De repente oscuridad

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No recuerdo nada, no recuerdo quién soy, no recuerdo dónde estoy...

¿Qué me está pasando? Todo está oscuro, no veo nada...

¿Qué me está pasando? No recuerdo nada, pero si sé que no soy ciego (porque tengo imágenes mentales de objetos). Debo estar dormido, pero... soy consciente de lo que estoy pensando...

¡Oh Dios mío! ¿Qué me está pasando?

Me duele la pierna. Hay mucho ruido a mi alrededor. No estoy solo:

- ¿Quién está ahí? ¿Alguien me escucha?

- ¡Ostras! ¡Qué está hablando!- Una mujer está hablando histérica con otra mujer no más calmada.- Llama a la doctora Rodríguez.- Aunque acto seguido la habitación se queda en calma, lo cual me indica que ambas han ido a llamar a la doctora Rodríguez. ¡Gente de pocas luces!

Minutos más tarde una voz tranquilizadora me habla en un tono dulce y suave:

- ¿Qué tal se encuentra, Rubén? Creíamos que estaba en coma, es la primera vez que le vemos consciente.

- ¿Rubén? ¿Quién es Rubén?

- ¡Ah! Perdona, no sabíamos cómo se llamaba, así que decidimos llamarle Rubén. Por cierto... ¿Cuál es su nombre?

- ¿Mi nombre?... No lo recuerdo, la verdad es que no recuerdo nada.

- Tranquilo debe ser efecto de la operación y haber estado tres días desconectado del mundo.

- ¿Qué operación?

- Su pierna, cuando le encontramos tenía una herida muy profunda en su pierna que había dañado tendones y el hueso. ¿Cómo se la hizo?

- No lo recuerdo.- Realmente la pierna me importa poco, lo que me angustia cada vez más es mi ceguera total.- ¿Y por qué no veo?

- A ver, déjeme ver sus pupilas... Responden a los estímulos luminosos, no soy oftalmóloga, pero a mí me parece que sus ojos están perfectamente.

- ¡No puede ser!, ¿Qué me está pasando?- Empiezo a gritar como un loco, estoy muy confundido, no sé cómo ha empezado todo, sólo quiero respuestas. De repente siento un pinchazo en mi brazo.

- Esto le calmará.

- ¿Cómo? ¿Qué me ha hecho?

- Tan sólo es un tranquilizante, cuando despierte lo recordará todo y podrá ver, se lo aseguro.

- Quiero irme de aquí. Empiezo a escuchar las voces más distantes, ya sólo oigo susurros...

 

Oscuridad y calma.

 

Tengo miedo. Estoy en una habitación bastante grande, se encuentra entre penumbras. Tan sólo la luz de la luna que entra por una ventana ilumina la mayor parte de una pared, mientras que el resto de la habitación queda a oscuras. La pared es bastante grande, está pintada en un blanco inmaculado, de ahí que la luz de la luna reflejada en ella llegue a deslumbrar. Estoy sentado en el centro mirando a la pared iluminada. De repente viene a mi cabeza una visión, tal vez sea un recuerdo, no estoy seguro. La pared me trae a la cabeza una imagen de un televisor, no hay ningún programa ni ninguna película, tan sólo nieve, como si no hubiera empezado la programación. Alguien está mirando la televisión en una sala muy oscura; no puedo distinguir su cara, aunque la pantalla emite bastante luz, tanta como para poder distinguir algunos muebles. De repente vuelvo en mí y me doy cuenta de que la sala está totalmente vacía. Estoy sosteniendo algo con la mano. Miro a mi regazo y veo una daga manchada de sangre. No sé de dónde ha salido, pero tampoco me sorprende mucho, no recuerdo nada. Busco en mi cuerpo, pero no veo ni siento ninguna herida así que la sangre no es mía. Miro a una esquina de la habitación entre penumbras, hay alguien tendido en el suelo rodeado de un cerco de sangre. Apenas se puede diferenciar donde acaba la persona y dónde empieza el charco.

¡Oh Dios mío, soy un asesino!

Horrorizado, me quedo mirando la sangre, que con la oscuridad parece oro negro, lo cual da más miedo. Me acerco con sigilo hacia la sombra. Sin darme cuenta ya estoy al lado de la persona. Tiene una túnica que le tapa la cara, es de color roja. A la altura del pecho tiene una puñalada. Está muerta.

