lo hice. Me fue limpiando con la lengua y volvía a besarme ofreciéndome los restos de su semen que me trague también.

Me levanté y serví dos chupitos de orujo de hierbas que nos sentaron divinamente y nos relajó. Al poco se fue a la cocina y volvió con la botella de aceite. Me dijo que me pusiera de rodillas y apoyara las manos sobre el brazo del sofá. Me pasó la lengua por el culo mientras me acariciaba el clítoris y me encendí de nuevo, estaba cerca de correrme cuando sentí que algo frío y viscoso me resbalaba por el culo. Miré hacia atrás y vi que me estaba poniendo un chorro de aceite de oliva virgen extra y sustituyó la lengua por dos dedos que me entraron sin dificultad, por lo que añadió un tercero.

Había hecho sexo anal en alguna ocasión con mi marido, pero no era una práctica que nos atrajera demasiado, pero esta vez empezó a gustarme y moví el culo haciéndole saber que no lo rechazaba lo que le animó a empezar a meterlos y sacarlos. Me hacía daño, pero era soportable porque el aceite facilitaba mucho la fricción.

Me frotó la punta de la polla por el culo y al poco noté que empujaba en el orificio. Le dije que por favor no intentará meterla que me iba a hacer daño y podía desgarrarme, pero siguió presionando con la polla. Sentí un dolor horrible cuando metió la punta y en ese momento me incorporó y me cogió las tetas estrujándolas para acabar tirando de los pezones y me dijo que si quería que la sacase lo hacía.

Me dolía horrores, pero cuando estás tan excitada siempre quieres más y le dije no, que siguiera. En que momento se lo dije. Entró dentro de mí de un solo empujón mientras me clavaba las uñas en los pezones. Empecé a gritar de dolor, pero enseguida fueron de excitación cuando empecé a correrme. No me dio tregua, siguió dándome por el culo hasta que hizo que me corriera de nuevo. Sentí perfectamente su corrida caliente derramándose dentro de mí.

Aún me hizo correrme una última vez antes de marcharse, pero esta vez de forma calmada, lamiéndome el clítoris muy despacio y haciéndome ascender poco a poco hasta el orgasmo. Me dejó hecha unos zorros, no podía casi sujetarme de pie cuando le acompañé a la puerta para despedirnos.

La cena que preparé ese sábado fue del elogio de todos los comensales y cuando me preguntaron donde había aprendido a hacer los platos, contesté que en internet esta todo al alcance de la mano y era un menú que había encontrado de un restaurante de Castellón.

A la semana siguiente, me dijo mi marido que tenía que tenía una cena en Coruña y dormiría allí para volar por la mañana de vuelta a Madrid. En cuanto supe el día que iba a dormir fuera de casa llamé a mi cocinero para invitarle a cenar en un restaurante y pasar la noche juntos.

Aceptó encantado y me dijo que mejor cenábamos algo en mi casa y “jugábamos” mientras se pochaban unas patatas para hacer una tortilla y me pareció perfecto. Como una premonición, tuve el primer orgasmo de la noche antes de que las patatas estuvieran listas para mezclarlas con el huevo antes de cuajarlas. Cocinó desnudo, a excepción de un delantal mío que le dejaba el culo al aire, lo que me permitía acariciarlo sin tela de por medio.

No sé cuántas veces me corrí aquella noche más dos por la mañana antes de que se marchara, pero al día siguiente no me podía mover de la cama. Solo con cruzar las piernas ya me escocían los labios vaginales y lo mismo me pasaba con los pechos cuando me rozaba. Del culo prefiero no acordarme, dos días sentándome de lado.

Le llame por teléfono a la semana siguiente para ver si quería que nos viéramos, pero ya se había incorporado a su trabajo en Castellón y no he vuelto a saber de él. Han pasado tres años, pero aún me masturbo a veces recordándole.

 


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