Tren - Vuelta a casa.-3

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Me siento con ella al lado y me pongo de forma que esté cómoda. Suelto al bicho y la tía se pone a acariciarlo como si fuera un salchichón, me pone tan nervioso que le ayudo a meneármela, se reanima un poco al verme y alcanza un cierto ritmo aceptable. Le meto mano por el culo y la voy acariciando para incentivarme, la tía se va metiendo en faena y yo me adentro en su coño apartándole a un lado las bragas. Le meto primero un dedo y después dos y ya la tengo espatarrada de a gusto que está. Aprieto el acelerador y la morreo bien y la tía pierde hasta el compás. Se deja entonces quitar la braga para acariciarla mejor, pero me hace prometer que no intentaré follarla. La tía es dura de cojones, pero dándome tantas facilidades no se me puede escapar. Antes de que ella se percate meto mi cabeza entre sus piernas y me pongo a comerle el coño y no le doy un respiro hasta que está a punto de morirse de gusto. Lo tiene condimentado con sabores que le salen de lo más profundo y mis sentidos que ya están sensibilizados en vez de cinco parecen que son catorce. Me siento y le digo que se ponga encima y se me niega en redondo, aunque le echa fuego todo. Le digo que sólo nos vamos a rozar y que no se la voy a meter. Con infinidad de prevenciones se sienta colocándosela delante de la raja y nos movemos y besamos sin límites. Le saco las tetas con cierta dificultad porque tiene un sostén rarísimo y me pongo a lamerle los pezones y la cosa cambia radicalmente. Se me abandona incapaz de aguantarse y en una de estas la levanto y le coloco la polla en la entrada. Se resiste un poco pero no se quita y poco a poco va cediendo hasta que le meto un trozo de polla. Me quedo quieto sujetándola bien y prosigo dándole buenos bocaditos en los pezones y ella misma se va sentando sobre mi polla que le va entrando, abriéndola de par en par. Apoya la cabeza en mi hombro y me dice que no debo hacerle esta putada, que le había prometido que no lo haría. A todo esto, no deja de dar suspiros y de moverse sobre mi polla, que ya está dispuesta a todo. Me ha hecho sufrir demasiado para que me lo piense a la hora de darle una buena ración de polla. Le doy la vuelta y la pongo debajo y la empiezo a culear pensando sólo en disfrutarla a tope y la tía no alcanza a comprender como aquello puede removerle tantas cosas. Se pone a gritar, pero ya me importa un huevo todo. La sigo follando y follando y la tía de pronto se da cuenta por lo que me dice que existe un paraíso en la tierra y no sólo no le da ya miedo, sino que se la quiere llevar a casa. Alguien abre el compartimento supongo que pensando lo peor y cuando se percata de lo que ocurre vuelve a cerrar. Le oigo hablar fuera con otros y finalmente se ríen. En ese momento tenía que entrar la policía montada para ponerme freno. Se me corre la tía y me sujeta con todas sus fuerzas y cuando me viene a mí, no puedo dar marcha atrás y le suelto dentro toda la carga. Cuando salimos hay un corrillo de tíos que nos miran de arriba abajo, sobre todo a ella. Nos despistamos como podemos y a dios muy buenas.

Vuelvo a mi asiento y cansado como estoy me quedo frito como un pajarito. Cuando me despierto estoy echado sobre la tía que ha puesto a modo de parapeto, pero en plan generoso, la bolsa de ropa sobre la que ella descansaba antes. Me disculpo y la señora me sonríe comprensiva. Pienso que no sería tan amable de saber que me follé a su sobrina. La muchacha no deja de mirarme todo el rato con cara bobalicona que ya me era familiar. El señor mayor se mueve inquieto en su asiento, como molesto por algo, no tardo en darme cuenta de que huelo a sexo que es demasiado y me calculo que es lo que pone malo al vecino. Me levanto y me lavo la polla en el lavabo secándome como puedo con el pañuelo, menos mal que es grande como una toalla. Cuando me reincorporo a mi asiento el señor mayor se calla, pero ya le he oído decir lo guarro que somos los jóvenes, no me doy por enterado sobre todo porque ya no huelo tanto. La muchacha se siente cómplice conmigo y me hace gestos de burla para el señor mayor que yo no contesto por miedo a que las cosas pasen a mayores. La muchacha me sonríe dulce todo el rato y cuando se mueve y siente su coño dolorido me hace mohines de mucha confianza conmigo. La tía que no es tonta pronto adivina que existe algo entre los dos y se pone en guardia y alerta. Como medida cautelar lo primero que se le ocurre es hacerla cambiar de sitio con su hermano y la manda al otro lado con la excusa de que el niño ha pasado un resfriado y donde está puede haber corriente. Vaya excusa, cuando están a medio metro uno del otro, pero a la tía le da igual, lo importante es separarla de mí, aunque sea un poquito.


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