Desnúdate. Fetiche cumplido.

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Jorge, vestido con un pijama a cuadros, se sentó en la silla y encendió la televisión. La película había empezado hace algunos minutos, pero eso no tenía ninguna importancia ya que la imaginación del escritor aficionado estaba puesta en otras cosas.

Su compañera sentimental, Clara, una chica menuda y bien parecida, vestida con un camisón de color celeste, le observaba desde fuera de la habitación, sin atreverse a entrar. Habían discutido por la mañana sobre una tontería y se habían enfadado un poco. La cama, sin él, no era lo mismo.

Hacía una semana que Jorge había presenciado la escena entre su nuevo jefe, un hombre demasiado joven para serlo y la secretaria de la empresa, una mujer madura que poseía un pandero contundente que no pasaba desapercibido. Había estado a punto de llamar a la puerta y entrar cuando escuchó una frase que le hizo detenerse en seco.

- Don Luis, tiene usted un pene de película. - oyó que decía la secretaria.

Jorge descubrió que la puerta estaba un poco abierta y la empujó con cuidado, lo suficiente para ver sin ser visto. Allí estaba Patricia, con su imponente  trasero al aire. La fuerza de la gravedad tiraba sin piedad de las temblonas nalgas hacia abajo mientras que la raja, amplia y jugosa, completaba el espectáculo. De pie, apoyado en la mesa, el jefe, con su mástil erecto. 

Lo siguiente que ocurrió fue que Patricia se recostó sobre la mesa y Don Luis la envistió por detrás. Con cada empujón los glúteos del varón se contraían y un par de hoyuelos se marcaban en su baja espalda. 

Jorge contempló la sensual escena durante unos segundos y luego se retiró con discreción. Lo último que oyó fue el distintivo sonido de lo que parecían ser azotes.

La película dejó paso a los anuncios y el escritor, notando el bulto bajo sus pantalones, decidió liberar su miembro. Una vez fuera, distraídamente, comenzó a tocarlo mientras imaginaba la mano de su superior palmeando las nalgas de la secretaria.

Clara entró en la habitación y sus miradas se cruzaron. Luego los ojos de la chica se posaron en el pene.

- ¿Te ayudo? - dijo sin levantar la voz.

- Desnúdate. - respondió Jorge.

Con estudiada sensualidad Clara se quitó la ropa prenda a prenda mientras los ojos de su pareja no perdían detalle. 

Luego, en cueros, se puso de cuclillas y comenzó a lamer el falo provocando los gemidos de su hombre.

- ¿Te gusta? - dijo levantando la vista.

Jorge la cogió por el brazo y atrayéndola hacia sí la besó con pasión.

- Pero tú no estabas enfadado. - dijo con sorna Clara.

- Puede... pero sería mu tonto si mi enfado me privase de tí. Date la vuelta.

La chica obedeció y nuestro protagonista pudo disfrutar de su culito. 

- ¿Te gusta lo que ves?

- Mucho.

Clara sonrió y luego añadió.

- He encontrado una chica a la que le gusta que le den azotes.

- ¿Una chica?

- Sí. Bueno, a ti te pone eso no... 

- Pero a ti no te entusiasma... y no voy a...

- Lo sé. - le interrumpió la chica. - Pero si a ti te excita... vamos, tu me haces disfrutar mucho en la cama y...

- Porque te quiero y me gusta que lo pases bien. -

- Precisamente...

- Pero lo de traer una chica... ¿no te importa?... esto

- No. No, porque te conozco y sé que estás colado por mi... y que... siempre me has tratado muy bien y me has respetado... 

- Ok. Veamos ese anuncio... ok, la chica, Sandra pone aquí... ok, quiere que una pareja haga de papá y mamá la regañen y "le calienten el culo"... suena bien.

- Sí, y todo está en orden, 23 años, estudiante universitaria... 

- Entonces la llamo. - concluyó Clara.

Jorge asintió y añadió.

- Perfecto... pero luego... ahora vamos a la cama.

- ¿A dormir?

- Sí, eventualmente... pero antes quisiera explorar el cuerpo de cierta dama.

Clara experimentó un ramalazo de placer anticipando lo que estaba por venir.

****************************

A las ocho de la tarde el timbre sonó. Clara y Jorge abrieron la puerta.

- Hola, papá, hola mamá. - dijo sonriendo una chica bajita y delgada de tez pálida, labios pintados de rojo, cabello largo y ojos negros.

La muchacha vestía una falda oscura de cuero, camisa blanca y zapatos de tacón de aguja.

Fueron al salón donde Clara, siguiendo el guión pactado, preguntó sin preámbulos.

- ¿Te han dado las notas del examen? -

El rostro de la muchacha se ensombreció mientras entregaba una copia impresa en la que aparecía el suspenso. El documento era auténtico, lo que añadía cierto morbo a la situación.

- ¡Suspenso! Esto merece un castigo. - Dijo Clara mirando a Jorge.

- Papá.... lo siento. La próxima vez. - suplicó la alumna.

- Esto es inaceptable jovencita. Ya sabes lo que te espera. - intervino Jorge realmente excitado.

Sandra se quitó los zapatos mientras el escritor tomaba asiento en el sillón. A continuación, se desabrochó los botones de la falda y tirando de ella y de las bragas se quedó con el culete blanco al aire.

- Sobre mi regazo Sandra. - dijo su "padre"

La muchacha, con la cara encendida por el rubor, obedeció acomodándose sobre los muslos de Jorge.

Los azotes no tardaron en llegar coloreando las nalgas.

Minutos después, acabado el correctivo, la universitaria se incorporó frotándose el pompis.

- De cara a la pared en ese rincón.  - intervino Clara.

- Ven conmigo, tenemos que hablar. - dijo a continuación tirando del brazo de su pareja y metiéndose en la habitación.

Tras entornar la puerta, la mujer desabrochó los pantalones de su hombre liberando su crecido bastón mientras este, desnudando uno de los pechos de su compañera, trataba de chuparle uno de los pezones con avidez.  En muy poco tiempo, las prendas de ambos amantes estaban en el suelo. Las manos de ella colocaron el pene en la posición de entrada y mirándose a los ojos hicieron el amor entre jadeos y gemidos como pocas veces lo habían hecho.

Finalizado el placentero ejercicio, regresaron al salón, despidieron agradecidos a su invitada y por turnos, entraron en la ducha.

Fin


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