Fantasía pervertida

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No puede moverse. Sus manos están esposadas hacia atrás, al respaldo de la silla. Sus piernas están atadas a las patas de la misma. Frente a él está su cama, la que compartía con su esposa y solo alumbrado por una luz tenue, relajante.

Siente unas manos en sus hombros que ejercen una suave presión buscando que se relaje con unos breves masajes. Luego, reconociendo ese agradable perfume, ve a su esposa dirigirse a la cama. Ella tiene un conjunto erótico, con transparencias. La falda cae suavemente sobre sus nalgas. Tiene una máscara de plumas negras que oculta su rostro. Ella lo mira. Mueve la cola y juega con movimientos sensuales. Se lleva la mano a la boca y se lame hasta finalizar por el dedo índice con el cual juega en su boca.

Mariano está ahí, sentado tan cerca de la cama que levanta el deseo de estar ahí. Se excita como siempre logra hacer esa morocha de cuerpo joven y curvas pronunciadas. La mira de los pies a la cabeza. Ella se acuesta de frente, abre las piernas y empieza a jugar con sus dedos mojados debajo de la tanga. Luego los retira, cruza las piernas y saborea sus dedos. Ella gatea hasta su esposo, coloca las manos sobre sus piernas y se acerca peligrosamente hasta su boca, dejando centímetros de espacio entre ambos. Luego se agacha hasta el pene y ni siquiera lo roza, se retira y aparece un tercero.

Era un hombre de altura, de pecho peludo y buen físico, pero nada extravagante. Mariano vio como aquel hombre se acerca directamente a la cama y besa a su propia esposa. Ella lo mira y le sonríe. Anima al hombre a acostarse y empieza a besarle el cuello. Luego, baja por su pecho, abdomen y llega hasta los genitales, cubiertos por el bóxer, pero marcado, producto de la erección. Ella lo soba por encima de la tela.

Mariano se muerde los labios y juega con los dedos de los pies, presionando los zapatos. Se excita al ver a su esposa con otro, pero también siente celos de no ser él el que la está tocando, pero no quiere que pare; quiere saber hasta dónde es capaz de llegar.

Mariano anima a su esposa a que siga. Le hace saber que lo disfruta, mientras su corazón se acelera; lo que siempre quiso ver, está pasando delante de él. Su erección es fuerte. Quiere tocarse y no puede. La calentura va en aumento.

Su esposa sin decir palabra hasta el momento, vuelve a la panza y lame con la lengua bien húmeda, mientras que, con la mano, estimula el miembro. Luego se pone encima del hombre, de espaldas a su esposo y simula movimientos ascendentes y descendentes. Mariano mira como las nalgas que tanto desea y ama castigar chocar contra el miembro encerrado de aquel hombre. Los gemidos de ella, lo excita más.

Quería ver a su esposa disfrutar del placer, no importa quién se lo dé, sino disfrutar. Entonces, él la retira el bóxer del hombre. Él se arrodilla en la cama y ella se acuesta para chupárselo y darle un sensual sexo oral. A veces, para para mirar a su esposo, quien se vuelve loco. Esta caliente. Desea acosar las nalgas de su esposa mientras está en esa pose con las piernas levantadas.

—Haceme tu puta —le dice al muchacho. Se da vuelta y a gatas, le acerca la cola. El empieza a follarla. Mete su miembro despacio y sigue con movimientos suaves y a petición de la dama, aumenta la velocidad.

Mariano debía la mirada a un costado de la impresión que le dio esa escena. Pero los gemidos y el “fap-fap” le obligan a ver ya que eso estimulaba aún más su erección. Le decía lo hermosa que se veía.

Ella accede a quitarse la máscara por petición de su esposo. Su cabello cae sobre su espalda. El hombre aquel le tironeaba mientras le daba sexo anal. Para evitar eyacular. Para y desviste a la mujer por completo y agarró, apretó y jugó con las tetas, lame, besa, chupa. Ella estaba húmeda. Aprovecha a hacer comentarios sucios y morbosos para calentar a su esposo que ya no daba más. Necesitaba tocarse.

—Follalo, putita —le ordena. Ella se sube encima del hombre, se coloca el pene en la vagina y empieza a cabalgar. A excitación e los tres es extrema. Ella gime muy fuerte, incluso al hombre se le escapaban gemidos de la potencia con que caía sobre su pene. El acompañaba los movimientos sosteniendo a la mujer desde la cintura. Ve como su cabello rebota y sus tetas también. Ella estaba húmeda y tenía los pezones duros. Se aprieta las tetas y luego pellizca sus pezones. Para en seco. Mueve las caderas sobre el miembro y luego baja a lamerlo despacio para bajar la excitación.

Mariano ya no sentía su corazón acelerado. Se limitaba a disfrutar del espectáculo. Sus celos habían bajado, pero su deseo aumentó, intentaba presionar su pene con las piernas, su respiración se agita y presionaba el puño. Las nalgadas, lo rudo, lo mordiscos con sangre sumaban a esa excitación.

Su esposa se puso frente a él y deja que el hombre le levante los brazos mientras la penetra. Luego lleva los brazos hacia atrás para penetrar más fuerte con mayor comodidad. Ella no se guarda ningún gemido y no deja de mirar a su marido con cara traviesa. Lo está disfrutando. El hombre da aviso que se va a correr. Ella se apresura para recibir el semen en su boca. El hombre eyacula con fuerza y deja salir gemidos entrecortados. Luego, la mujer utiliza e dedo corazón para llevar el semen de la cara a la boca y chupa sus dedos. Luego se acerca gateando a su esposo y lo besa. Mariano se deja. Está tan excitado que el asco de recibir la sustancia de otro hombre en los labios de su esposa no es suficiente para negarse.

Ella le baja el pantalón y libera el miembro de su esposo. Lo masturba Con movimientos circulares. Luego con movimientos más cortos, apoya su boca para lamer el glande. Aumenta y baja la velocidad, intercala movimientos circulares sin despegar el glande de su boca y así logra la eyaculación de su esposo quien no contiene el orgasmo y deja salir todo con gemidos fuertes. No había terminado cuando aparece aquel hombre con un filoso cuchillo. Mira con pavor la sonrisa macabra mientras su esposa le sigue practicando sexo oral. Él le toma la mano, ella se levanta y lo besa, sin dejar de hacerlo, le quita el cuchillo y se lo clava al marido.

Mariano siente la lesión. La sangre brota por su panza. Mira a su esposa sorprendido. Esta seguía besuqueando a su hombre. Un sentimiento de traición, decepción y odio envuelven su alma antes de que su vida se apague en un instante.


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