¡Reencarné en un elfo! Cap. 16

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Capítulo 16. Lo que realmente quiero.

 

Cuando el gran ventanal fue roto, llamó la atención de todas las elfas que hacían uso del baño en ese momento. Había más de treinta mujeres, varias de ellas lavando su cuerpo desnudo al aire y otras disfrutando de un cálido baño de tina. El lugar consistía en un gran baño a cielo abierto, con frondosos árboles que daban suficiente privacidad ante posibles miradas curiosas.

 

Y en tal lugar seguro, justo en ese momento, dos elfos cayeron del cielo.

 

“¡¿Me están fallando los ojos?!” Una elfa miraba con la boca abierta lo que su mente se negaba a aceptar. Volviéndose hacia su compañera más cercana, murmuró. “¿Hermana, estás viendo lo mismo que yo?”

 

La visión de dos hombres en el baño de mujeres era tan extraña que, sin importar la edad o la experiencia que tuvieran, ninguna quiso aceptar de inmediato que tal escena era real. Esta zona era ampliamente conocida como un lugar prohibido para elfos machos, solo colocar un pie en él era un gran delito tabú, lo que implica que ningún castigo hacia ellos será penalizado, ni por los mortales ni por los dioses.

 

Para alguien como Kalkuu podría ser difícil de entender o asimilar, pero, para el sentido común de este mundo, era lo más básico que todo elfo debía aprender desde el nacimiento. Ni el más pervertido de los hombres querría exponerse a castigos a los cuales los podrían someter, a tormentos que podrían llegar a ser peores que la propia muerte. 

 

“¿Qué está pasando?”

 

“Eso no puede ser un hombre, ¿verdad?”

 

“No, mira bien su cara, al menos el más alto es claramente un hombre. Creo que lo reconozco de algún lado…”

 

“¡¿Es el presidente estudiantil Alakai?!”

 

……..

 

“Alakai… ¿Y ahora? … ¿Qué hacemos?”

 

Kalkuu estaba entrando lentamente en pánico, su respiración se sentía cada vez más pesada. Desde que despertó en un cuerpo de niño, no había pasado más de diez horas y, en ese poco tiempo, el estrés se había acumulado a niveles peligrosos. Ya no podía pensar en más planes para esconderse o escapar.

 

Por otro lado, por muy cansada que estuviera su mente, nada le hacía olvidar la sensación de vació y dolor que constantemente le atacaba desde su estómago. Se arrepentía profundamente de no haber aprovechado su momento de paz en el comedor, a pesar que la comida ahí no le produjo placer ni menos saciedad.

 

Mientras Kalkuu sufría su propia guerra interna, Alakai parecía un glaciar de hielo eterno, totalmente indiferente a las inclemencias del mundo. Su mirada no estaba fija en ningún lugar en particular, sino que recorría todo el edificio, buscando una salida y calculando sus posibilidades de escapar con vida del lugar.

 

Lo más importante era que estaban en la zona prohibida, un lugar que, por el solo hecho de poner un pie voluntariamente ahí, se le consideraría como un gran criminal. Al mismo tiempo, estaban rompiendo un gran tabú de su sociedad, pues su mirada se consideraba envenenada y, naturalmente, ninguna mujer quisiera quedar con ese estigma de por vida. