UNA VERDAD SILENCIADA 2

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- En otro orden yo era el jefe de personal de una fábrica de Confección,y cuando ésta se fue a pique a causa de una devastadora crisis económica que se cebó especialmente en el ramo textil, yo me quedé en el paro. ¿Te crees que mi mujer me dio algún consuelo? Nada de éso. Ella aprovechó la ocasión para redoblar más sus humillaciones y sus críticas peyorativas hacia mí. Era como si yo el fuera responsable de aquella situación. A sus ojos yo era un perdedor; un vulnerable antihéroe. A partir de ahí Inés se dedicó a controlar mis pequeños gastos. Si ella en un momento dado me veía en un bar tomando una cerveza me armaba un escándalo de mil demonios y me llamaba borracho. De manera que tenía que tomarme la cerveza a escondidas.

- ¿Pero tú no protestabas?

- Unas veces sí, y otras no. En ocasiones no quería discutir, porque además de que esto es agotador, también me daba cuenta de que Inés disfrutaba con el conflicto; con las peleas y aquello hubiese sido el cuento de nunca acabar. La gente por mucho que lo niegue es bastante sadomasoquista. ¿No lo sabías?

- ¿Y qué tal en la cama?

-¡Bueeeno! Pues una vez que habíamos hecho el amor, Inés me apartaba de su lado como a un saco de patatas. Esto de que ellas tienen más empatía que los hombres y que son por antonomasia las diosas del amor en muchos casos es una mentira, un mito social. A pesar de todo tuvimos un hijo precioso llamado David, por lo que yo pensé que tal vez nuestra relación mejoraría en beneficio del niño. Pero me equivoqué. Su madre se dedicó a hacerme chantaje emocional - siguió contando Juan-. Ante cualquier absurda discusión Inés me amenazaba en abandonarme y en no dejarme ver a mi hijo, Me desafiaba con el propósito de hacerme perder el control de mi mismo, y la abofeteara delante del chico, desprestigiarme ante él, y así ella me podría denunciar a las Autoridades por malos tratos. Entonces yo debería de abandonar el hogar familiar; ver sólo a mi hijo cada quince días si ella accediese a ello, y encima pagarle una pensión, que es lo que al final ha sucedido. Yo ahora vivo con mi madre que es viuda.

- Pero esto es terrible.

- Claro. En casos como el mío mucha gente piensa que el Juez tiene que impartir una Justicia equitativa. Pero de hecho esto no es así. Él lo que hace es hacer cumplir la Ley que es injusta, porque perjudica al hombre en beneficio de la mujer por muy mala que esta sea. Tendría que haber una Ley justa que fuera igual tanto para el hombre como para la mujer.

- Ya. ¿Pero tú como reccionabas cuando tu mujer te provocaba frente a tu hijo?

- Pues como me daba cuenta de la trampa que se me tendía, siempre me mostré estóico. Como si oyese llover; y además siempre me mostraba de buen  humor con mi hijo; aunque también le reñía cuando se portaba mal. Cuando mi mujer me atacaba yo me retiraba a una habitación  y me ponía a hacer Dibujo Artístico que siempre me ha gustado. Pero mi mujer claro está, siempre ha despreciado mi afición. Decía que aquello no servía para nada. Yo pienso que si bien en la época de nuestros padres predominaba un estilo de vida patriarcal, que era un reflejo de la Iglesia, y que las mismas mujeres lo apoyaban sin discusión alguna, ahora de un modo pendular ahora la sociedad se ha pasado con el mismo dogmatismo de antes al lado contrario que es feminista. Y esta doctrina es un incentivo muy grande para las mujeres resentidas y mentalmente enfermas como Inés. Y este feminismo militante se alimenta de la frase que dijo en un mitin político La Pasionaria hace ya muchos años: "Hijos sí, maridos no".

Después de escuchar la historia de aquel Juan, decidí regresar a mi casa con la convicción de que la Ley depende más de una ideología política, que de una Justicia real. Y mientras sea así no habrá una libertad como es de desear.


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