En la playa nudista

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Era finales de mayo y ya hacía temperatura veraniega en la región de Murcia, al menos durante el día y hasta que se ponía el sol.

Las playas estaban prácticamente vacías, si acaso algún jubilado extranjero de los muchos que pasan el invierno allí y tienen vivienda propia en la zona de Mazarrón. Como mi trabajo es de cocinera y solo trabajo los días de diario para las cenas, suelo aprovechar las mañanas para ir a la playa a tomar el sol y darme un baño si aprieta mucho.

Aquel día, como tantos otros, me fui en el coche a las playas nudistas de Bolnuevo donde se accede por un camino de tierra en bastante mal estado, pero transitable para tomar el sol y que el biquini no me dejara marcas.

Al llegar solo había una moto de pequeña cilindrada en la zona de aparcamiento y me alegré porque seguramente la playa estaría prácticamente vacía, como así fue. Tan solo una parejita muy joven desnudos sentados sobre una tela de las que venden por las playas los vendedores ambulantes y estaban de moda en sustitución de la toalla.

La playa estaba prácticamente cubierta de posidonea seca, una planta acuática cuya mayor virtud es limpiar el agua del mar y es arrastrada hasta tierra por las mareas. Quedaba una parte más o menos limpia en el lugar de acceso a la playa, justo donde se había puesto la parejita. Me retiré todo lo posible para no romper su intimidad y coloqué la esterilla en el suelo y la toalla encima, a unos veinte metros de ellos.

Se pusieron a jugar a las cartas uno en frente del otro. El chico debía de hacer trampas porque ella se quejaba y le regañaba constantemente entre risas bastante escandalosas por parte de ambos. En una de esas riñas ella se levantó y se tiró literalmente encima de él empezando a pelearse obviando mi presencia. Era imposible no escuchar lo que decían y por curiosidad giré la cabeza hacia ellos en el momento que él la cogía la cara con las dos manos y la besaba en los labios. Ella se retiró y volvió a sentarse. El contacto de los cuerpos durante la pelea había causado efecto en el chico y era evidente que estaba empalmado.

Ella se colocó con las palmas de las manos en el suelo hacia detrás de la espalda y estiró las piernas hacia el chico. Escuché decir que siguiera al chico y miré de nuevo hacia ellos. El pie de la chica estaba apoyado sobre el pene del chico estirando la piel hacia abajo dejándole el capullo totalmente al descubierto y el pellejo tenso. Cuando retiraba el pie la piel se destensaba, pero el capullo quedaba al descubierto por la erección. Lo repitió varias veces haciendo que la excitación del chico creciera y empezó a masturbarle de verdad con el pie, separando el dedo gordo de los otros en forma de “v”.

Inconscientemente me quedé embobada mirándoles hasta que la chica miró hacia donde yo estaba y nuestros ojos se cruzaron. En ese momento fui consciente de mi imprudencia y desvié la vista hacia al mar, pero la curiosidad me pudo. Me puse las gafas de sol y saqué el libro de la bolsa para disimular y volví a observarles de reojo. Me giré un poco y me coloqué de forma que podía observarles desviando un poco la vista hacia la derecha a través de los cristales oscuros de las gafas. Era imposible que adivinaran a ciencia cierta si les miraba a ellos o al libro y tuve la precaución de ir pasando de página de vez en cuando para simular que estaba leyendo.

El chico adoptó la misma posición que ella y estirando una pierna le colocó la planta del pie sobre el pubis y empezó a moverlo al ritmo que ella marcaba sobre su pene. Hábilmente colocó el dedo gordo entre los labios vaginales y consiguió introducírselo. Lo sacó y volvió a meterlo varias veces. La estaba follando con el dedo.

Ella se incorporó y empujó al chico para que se tumbara boca arriba y poder sentarse con las piernas abiertas a la altura de la cabeza, acercándole el pubis a la boca. Él saco la lengua y empezó a pasársela lentamente por la abertura hasta que ella le cogió de los pelos y le colocó la lengua directamente en el clítoris.

A esas alturas yo ya estaba totalmente mojada. Me había sentado sobre la toalla en posición de loto procurando que el muslo dejara a cubierto el sexo y poder acariciarme sin que me vieran, aunque la verdad es que no creo que a ellos les importara lo que yo hiciera en esos momentos porque seguramente ni siquiera se acordaban de mi presencia. Empecé a masajearme el clítoris sin perder detalle de sus evoluciones. Cuando ella empezó a correrse emitiendo gemidos yo hice lo propio y me corrí también.

Descendió sin separar el pubis del cuerpo del muchacho y se sentó sobre del pene. Se pasó el capullo por los labios de la vagina y deslizándose hacia abajo se lo introdujo desapareciendo dentro de ella. Empezó a girar las caderas en círculos mientras el chico acusaba las consecuencias.

Me metí dos dedos en el coño y empecé a frotarme otra vez el clítoris con la otra mano. Sentí que un nuevo orgasmo se estaba fraguando y no tardaría en sacudirme el cuerpo, pero aguanté todo lo que pude hasta que vi al chico levantar el culo y correrse por la cara que puso. Me dejé llevar y me centré mi imaginación en que se estaba corriendo dentro de mí y tuve un segundo orgasmo.

La chica se levantó y le tendió la mano al chico para que se levantara. Cogidos de la mano se fueron en dirección al mar mientras la chica se limpiaba los chorretones de semen que resbalaban por sus muslos. Al llegar a la orilla se metieron directamente en el agua.

No les perdí de vista en ningún momento y me recreé mentalmente en lo que acaba de pasar. Cuando salieron del agua se secaron y recogieron sus cosas. Al marcharse ella me hizo una reverencia como si me brindase su polvo y me mandó un beso que depositó en la palma de la mano y me lo sopló.


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