¡Oh Dios mío, soy un asesino!

Aunque no recuerdo haber matado a nadie, algo me dice que he sido yo, como si de un juicio se tratase y yo fuera el juez, todas las pruebas apuntan a mí, así que mi mente ya ha dictado sentencia, acaba de declararme culpable por irónico que parezca.

Oigo un ruido. Me incorporo rápidamente y miro hacia la puerta, se está abriendo. En la pared hay algo escrito: ¡ASESINO! Algo me toca el hombro, me doy la vuelta. Es el cadáver, ahora puedo distinguir su cara. Su cara me resulta familiar, pero no puedo pensar, estoy aterrorizado. De su boca sale un hilillo de sangre. Está intentando hablarme:

-¡Asesino!- Dice prácticamente susurrando. Rápidamente me agarra el cuello con sus frías manos y me intenta estrangular con una fuerza sobrehumana. Durante el forcejeo miro a la pared y hay algo distinto escrito:

-¡Despierta!

 

- ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy? ¿Qué me está pasando?- Grito sin darme cuenta de que sólo ha sido un sueño. Aunque resulta irónico, después de despertarte de una pesadilla lo que ves te gusta más, yo en cambio sólo veo oscuridad. Vuelvo a ser consciente de lo que pienso así que debo de estar despierto.

- Estas paranoico, ¿sabes?- La voz de una chica distinta me sorprende. Por su voz podría tener unos veintitantos. Debe ser bastante guapa, por lo menos su voz es preciosa. Así que lo dejaremos en una voz bonita con posibilidades. Por cierto, es raro que recuerde cosas como la radio, pero que no recuerde nada relacionado con mi vida.

- ¿Cómo? ¿Quién eres? A pesar de que trata de ser mi amiga yo me estoy irritando por momentos, no entiendo nada. Muchas preguntas rondan mi cabeza: ¿Quién soy? ¿Por qué no veo? ¿Cómo he llegado aquí?... Supongo que estoy en un hospital o algo parecido, pero no sé cómo he llegado aquí.

- Es verdad, las presentaciones ante todo. Soy María, y soy tu compañera de cuarto, de hospital. Es casi la primera vez que te veo despierto. La verdad es que te vi ayer cuando estabas neurótico perdido. ¿Ya estás más relajado?- Sus palabras me inspiran confianza. Parece una chica con facilidad de palabra.

- La verdad es que sí, pero aún así tengo varios problemas como la pérdida de memoria, de visión, el dolor en la pierna...

- ¿Es verdad que no puedes ver?, creía que era mentira, que lo hacías para llamar la atención. Eres bastante rarito, ¿sabías?

- ¿Sabes cómo llegué aquí?

- Algo, escuché a los enfermeros cuando te trajeron. Por lo visto te encontraron unos turistas a orillas de un río con la pierna en muy mal estado...

- ¡Hombre!, veo que hoy te encuentras mejor. ¿Has dormido mejor?- Una voz apareció justo al lado contrario de donde estaba María. Era la enfermera o doctora que me trató ayer. Su voz sonaba igual de tranquilizadora. Ahora sé que no te puedes fiar de esas voces tampoco, luego te clavan jeringuillas por la espalda.

- No se crea, la verdad es que he tenido una pesadilla muy extraña.

- ¿Sigue sin ver? Porque le he conseguido cita con el oftalmólogo del hospital. Y como puedo observar, efectivamente sigue sin ver, porque... o eso o eres un pervertido que habla mirando a los pechos.- Ese comentario me ha hecho sonreír por primera vez en lo que recuerdo de vida.

- Pues sí, no veo. Aunque eso no quita que no pueda ser un pervertido, lo que pasa es que no recuerdo si lo era o no. ¿Cuándo tengo que ir?

- Ahora mismo.

