¡TÚ TE CALLAS!

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A finales de los años 80 del siglo XX en mi vida mundana que me permitió relacionarme con un sinfin de mujeres debido a un principio de libertad que estalló en las costumbres de la sociedad, al instaurarse un sistema democrático en mi país después de muchos de años de opresión política, tuve una amiga llamada Susi que era una estudiante de psicología; morena y de buen ver que al parecer era simpatizante de un partido político de izquierdas bastante radical.

- Yo soy del pueblo y para el pueblo - se difinió Susi enfáticamente una vez que nos hubimos acomodado en la terraza de un bar en las Ramblas de Barcelona y tomábamos un refresco-. Pienso que en realidad la Historia del ser humano se rige por el sistema económico de producción, del que se deriva una forma de vivir en todos los aspectos. Y como estos medios de producción dependende de la alta burguesía, sucede que ésta ignora al verdadero motor que sostiene a este sistema que es el mundo obrero; como bien puede ser la mujer de la limpieza en la fábrica a la que apenas le miramos la cara, lo cual es una tremenda injusticia social. Y esto tiene que cambiar porque esta misma burguesía hace mucho tiempo que ya no da más de sí.

A mi modo de ver este discurso sobre el Materialismo Histórico según la doctrina marxista que Susi me dio, era también un modo de romper, de distanciarse de la postura tan autoritaritaria como conservadora de sus progenitores, ya que su familia al igual que una mayoría de la población se había adaptado a este estilo de vida tan tradicional para poder seguir adelante. Pues es eviente que la sociedad que nunca tiene un modo de pensar muy definido, siempre se ha arrimado al sol que más calienta, y que se solidariza con la idelogía, con la doctrina del que está arriba,

Sin embargo mi amiga Susi no dejaba de tener razón, puesto que no hay ninguna filosofía que tenga la verdad absoluta ni que tampoco todo lo que exponga sobre el mundo sea enteramente falso.

Esta teoría de mi amiga coincidía plenamente con lo que defendía el pensador alemán Walter Benjamin que era claramente de tendencia marxista, el cual en los años cuarenta al ser perseguido por los nazis llegó hasta España donde se suicidó en Port Bou que es una localidad de Cataluña y sigue enterrado allí. Según este pensador, se debía de reinvidicar la figura del "trapero". En este caso el símbolo del trapero es el que se cuida de recoger de revalorizar los fragmentos históricos en los que subyacen unas tensiones existenciales del hombre común que como trastos viejos e inservibles de una casa se los deshecha pero que sin embargo constituyen el pálpito vital del mismo y que a su vez está muy lejos de la idealizada visión del mundo que la burguesía le quiere dar. Para ello habría que aplicar el consabido metodo del Materialismo Histórico en el devenir de la Humanidad cuyo relato podría tener otros enfoques muy diferentes y tal vez más realistas que los que ha tenido hasta ahora.

Pero no hay nada nuevo bajo el sol.

En la clasica obra literaria LA ILIADA, del poeta Homero se cuenta que los griegos se reunieron en una asamblea a las puertas de Troya tras nueve años de guerra para discutir la conveniencia de abandonar aquella penosa situación. Entonces un feo plebeyo llamado Tersites que era un sujeto patizambo y cojo de una pierna; con unos hombros encorvados y contraídos sobre el pecho, así como tenía una cabeza picuda con una rala pelusa; y aunque era de palabra ágil, tenía un modo de hablar desordenado por lo que a veces se hacía difícil seguirle en la conversación tuvo la osadía de hablar cuando esta iniciativa sólo estaba reservada para los guapos y cultivados reyes que para eso eran "hijos de los dioses" y expresó el malestar de muchos soldados que deseaban regresar a sus casas.

Mas Ulises, indignado por aquella intromisión de Tersites le gritó: "¡Tú te callas!" y a continuación le dio un golpe con su cetro reduciéndole al silencio ante el regocijo del resto de los plebeyos que consideraban que había que cerrar la boca de aquel  charlatán.

Tersites que no deja de ser el símbolo de mucha gente del pueblo llano actual, era repudiado tanto por sus superiores como por los demás en razón de su desagradable estampa. Pero a decir verdad él a pesar de su fealdad como ser humano que era tenía los mismos humores y anhelos que pudiera tener cualquier rey y noble de su época y por lo tanto estaba en su derecho de ser escuchado y atendido en sus necesidades.

A veces al aspecto físico de una persona lo transferimos a su modo de ser que está auspiciao por la cultura de la imágen que ya venía desde el Arte de la religión. Al guapo de la película lo asociamos con el bueno, mientras que al feo le adjudicamos el papel del malo o del tonto, cuando en la vida real esto no es así. Lo bello no es siempre sinónimo de bueno como pensaba Platón.

Hoy en día aunque los políticos de izquierdas enfaticen el tópico del hombre del pueblo llano y su cultura popular del mal gusto en los medios de comunicación, lo cierto es que al ciudadano Tersites la aristocracia neoliberal que es quien manda en el contexto social y se apoya  en la teoría de un darwinismo excluyente en el que sólo sobreviven quienes tienen medios y se saben adaptan a dicho sistema en razón de que sigue considerándole un patán amante de la demagogia política sigue gritándole con su actitud silenciosa: "¡Tú te callas!"

Pero yo tampoco creo en la subliminación de la tosquedad, de la vulgaridad de Tersites por el simple hecho de que él es así, como quería Walter Benjamin y otros. Pienso que nuestro amigo plebeyo tiene todo el derecho de ganarse la vida con holgura, al tiempo que tiene que tiene que aspirar a evolucionar en su  estilo de vida de igual forma como cuando arreglamos  nuesta casa para vivir mejor, o vamos a la escuela para huir de la ignorancia.

Por aquel entonces se me ocurrió escribír una novela muy realista cuya protgonista era una mujer emigrante perteneciente al mundo obrero y que yo la conocía bastante debido a mi trabajo en una tienda de Confección en un barrio periférico de mi ciudad. Pero cuando mi marxista amiga Susi leyó mi novela sorprendentemente rechazó de plano la manera de ser de mi protagonista.

Al parecer, el discurso libertario de Susi era más teórico que real y en su interior seguía gritando al feo Tersites:  "¡Tú te callas!"

 

 

 


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