Viaje romántico

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       El cielo negro vestido de estrellas, el olor a arena húmeda, el chapoteo de las olas de un mar en calma contra la orilla y el cálido tacto de su mano sujetando la mía mientras paseábamos. Un final perfecto para un día primaveral inolvidable.

********************

     Todo comenzó el día anterior, en la terminal del aeropuerto. Habíamos planeado el viaje durante meses. Ella llegaría a la ciudad costera tras un vuelo de varias horas. Mi viaje en avión, mucho más corto, aterrizaría algunas horas antes, dándome ocasión de reconocer el terreno y esperar su salida con esa pizca de nerviosismo y ahnelo que hace cosquillas en el corazón.

      Luego todo sucedió como en un sueño. Verla de nuevo, descubrir que la sonrisa en su rostro era tan maravillosa como la recordaba, abrazarla y oir su voz tan cerca. De camino al hotel permanecimos en silencio, contemplando el veloz paso del paisaje de casas, vidas e historias que descubríamos y dejábamos atras en el mismo segundo.

      Nada más introducir la tarjeta blanca en la ranura, el color cambió del rojo al verde dándonos acceso a la que sería nuestra habitación durante unos días. Dos camas pegadas, una pequeña nevera y un armario, una terraza y un cuarto de baño. Elegimos cama, abrimos las maletas, colgamos la ropa y usamos el aseo por turnos. Luego salimos a comer algo rápido ya que era tarde. De vuelta al hotel, en pijama, nos dimos el primero de muchos besos. 

        Hacía tiempo que el sol se colaba por la ventana cuando desperté. Cerca de mí dormía placidamente mi compañera de viaje. Todo era muy real, el aroma de mujer flotaba en el ambiente y las sábanas acariciaban mis pies. Despertar a la princesa hubiese sido un delito y opté por lo práctico, apropiándome del primer turno de ducha.

********************

       Disfrutamos del desayuno, regresamos a la habitación por un breve espacio de tiempo e iniciamos la visita turística. 

          Paramos en las tiendas y en una de ellas compré un colgante de plata en forma de estrella. No recuerdo exactamente las palabras, pero creo que dije algo como "Todo ángel necesita una estrella". Se puso muy contenta con el detalle y me regaló una sonrisa llena de promesas. También me compró un helado con dedicatoria: "al hombre más dulce". Comimos en un parque, hablamos, reímos y disfrutamos cada minuto.

       Al caer la tarde decidimos ir a cenar a una terraza con vistas al mar. Un músico tocaba el acordeón mientras disfrutábamos de una cena a base de pescado y vino blanco.

   Después decidimos dar un paseo junto al mar.

*****

Epílogo

          En el hotel todo estaba tal y como lo habíamos dejado esa mañana que ahora parecía tan lejana.

      Nos quitamos la ropa y compartimos caricias, besos y almohada.

      Fuera las estrellas pendían del cielo como si fuesen eternas... testigos del tiempo, fuentes de romanticismo y amor.


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