El Universo conspirador

      "Cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla", dice el novelista Paulo Coelho.

      Un ejemplo. T*** siempre había estado enamorado de Giselle Leroux, la popular y exuberante vedette, modelo, pin-up, actriz y presentadora de televisión francesa, la cual había cruzado la frontera y probado suerte -con éxito- en las televisiones españolas desde comienzos de la década de 1990. ¡Qué pedazo de omelette! ("¡Vaya jaca!", se le oyó decir a un veterano periodista español de la prensa rosa cuando en un programa de televisión en directo la vio pasar por delante, ¡y eso que era gay!) ¡Qué cara, qué cuerpo, qué simpatía, qué vitalidad! ¡Cómo me gustaría tener una mujer como esa!, eran las oraciones admirativas que T*** solía emplear.

      Las hojas del calendario volaron y, una década después, el Universo tuvo a bien acordarse de T***. Por supuesto, no le trajo a Giselle Leroux (el Universo no siempre hace milagros), pero sí a alguien parecido. Se llamaba Y***. Era muy guapa. Una belleza de las orillas del Volga. ("Esta mujer es demasiado guapa para ti", le dijo -muchos años atrás- su futura suegra a su hijo y futuro exmarido de Y***, padre de su única hija.) Pelo rubio cortado a lo bob, mejillas redondas, vestida de negro, delgada, seria, elegante. El romance se alargó un año, hasta que la belleza se cambió de ciudad.