 

Básicamente lo que me ha dicho el oftalmólogo es que tengo mucho cuento. Dice que no tengo dañado los ojos, y que estos responden a los estímulos luminosos de forma normal. Pero yo sigo sin ver. Dicen que estudiarán mi caso, pero para mí que me está dando largas. En fin, sólo me queda resignación y esperar que algún día de estos me levante y pueda ver. Esta no es la única mala noticia del día, porque el otro diagnóstico, el de la amnesia, tampoco es que sea mejor que el de la ceguera, más o menos viene a ser el mismo. Según el scanner que me han hecho en el cerebro, no hay ninguna parte dañada y actúa correctamente. Así que supongo que ahora no creerán ni una sola palabra de lo que yo diga. De vuelta a la habitación estoy deseando contárselo todo a María. Pero una vez que me han dejado solo en la habitación, sólo escucho un respirar fuerte y continuo. Supongo que estará dormida, así que yo también dormiré.

 

Oscuridad y calma.

 

Tengo miedo de nuevo. Estoy solo en una habitación vacía, todo me es familiar. Miro la pared blanca iluminada por la luna y vuelvo a tener el mismo recuerdo de alguien viendo la tele. Como por instinto, miro a la esquina opuesta deseando que no haya nadie tendido, pero esta allí: un cuerpo perdido entre las sombras que parece emerger de la nada. Contra mi voluntad me acerco al cadáver, pero ya sé lo que me voy a encontrar. Otra vez el ruido a mi espalda, miro y esta vez la sala está repleta de gente cubierta con túnicas señalándome a mí.

Estoy muy asustado.

Me doy la vuelta y el cadáver vuelve a intentar estrangularme.

Tengo miedo, quiero despertar.

-¡No!- me despierto entre gritos. Estoy sudando, un sudor frío que me hiela la sangre.

- Venga, tranquilízate, sólo ha sido una pesadilla- La reconozco enseguida, es María. Seguramente la he despertado con tanto grito. Después de contarle todo lo ocurrido, lo de los diagnósticos y lo de la pesadilla que se repite, comienza un silencio sepulcral. Tras varios minutos de silencio, María rompe el silencio:

- Tengo un amigo que te puede ayudar con el tema de las pesadillas, es un hipnotista bastante bueno. Podría hablar con él y concertar una cita con él. ¿Cuándo te dan de alta?

- Me temo que mañana o pasado, no puedo estar ocupando una plaza si no tengo nada. Y estoy asustado, porque no sé qué voy a hacer por ahí fuera sin poder ver y sin saber dónde estoy.

María me ofrece su sofá durante un par de días mientras podemos tratar de aclarar mi pasado.

Después de dos días sigo sin ver ni recordar nada. Ahora estoy en una sala de espera con María. Hay bastante gente esperando también, yo creía que los hipnotistas apenas tenían clientela, pero veo que estaba equivocado.

- ¡Rubén González!- Mi turno, ¡ya era hora!. Llevamos dos horas esperando.

- Pase por aquí, por favor.

Una vez dentro de la consulta, María y el hipnotista empiezan a hablar y hacerse preguntas como si hiciese un siglo que no se ven. Se nota que son muy amigos. Él se llama Pedro. Después de las presentaciones, le cuento mi problema y me siento en el sillón con ayuda de María.

- Vamos a ver, para empezar, debe estar muy relajado, y debe hacer lo que yo le diga. La colaboración por parte del paciente es fundamental.- Su voz suena agradable.- Cierre los ojos.

"Estas en una plaza en la que hay mucha gente. Tú estás sentado en un banco en el centro de la plaza mirando un reloj en la pared de un edificio, quedan diez segundos para las nueve de la noche. Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno... Ya son las nueve, y de repente, sin darte cuenta, toda la gente ha desaparecido, tu estás muy relajado, cada vez más y más relajado. Vas entrando en un sueño profundo.- Cada vez oigo la voz más distante. Veo una habitación en la que hay una televisión encendida en la que sólo se ve nieve. Un hombre está maltratando a un niño, aunque no los conozco, sé que son padre e hijo. De repente el padre se levanta y se sienta en el sillón de enfrente de la televisión y se queda ahí medio dormido debido a todo el alcohol que ha tomado. El niño se va de la habitación sangrando. Se limpia las heridas, y decide que esa noche será la última en la que reciba una paliza. Así que se dirige al armario y sazona el whisky con matarratas. A la noche siguiente, después de que su padre se ha bebido tres cuartos del contenido de la botella, observa como hace unos gestos extraños. De repente le empieza a perseguir por la casa. El niño sin dudarlo sale de la casa en medio del bosque y corre sin rumbo fijo. Me doy cuenta de que soy yo ese niño, de repente paso de verlo todo en tercera persona a verlo en primera persona, metido en la piel de ese niño indefenso. Estoy muy asustado, corro, corro y corro sin cesar hasta que los músculos ya no aguantan más y caigo al suelo sin poder hacer nada por levantarme. Oigo la mezcla entre gritos y gemidos que da mi padre no muy lejos de aquí. Mi respiración es muy rápida. Sigo escuchando los gemidos de mi padre. Por un momento, casi llego a sentir lástima. De repente se escucha un ruido, y los gemidos de mi padre desaparecen. Todo queda en silencio.

