Vecinas

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El apartamento era demasiado chico; a duras penas cabían la cama doble y el escritorio; la cocina era diminuta con una barra alta y dos bancos a juego, pero el baño era bastante decente y el balcón, aunque chico, era cómodo para recibir la brisa vespertina e incluso sentarme a leer en los escasos días de ocio.

Y además, tenía una vista interesante: las vecinas del bloque de enfrente. Tres apartamentos seguidos habitados por mujeres bellísimas que solían vestir con la mayor comodidad posible para el clima cálido de la ciudad. Es decir, muy poco. En pocas y deliciosas ocasiones, nada. Nunca supe si se dieron por enteradas de mis miradas por encima del libro o de la pantalla del portátil, pero nunca dieron muestras de timidez. Las cortinas estaban casi siempre abiertas para permitir una temperatura fresca en los diminutos apartamentos y el escenario casi siempre estaba abierto al llegar a casa y cambiar el vestuario laboral por ropa cómoda, un sensual strip-tease cotidiano.

A veces, alguna de ellas decidía que el calor era excesivo y cambiaba lo que llevara por un diminuto bikini, y unos minutos después la veía entrar a la piscina, que también podía ver desde mi balcón.

En el balcón que quedaba justo frente al mío solía salir a tomar el sol una preciosa morena que amaba unos exiguos shorts rojos que le abrazaban las nalgas perfectas sin alcanzarlas a cubrir por completo.

La primera vez que la vecina de al lado se dejó ver fue cuando cerré el contrato y fui a recoger las llaves; un precioso gatito bebé apareció de pronto en la habitación; no opuso mucha resistencia a que lo levantara. Iba a llevarlo a su hogar cuando ella apareció sonriendo y disculpándose con una voz melosa y somnolienta. Ese día llevaba una blusa de tiritas y unos shorts de lycra muy pequeños para ella. Le entregué el gatito y me preguntó si yo era el nuevo vecino. Se despidió prometiendo que la volvería a ver y entró en su apartamento. Noté que no llevaba ropa interior.

Poco después de mudarme hice instalar el servicio de Internet. El técnico a duras penas iría bajando las escaleras cuando ella tocó a mi puerta. Se cubría con una toalla un poco corta, y me preguntó con esa voz perezosa y ronca, haciendo aletear párpados entrecerrados, si por favor podía compartir con ella el WiFi. Por supuesto, ella pagaría. Justo al decirlo la toalla se desajustó un poco; reaccionó con la velocidad suficiente para que un pezón atrajera mi mirada. Le dije que lo pensaría. Se fue mirándome de reojo bajo las pestañas; al cruzar la puerta de su apartamento la toalla se cayó; no tenía líneas de bronceado en las caderas.

La tarde siguiente, cuando regresé de cine al final de la tarde, estaba sentada en la puerta del apartamento mirando algo en su celular. Me miró, me saludó con una sonrisa y se acercó mientras yo abría la puerta de mi apartamento. Sólo llevaba una camiseta grande. Me preguntó por su propuesta y no pude menos que invitarla a pasar. Tenía toda la intención de rechazar la solicitud; en esa zona la velocidad de Internet no era muy alta, y compartir la conexión equivalía a navegar a gatas. Se lo expliqué; ella se acercó, me puso la mano en el pecho y jugueteó con el botón de la camisa. Me preguntó sobre mí: qué hacía, de dónde venía… La invité a tomar café y mientras lo preparaba charlamos. Sentada con las piernas cruzadas en el alto banco de la barra noté que el cuello de la camiseta, demasiado ancho, caía sobre su hombro descubriendo además el nacimiento del seno. Los pezones presionaban la franela.

Me senté junto a ella en el otro banco. No disimulé mis miradas a las piernas morenas. Ella tironeó estratégicamente del borde de la camiseta dejando al descubierto su vulva rasurada. Subí la mirada y sus ojos estaban fijos en los míos bajo las largas pestañas. Dejé el café sobre la barra y le puse la mano en el sexo. Se humedeció de inmediato. Se sentó en la barra, quitándose la camiseta de un tirón y abriendo las piernas.

La abracé por la cintura, le mordí el cuello clavándole las uñas en la parte baja de la espalda y empecé a besarle y mordisquearle los senos. Ella me arañaba la espalda y el cuello y empezó a empujarme la cabeza hacia la entrepierna rezumante.

Lamí y chupé y besé esos labios húmedos; exploré con la lengua cada recoveco y ella respondió con gritos y moviendo la cadera, empujando su vagina hacia mi rostro, haciéndole el amor a mi boca.

Se vino con un espasmo que hizo estremecer la barra mientras agarraba mi cabeza como si su vida dependiera que mi lengua permaneciera pegada a su clítoris.

Salí al balcón; la vecina me abrazó y me hizo girar hasta apoyarme en la baranda. Con habilidad me liberó del cinturón y abrió el jean; arrodillada en el balcón, a la vista de la morena de los shorts rojos (que ahora estaban en el piso) me devolvió el favor con una pericia que me resultó sorprendente. Supo interpretar cada movimiento de mi cuerpo para llevarme casi hasta el clímax acariciando, lamiendo y chupando mi pene y parando de pronto para alargar el placer todo lo posible, hasta cuando ya no pude más y, sin que me importara dónde estaba, empecé a gemir sin contenerme. Exploté en su boca con un grito grave, casi un rugido, que tuvo un eco muy curioso, porque el tono era mucho más agudo. Mi vecina se limpió las comisuras mientras se ponía en pie y me besaba para darme a probar mi propio semen, y miró de reojo al balcón de enfrente, que seguía repitiendo el eco de mi orgasmo. Giré la cabeza y ví que la morena, completamente desnuda en su silla de playa, llegaba a su éxtasis manual cubierta de sudor. Al terminar, aún con visibles estremecimientos, nos miró con intensidad y sonrió.

Al día siguiente, tras una larga siesta, me senté en el balcón a leer tomando un refresco. Escuché que me llamaban entre risitas y miré por encima del borde del libro. Mi vecina y la chica morena, ambas en traje de baño simbólico, estaban acomodadas en la silla de playa. Se estaban besando el cuello y acariciándose los senos, y las dos me miraban con ojos depredadores, y fue mi turno de hacer eco de sus voces libidinosas mientras mi mano se volvía mi amante por un rato.

 


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