Traseros con voz. Parte 1

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Sergio cerró la puerta de la calle tras de sí depositando las bolsas de la compra en el suelo, se quitó los zapatos y la mascarilla y fue directo a lavarse las manos.

La lluvia de otoño, las rachas de viento y las nubes negras hacían que llegar al calorcito del hogar fuese algo apetecible.

Terminado el lavado de manos, se dirigió a su habitación. Allí, se quitó los pantalones y la camisa, se rascó la nalga y se tiró un pedo. Luego se puso unos pantalones cortos y una camiseta de media manga que se ajustaba bastante a su cuerpo.

Tenía ganas de orinar, pero antes quería meter las cosas en la nevera. Cuando se agachó para cogerlas, a punto estuvo de soltar otra ventosidad, pero apretó el culo para evitarlo. Las ganas de orinar iban en aumento, pero podía aguantar un poco más. En la cocina colocó los alimentos en la nevera y aprovechó, a pesar de la urgencia, para beber agua.

Ya en el baño cerró la puerta y abrió la ventana que daba a una especie de patio estrecho que hacía las veces de respirador. Luego, se bajó los pantalones y los calzoncillos dejándolos caer hasta la mitad del culo. El pene estaba crecido y el airecillo fresco, que se colaba por la ventana abierta, acariciaba sus nalgas de una forma que le gustaba. Sí, eso de estar con el miembro al aire, aguantando el pis y apretando el esfínter le excitaba, aunque no fuese todo placer. Quizás después de todo le gustaba un poco el rollo sadomasoquista o quizás no.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el ruido de una mujer que entraba en el baño del piso de arriba tarareando una canción. Un grifo abriéndose y cerrándose, el sonido de la tapa del retrete al ser bajada y luego un ruido parecido al del aire escapando de una colchoneta, probablemente un pedo. Y para acabar, el sonido del pis chocando contra la taza.

Sergio, que tenía una gran dosis de imaginación, dio vida a la escena en su mente y agarrándose el rabo, se masturbó hasta que no pudo aguantar más, dejando escapar a un tiempo semen, orina y ventosidad. Si la inquilina del piso superior todavía estaba en el baño cuando se produjo el hecho o no, es algo que Sergio no podía saber en ese momento.

De vuelta a la habitación, algo más relajado. Se dejó caer boca arriba en la cama, se rascó la nalga y cogió la tableta que tenía en una mesilla. A continuación, abrió el bloc de notas y comenzó a escribir.

"El supermercado estaba lleno de mascarillas y culos, culos masculinos y femeninos, siendo estos últimos los que atraían la atención del chico de barba. Los había grandes y pequeños, firmes y caídos. Unos, los más golosos, engullían la ropa interior, marcando la raja. Otros, más tímidos, ocultaban sus formas debajo de amplias faldas u holgados pantalones. Por un momento, el chico de barba jugo a desnudar a todas aquellas personas en su mente, a dejarlas con el pandero al aire, en cueros. Le gustaban los culos, siempre le habían gustado. "

El timbre de la puerta interrumpió el relato. El pene, que hace un minuto había recuperado su flacidez, volvía a tener ganas de juerga. Sergio metió la mano y lo colocó hacia un lado acariciándolo mientras respiraba hondo tratando de relajarse. " ¿Quién diablos llamaba a estas horas?"

 (Continuará)


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