¡Tengo miedo!

Me acurruco al lado de un tronco. El silencio sepulcral que guarda el bosque me pone los pelos de punta. De repente, de entre los árboles empiezan a salir encapuchados con largas túnicas. Uno se arrodilla ante mí, parece el líder. Me tiende la mano, y sin pensarlo, me voy con ellos. Ahora sólo viene a mi mente una enorme sucesión de imágenes a mi cabeza, son imágenes aterradoras, empiezan a pasar más y más rápido hasta el punto en que no las distingo."

¡Despierta!

De repente abro los ojos y estoy en una habitación con dos extraños, un hombre y una mujer. Me doy cuenta de que mi respiración va muy rápida. Estoy despierto, y puedo ver. La mujer supongo que es María, y el hombre será el hipnotista.

Estoy sudando. Ellos también.

- ¡Puedo ver!

- Si ya lo sabemos.- Dice María bastante seria.

- Pensaba que te alegraría saberlo, pero veo que no te hace mucha ilusión.

- Tenemos que contarte lo que hemos descubierto, a lo mejor te resulta difícil aceptarlo, pero creo que debes saberlo.

"De pequeño te maltrataba tu padre, hasta que un día lo envenenaste. Pero antes de morir te persiguió por el bosque en el que estaba tu casa. De repente aparecieron unos hombres de una secta que mataron a tu padre antes de que te cogiese, y desde entonces viste en ellos la figura protectora de un padre. Te educaron según su doctrina. Para crear al fiel más puro de la secta, incorruptible. Esa secta practicaba el sacrificio de personas humanas."- Cada vez estoy menos seguro de si quiero saber el desenlace de la historia, aunque sea mi propia vida.- "Y como estaba escrito, estos sacrificios debía llevarlo acabo el fiel más puro. Pero tu te negaste, así que te hipnotizaron para que hicieses los sacrificios, como si fueses una marioneta."

Entonces no iban mal encaminados mis sueños, soy un asesino.

- "Gracias a la hipnosis consiguieron manipular tu cerebro para que aunque vieses, tu creyeras que no veías. De ese modo no escaparías. Parece que esa secta tiene afinidad por la hipnosis pues tienen una técnica muy perfeccionada que les permite manipular las mentes fácilmente aunque estas ofrezcan resistencia. Consiguieron incluso borrar todos tus recuerdos de tu mente."

- Eso significa que soy un asesino...

- No pienses eso, tu no eras responsable de tus actos.- Me intenta tranquilizar María. Pero eso no sirve de nada, me siento fatal. Siento la necesidad de entregarme a la policía para sentirme mejor y pagar por lo que he hecho, pero por otro lado, no me gustaría pasar el resto de mi vida entre rejas, porque no creo que el juez se trague lo de la hipnosis.

- Y ahora, ¿cómo se supone que debo vivir con esto?

