DESFLORACION

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Me llamo Caridad aunque todos me llaman Cari. Empecé a salir con mi novio Carlos a los dieciséis años. Entonces yo era una chica muy cortada en cuanto a relacionarme con los chicos. La verdad es que me intimidaban cuando pensaba en como serían los besos con alguno que me llamara la atención. Con Carlos fue distinto.

Le conocí en la fiesta de fin de curso del instituto, él acaba ese año el bachillerato y yo lo empezaba porque es dos años mayor que yo. Me sacó a bailar una canción lenta y desde el principio pegó mi cuerpo al suyo. Me sentí incómoda aunque olía también que junté mi cara a su cuello para percibir mejor su olor. Debió sentir mi aliento y se animó. Giró la cabeza y me beso en el cuello, empecé a temblar y me pidió perdón por haberlo hecho.

Pasamos la tarde juntos charlando sobre cotilleos del instituto. Al acabar la fiesta me acompañó andando hasta mi casa y al despedirse me dio un beso en cada mejilla. Me dijo que teníamos que volver a vernos e intercambiamos los teléfonos para quedar otro día.

Al día siguiente me llamó y charlamos un rato, me dijo que porque no quedábamos y seguíamos hablando en vez de hacerlo por teléfono. Le dije que a partir de las cinco podía salir y me contestó que a las seis me esperaba en mi portal.

Aquella misma tarde, sentados en un banco del Retiro, me dio el primer beso en los labios. Fue natural y me gustó la experiencia. Yo tomé la iniciativa del segundo y noté su lengua recorriéndome los labios. Sin saber cómo ocurrió me encontré con su lengua dentro de la boca y yo buscando el mayor contacto posible con la mía. No sé cuánto duró en beso, solo recuerdo que al separarnos tenía las bragas mojadas. Lo repetimos y esta vez sentí su mano estrujándome un pecho y buscando el pezón con los dedos. Lo consiguió y tuve ganas de llevarme la mano al sexo para aliviar la tensión, pero no lo hice. Su mano sí me frotó el sexo por encima del pantalón y tuve mi primer orgasmo con un chico.

Cuando llegué casa le dije a mi hermana Cris, cinco años mayor que yo, que se viniera a la habitación donde dormíamos y le conté lo que me había pasado. Se aguantó las ganas de reír y me escuchó pacientemente. Al acabar me dijo que bienvenida al mundo del sexo y que lo disfrutara cuanto pudiese, eso sí, que siempre lo hiciera convencida de que era lo que yo quería y no lo que querían los demás.

Seguí viéndome con Carlos casi todas las tardes, ya estábamos de vacaciones. Casi siempre acababa con su mano dentro de las bragas en algún sitio discreto y me proporcionaban unos orgasmos increíbles, al acabar chupábamos sus dedos empapados de mis fluidos. Después se sacaba la polla y le masturbaba hasta que el semen fluía.

Fue en su casa una tarde que sus padres se habían ido de fin de semana. Estábamos sentados en el salón, yo encima de él con las piernas a su costado, frente a frente. Después de comernos a besos y ya con la blusa abierta, me levantó y empezó a besarme la parte de los pechos que no cubría el sujetador. Me lo quité y me cogí los pechos con las manos, ofreciéndoselos. Por primera vez puso sus labios sobre mis pezones y empezó a jugar con la lengua. Además de la excitación, me encantó la intimidad que sentí con él.

Me levantó la falda hasta la cintura y empezó a acariciarme el culo por dentro de las bragas. Por la posición en la que estaba era imposible quitármelas sin levantarme, que era lo que me apetecía. Eso no fue obstáculo para que pusiera un dedo sobre mi anillo trasero y lo presionara sin llegar a entrar. La otra mano fue a parar al sexo e intentó también entrar dentro de las bragas que no deban mas de sí. Puso ambas manos en un lado de la cadera y de un tirón me las rompió.

No me dio tiempo a reaccionar de la sorpresa, una mano volvió al culo y la otra me acarició el coño, por primera vez sin la incomodidad de las bragas. Presionó el clítoris y frotó enérgicamente hasta que me corrí quedándome sin aliento y recostada sobre su pecho.

