UN PENE LARGO Y FINO

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- Hola cariño, tengo que darte una noticia que te va a alegrar.

Fue el saludo de Carlos, mi marido, al llegar a casa el lunes por la tarde.

Después de darme un beso como siempre que llega a casa, me dijo que ese miércoles venía Dani a Madrid y se alojaría en casa como siempre. Esperaba que fuera la buena anfitriona de siempre porque él salía de viaje al día siguiente y no volvía hasta el viernes.

Con Dani me he acostado muchas veces, cada vez que viene a Madrid y se queda a dormir en casa desde que su empresa le traslado a Sevilla. La primera vez fue cuando le invitamos a cenar en casa a él y a una novia que se había echado, una bailarina profesional de origen asiático afincada en Madrid. Cenamos en la terraza.

Vivimos un ático de 140 metros cuadrados habitables en el barrio de Salamanca, con vistas al Retiro desde una terraza que cubre la cuarta parte de la azotea del edificio, más de doscientos metros cuadrados, donde tenemos una pequeña piscina acristalada que usamos en invierno y en verano, que hicimos construir hace tiempo con la barra de bar y la pérgola.

La noche se desmadró, ya con las copas, cuando Dani puso música suave y le dijo a su chica que nos amenizase con un baile. Ella encantada de exhibirse y como era verano nos acabó haciendo un estriptis quedándose solo con el tanga. Los dos la miraban embobados así que me lancé a demostrarles que yo también podía hacerlo, si no igual, con la dignidad suficiente para que se fijaran un poco en mí también. Entre risas empecé a bailar y me fui desnudando, bragas incluidas.

Clarisa empezó a bailar a mi lado y de vez en cuando juntaba su cuerpo al mío sensualmente. En uno de sus acercamientos me dijo que les íbamos a poner tan cardiacos que iban a querer pasarse la noche follándonos y me preguntó si me importaba compartir a mi marido. Le dije que sin problema y empezó a chuparme los pechos. Dijo a los chicos que se acercaran y me encontré con tres lenguas chupándome al mismo tiempo. Ella y Dani los pechos, mi marido el culo.

Aquella noche descubrí que me encantaba follar con Dani. Tiene la polla delgada de no más de tres centímetros y en compensación larguísima, como su cuerpo, delgado hasta el extremo y con más de uno noventa de estatura.

Esa misma noche llamó Dani para decirnos que tenía reserva en el Ave de las seis de la tarde y llegaría a Madrid sobre las ocho. Me ofrecí a ir a buscarle en coche y me dijo que no merecía la pena, al llegar cogería un taxi y en cinco minutos estaba en casa.

No eran las ocho y media de la tarde cuando sonó el telefonillo del portal y abrí. Me observé en el espejo del hall, me ahueque el pelo y esperé a que subiera. Cuando oí llegar al ascensor abrí la puerta y allí estaba tirando de su troley de viaje.

Me saludó con un breve beso en los labios, como hace siempre. Pasamos al salón y me dijo que iba a la habitación a colgar la ropa antes de que se arrugara más. Entre risas añadió que lo hacía por mi bien para que no tuviera que planchársela y en compensación me propuso que preparara dos copas y las sacara a la terraza.

Estaba acabando de prepararlas cuando apareció en la terraza, descalzo y con solo un bóxer por toda indumentaria. Se sentó en la cama balinesa y la golpeó con la mano indicándome que me sentara a su lado. Me acerqué con las copas en la mano y las dejé sobre una pequeña mesa de terraza junto a la cama.

Cogió su gin tonic, le dio un trago largo y lo dejó en la mesa. Aún no me había sentado cuando me quitó la camiseta que llevaba puesta y me llagaba hasta media muslo y me dejó solo con el tanga. Acercó su cara a mi pubis y lo besó mientras me pellizcaba los pezones. Sabía que a partir de ahí podía hacer lo que quisiera conmigo, conocedor de que es apretarme los pezones y ya estoy destilando entre las piernas.

Se tumbó en la cama y se quitó el bóxer señalándose la polla. Obediente y deseándolo me la metí en la boca. Al tenerla tan larga y delgada es muy fácil, con práctica, hacerla resbalar por la garganta hacia la tráquea y tragarla casi entera durante el tiempo que puedes aguantar la respiración. Sabía que era lo que quería y no se lo negué. Después de tragármela unas cuantas veces ya estaba listo para dar guerra.

Me hizo deslizarme hacia arriba por su cuerpo hasta que tuve los pechos a la altura de su boca y empezó a morderlos hasta el punto de hacerme daño pero sin pasarse. Tiró de mi hacia arriba hasta alcanzar mi pubis con la boca y cogió de la mesa el cuchillo que había utilizado para cortar el limón. Cortó los laterales del tanga y retiró la tela dejándome el coño al aire. La lengua, proporcional a su cuerpo y su polla, entró dentro mí mientras me atacaba de nuevo los pechos y me arrancaba el primer orgasmo.

Entró en casa y salió con la cestilla de las pinzas de tender la ropa. Supe lo que pretendía y volví a excitarme. Cogió una pinza y me la puso de punta en un pezón, después cogió otra y la colocó en el otro pezón. Estiró un poco para comprobar que estaban bien sujetas y las retorció un poco para hacerme sentir presión en los pezones.

Me tumbó en la cama y se colocó entre mis piernas apuntando con la polla al coño. Me conoce y sabe que la penetración no es que me excite demasiado, salvo cuando me llegan hasta el útero y me golpean con fuerza, lo que no es fácil conseguir con las pollas normales.

Estaba tan mojada que la metió sin problema. Cuando me llegó al útero aun le quedaban dos o tres centímetros fuera. Salió un poco y la metió con fuerza golpeándome al final del túnel haciéndome gemir. Estaba esperando la segunda embestida cuando de un manotazo arrancó la pinza de un pecho produciéndome un agudo dolor. Sin recuperarme me la metió golpeando de nuevo el útero y un nuevo dolor, aunque distinto, me recorrió el cuerpo. Según la sacaba un nuevo manotazo en el otro pecho y arrancó la otra pinza. Sin dejar que me recuperase volvió a embestirme en el útero. Me puso dos nuevas pinzas y repitió la operación varias veces sin parar hasta que le dije que parara porque no era capaz de tener más orgasmos seguidos. Él no se había corrido. Descansamos un poco y bebimos algunos tragos.

Al rato me colocó de nuevo pinzas en los pezones, esta vez de lado de forma que los pezones quedaban prisioneros en el agujero donde se aloja la cuerda de tender. Apretaban menos, aunque la sensación también era placentera, sobre todo teniendo en cuanta que ya los tenía doloridos.

Se colocó entre mis piernas, me lubricó la entrada trasera con mis fluidos delanteros y metió dos dedos. Como entraron sin hacerme daño los sacó y puso la punta de la polla presionando la entrada. Al ser tan delgada entraba sin problema y noté que poco a poco iba adentrando en mi cuerpo. Sentir que están penetrando hasta más arriba del ombligo es una sensación de morbo increíble. Ya tenía sus pelotas pegadas al culo cuando me dio un bofetón en un pecho y la pinza salió volando, Esta vez si que me dolió de verdad, la pinza tenía que abrirse para soltar el pezón y fue como si me lo arrancara. Enseguida acercó la boca y lo chupo despacito hasta que remitió el dolor. Me envistió el culo unas cuantas veces y cuando estaba a punto de correrme repitió la misma operación en el otro pecho. El dolor volvió a ser insoportable y se ocupó de calmármelo. No se cuántas veces me hizo lo mismo, lo que si recuerdo es que empecé a tener orgasmos cada vez que me arrancaba una pinza de los pechos y llegó un momento que le tuve que decir que me dejara porque el dolor ya era constante.

Me la sacó y cogió toallitas húmedas para limpiarse la polla de los restos de mi recto. Me colocó con la cabeza colgando fuera de la cama y me la metió en la boca. La posición era idónea para atravesar la garganta y conseguir meterme más de la mitad. Cada vez que le daba en la pierna me la sacaba para poder respirar y luego volvía meterla.

Me avisó de que estaba a punto de correrse y le dije que lo hiciera en la garganta. La relajé todo lo que pude y la metió follándome un par de veces cuando. Sentí el líquido resbalando directo al estómago. Se incorporó, me pasó la lengua por el clítoris y me dio un último orgasmo.


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