- Aún queda más. Las hipnosis en las que uno deja de ser consciente, terminan cuando el sujeto sufre un dolor lo bastante fuertes como para que los impulsos nerviosos que manda el cerebro ante ese dolor acaben con ella. Así que un día en mitad de un sacrificio, la víctima a la que ibas a sacrificar no permitió que la asesinaras, y en el forcejeo que tuvisteis el puñal acabó clavado en tu pierna, lo cual hizo que desapareciera la hipnosis y volvieses a ser consciente. Pero al despertar no eras capaz de recordar nada y encima no veías. Así que ante la confusión y los gritos a tu alrededor huiste por el bosque. La verdad es que no te fue muy bien. Gracias a tu ceguera chocaste con bastantes árboles. Corrías sin rumbo dándote golpes, pero el miedo que tenías no te permitía parar. Escuchabas voces que te seguían muy de cerca, cada vez más, aunque no recordabas nada, esa escena te resultaba muy familiar. Al final cuando bajabas por una ladera, te golpeaste con fuerza la cabeza contra una gruesa rama. El golpe te llevó de nuevo a un estado de inconsciencia. Pero por lo que me ha contado María, supongo que rodaste ladera abajo, hasta caer a un río, y la corriente te llevó hasta alguna orilla donde no te pudieron encontrar los miembros de la secta.

He conseguido liberarte de la hipnosis de tu ceguera, pero no fui capaz de Hacer nada con lo de la amnesia. Lo siento.

- Una historia muy original, pero ¿por qué me tengo que fiar de ti?.- Aunque le creo, le hago la pregunta esperando escuchar, como un desesperado: Me has pillado, era una broma. Pero por el tono de su voz sé que no miente.

- Tendrás que fiarte de mí y de María, ya que ella también ha escuchado la historia que tu nos has contado.

 

Ya han pasado varios meses desde que hice la visita al hipnotizador. Ahora trabajo como ayudante de María en su librería. Nos fuimos haciendo amigos hasta que algo surgió entre nosotros. Con respecto a mi pasado, ya no pienso en ello, estoy tratando de rehacer mi vida. Hoy ha sido un día terrible, con eso de la vuelta al “cole”, la librería se llena. Así que hoy nos ha tocado jornada intensiva. Ya son las doce de la noche y todavía no he llegado a casa. María me dejó en la puerta de casa para que fuese haciendo la cena mientras ella aparcaba el coche en el parking que está un poco más abajo. Así que entro en casa y me tiro sobre el sofá.

¡Estoy rendido!

De repente una mano me tapa la boca mientras otras varias me sujetan.

Sé quienes son, sus túnicas me resultan familiares, aunque no recuerde como eran, algo me dice que son “ellos”, los que me mantuvieron en estado de hipnosis realizando atrocidades.

De pronto una voz que me es familiar comienza a decir unas palabras incomprensibles mientras unas manos me dan masajes en las sienes:

- ¡LECNOD OCRAM!- Las repite una y otra vez, supongo que seguirá así hasta que quede hipnotizado y puedan manipular mi mente.

Estoy aterrado. Estoy muy confuso, aunque sé que no me van a hacer daño, la sola idea de no volver a ser dueño de mis actos me da pánico.

De repente a mi mente viene la imagen de María. Comienza a corroerme la angustia. Un montón de sentimientos me agobian. María está en camino, rezo para que no llegue a casa antes de que me hayan llevado. Pero seguramente ellos también la querrán a ella para que no me busque. Tengo miedo de que le hagan daño. Entre sentimientos y pensamiento confusos empiezo a sentirme relajado, Oigo la voz que todavía repite las palabras cuyo significado desconozco. Cada vez oigo la voz más y más lejos.

¡Debo resistir por María!

Pero no puedo hacer nada, espero que no le hagan daño...

 

Un pinchazo en la pierna me despierta de mi letargo. Estoy confuso, el dolor es tan intenso, que me da un vahído y caigo de bruces al suelo. Acto seguido me levanto, estoy en una habitación vacía, por una ventana entra la luz de la luna que ilumina una inmaculada pared. Tengo miedo. Todo me es familiar. Me miro las manos y están llenas de sangre. De repente un escalofrío recorre mi cuerpo seguido de un mal presentimiento. Miro a mis espaldas y entre las penumbras vislumbro un cuerpo que yace en el suelo sobre un charco de sangre. Aunque no distingo quién es, sé que es María, algo me lo dice. Ahora recuerdo que esto es lo que pasaba en mi sueño. Antes de acercarme a María, miro hacia la puerta. Tiene una especie de ventanita en el centro con barrotes, no se ve a nadie detrás, pero sé que vendrán y abrirán la puerta, siempre lo hacen, en todas mis pesadillas. Sin pensarlo cierro el cerrojo que tiene por dentro. Me acerco al cuerpo entre penumbras. Sé que es María. Está tendida en el suelo con un puñal clavado en el corazón. Está vestida con una túnica que le han puesto sobre la ropa.

