En la boda de mis amigos. Recuerdos y reencuentro con Tamara.

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          Dejé la invitación de boda sobre la mesa y me recliné en el sofá cerrando los ojos, dispuesto a viajar en el tiempo. Era como ver un cuadro, descubriendo poco a poco los detalles, dibujando rostros. Luego, poco a poco, la escena cobro vida llenándose de sonidos, risas y conversaciones.

     Allí estaban mis amigos, chicos y chicas de mi país en un país extranjero, hablando en un idioma que echábamos de menos. Aquella tarde de verano, rodeados de árboles, hablando del futuro y difrutando del presente. Aquel verano que no volvería a repetirse.

¿Quién iba a pensar por aquel entonces que Luis y Carol se casarían? ¿Que habría sido de Guillermo? ¿Y dónde estaría Tamara?, aquella muchacha menuda de pelo corto y ojos castaños que quería conocer mundo. Echaba de menos aquellos tiempos, en especial a Tamara. 

********************

    Llegaba tarde a la ceremonia, así que decidí ir directamente al salón donde tendría lugar el banquete. Había muchas caras desconocidas. La mesa era larga, en forma de ele. De pronto ví a Tamara. El tiempo había pasado, alguna arruga que antes no estaba y quizás algún kilo de más que, en su caso, no sobraba.

- ¡Juan! - me saludó con alegría en cuanto me vio. 

Su sonrisa, el timbre de su voz, su presencia, me pusieron inmediatamente de buen humor. 

- Tamara,  estás espectacular. - dije tras intercambiar dos besos en las mejillas a modo de saludo.

- Cuanto tiempo... - añadió.

- Sí. - respondí.

Nos miramos y nos echamos a reir.

- Nos sentamos aquí mismo. - dije señalando un par de sitios vacíos.

- Vale. - dijo colgando el bolso en el respaldo y tomando asiento. 

Antes de sentarme me fijé en su cuello. Era hermoso. 

- Guau, que guapa está Carol. - comentó mi amiga cuando entraron los recién casados.

- Sí, la verdad es que forman una pareja perfecta.

   La velada transcurrió entre plato y plato, sabores que se mezclaban con vivencias, anecdotas y descripciones. 

   Saludamos a los novios y nos hicimos fotos justo antes de que los primeros compases del Vals inundaran con su eterna melodía el salón de bodas. Me levanté a por bebida para mi compañera de mesa y para mí. De vuelta a la mesa apoyé la mano en su espalda mientras dejaba su copa a un lado y la mía en mi sitio. 

- ¿No sales a bailar? - dije.

- No, prefiero ver como otros bailan.

Bebimos.

- ¿Salimos fuera? los jardines parecen hermosos. - comenté cuando acabamos de beber.

    El cálido tacto de la noche nos envolvió con su magia y su misterio. Caminamos en silencio bajo la luz de la luna y las estrellas, acompañados por el murmullo del agua de una fuente. 

- Bonito parque. - dije.

- Sí. - corroboró mi amiga sentándose en un banco.

- Estaría aquí para siempre. - añadió con cierta tristeza en su voz.

Me senté a su lado y le cogí la mano haciendo como que leía el futuro en ella.

- ¿Qué ves? - me preguntó.

- Veo una larga vida llena de felicidad.

- Sabes, cuando estábamos en aquel país, aquella última tarde de verano sentí ganas de... bueno, pero no me dijiste nada.

- ¿De qué? - pregunté notando como mi corazón se aceleraba.

- De besarte. - respondió en un susurro.

    Sus ojos brillaban en la semioscuridad de aquel rincón mientras las sombras dibujaban imposibles a nuestro alrededor.

- ¿Crees que aun estamos a tiempo? - le pregunté.

 


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