Al recuperarme me comió a besos, volvía a estar excitada. Me hizo ponerme de pies dejando el pubis a la altura de su cara y empezó a chuparme. Le lengua entraba en la vagina y luego iba directamente al clítoris. A veces cogía un labio y lo absorbía produciéndome calambres por todo el cuerpo. Fue la primera vez que me corrí en su boca.

Le acaricié su pene por encima del pantalón. Estaba duro y se quejó porque la presión le estaba matando. Mirándole a los ojos desabroché el botón y le bajé la cremallera. Cuando se la pudo sacar vi su cara de alivió. Empecé a bajarle los pantalones, levantó el culo para facilitarme la tarea y se los saqué por los píes arrastrando con ellos los calzoncillos. Tiré de su polo hacia arriba y levantó los brazos para ayudarme a sacárselo por la cabeza. Me quité la blusa y el sujetador y me recosté sobre su pecho mordiéndole suavemente los pezones, como sabía que le gustaba, mientras se movía la polla hacia arriba y hacia abajo, masturbándose.

Fui descendiendo mientras le pasaba la lengua por el abdomen hasta que llegué a su sexo y quedó pagado a mi cara, ascendí con la lengua por la polla y al llegar el capullo besé la punta. Cada vez que la pasaba por la rajita emitía gemidos, señal de que a él le gustaba y a mí me encantaba, además de ponerme a cien. El sabor salado de las perlas que salían por la punta, lejos de incomodarme, las recogí con la lengua y las tragué.

Empecé a descender y poco a poco me encontré con media polla en la boca, cuando me rozaba la garganta y antes de sentir arcadas me retiraba. Me cogió del pelo y empezó a moverme la cabeza, ahora era él quien marcaba el ritmo mientras yo hacía el vació apretando los carrillos para darle más fricción.

Supe que se iba a correr cuando se tensó y me mantuvo la polla bien dentro. Cuando el semen me llenó la boca no me retiré, seguí chupándole el capullo hasta ya no soportó el contacto. Me había tragado su leche sin ni siquiera haberme planteado si quería hacerlo y me había encantado, me sentí mayor y más mujer.

No tardamos mucho en estar de nuevo al lío, sobre la alfombra. Tumbado encima de mí me restregaba la polla sobre el clítoris. Estaba excitadísima y empecé a desear tenerle dentro, quería hacerlo y tenía miedo al mismo tiempo. Había oído que para algunas chicas era muy doloroso la primera vez al desgarrar el himen, aunque no les ocurría a todas.

Estaba enamorada, alguna vez tendría que ser la primera y esta era una ocasión propicia. Le dije que quería que me la metiera, me miró extrañado y preguntó si estaba segura. Es que lo más deseo en este momento y quiero dejar de ser virgen contigo, contesté.

Apoyó la punta sobre la entrada y la fue metiendo poco a poco para que me acostumbrara. Solo había entrado la punta cuando se encontró con el tope que bloqueaba el acceso, me dolió. Se retiró un poco y volvió a meterla muy despacio, de nuevo llegó al punto crítico y esta vez no me dolió tanto. Iba a salirse de nuevo y le dije que siguiera un poco más. Me fui acostumbrando, aunque cada vez que apretaba el dolor volvía y él me lo notaba en la cara.

Me propuso que lo dejáramos y lo intentáramos otro día porque no quería hacerme daño. Le dije cambiáramos de posición a ver si me dolía menos. Se tumbó en la alfombra y me senté encima. Me pasé la polla por los labios y la metí hasta notar presión. Cada vez que descendía el dolor aparecía de nuevo, estaba decidida a conseguir metérmela entera para disfrutar a partir de entonces, alguna vez tenía que ser la primera.

Cogí aire y me dejé caer de golpe. El dolor me dejó amarga y preocupado me preguntó que qué había hecho. Me quedé quieta porque era capaz de moverme, hasta que el dolor fue desapareciendo. Me elevé un poco y volví a bajar despacio. Volvió a dolerme, pero era soportable y repetí varias veces. Cuando se corrió noté sus chorros de semen dentro y la sensación me compensó del mal rato que había pasado. No conseguí correrme ese día y me marché a casa deseando repetir y con un solo pensamiento en la cabeza, repetir en cada ocasión que tuviéramos.  


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