Le quito el puñal y la abrazo, llorando.

Soy un asesino y he matado a la mujer que amaba.

Aún respira, puedo notar su respiración. Me susurra entre jadeos:

- No podías hacer nada, ellos te manipulaban. Llama a la policía con mi móvil. Y por favor, no te sientas culpable. Tu no eres el responsable. Te quiero.- Justo al decir eso expiró todo el aire que le quedaba en los pulmones. Envuelto en lágrimas la abrazo y coloco su cabeza en mi regazo mientras la acaricio suavemente.

Rápidamente cojo su móvil del bolsillo y llamo a la policía:

- Hola se ha puesto en contacto con la policía, ¿en qué puedo ayudarle?.

- Mi novia ha muerto, la he matado.- Me doy cuenta de que he cometido un craso error, esto parece una declaración.- Pero yo no era responsable de mis actos, estaba hipnotizado...

- Tranquilícese y dígame dónde se encuentra.

- No lo sé.- De repente en la ventanilla de la puerta aparece un encapuchado. Me grita para que suelte el teléfono. Pero yo no le hago caso. En pocos segundos aparece otro que empieza a repetir las palabras “lecnod ocram” una y otra vez.- Trate de localizar mi móvil yo no me moveré de aquí. Dejo el móvil encendido en la esquina. Sé lo que pretenden, quieren volverme a hipnotizar, pero no lo puedo permitir, no quiero seguir toda mi vida hipnotizado. Siguen repitiendo las palabras. Empiezo a agobiarme, porque sé que dan resultado.

Me cuesta pensar.

Miro a mi pierna y me quito el alfiler que hay clavado. Me lo debió clavar María. Viene a mi mente su imagen. Me siento muy triste de pronto. No sé que hacer. Ellos intentan tirar la puerta abajo, pero sé que no podrán, porque es muy gruesa, y el pasillo de detrás muy estrecho. Pero sé que si me hipnotizan, yo abriré la puerta. Una visión viene a mi aturdida mente: el puñal. Corro a por él. Y con él entre las manos pienso en María. Y acto seguido, hundo el puñal en mi pecho. Un dolor espantoso recorre mi cuerpo. Espero que María, esté donde esté lo comprenda. Intento olvidar el dolor y pensar en María para tener una muerte un poco más dulce. Todavía oigo las palabras cada vez más y más lejos...

De repente oscuridad...

 

No recuerdo nada, no recuerdo quién soy, no recuerdo dónde estoy...

¿Qué me está pasando? Todo está oscuro, no veo nada...

¿Qué me está pasando? No recuerdo nada, pero si sé que no soy ciego. Debo estar dormido, pero... soy consciente de lo que estoy pensando...

¡Oh Dios mío! ¿Qué me está pasando?

Me duele la pierna y el pecho. Hay mucho ruido a mi alrededor. No estoy solo:

- ¿Quién está ahí? ¿Alguien me escucha?

- Hola Rubén. Soy el doctor Miguel Fernández. ¿Qué tal se encuentra?

- Fatal. No sé dónde estoy, no sé quien soy, y para colmo no veo nada.

- Tranquilo, ya investigaremos eso. Antes, el detective López le va a hacer unas...

- ¿Por qué me duele el pecho?

- Cuando le encontraron tenía un puñal clavado en el pecho. Le había perforado un pulmón, pero se le pudo intervenir rápidamente. Bueno, le dejo con el detective López.

-Hola, soy el detective Enrique López, ya hablamos por teléfono, ¿lo recuerda?

- No recuerdo nada.

- Esa actitud no le va a servir de nada. Será mejor que coopere. El cuchillo que tenías en el pecho fue el mismo que mato a María Álvarez, y tenía tus huellas. Además ya confesaste el homicidio. Así que si cooperas, pasarás menos tiempo en la cárcel.

- Me siento muy confuso.

- Pero... Yo no conozco a ninguna María.- ¿Qué me está pasando? No consigo recordar nada, y ante mí solo hay oscuridad...

 

FIN


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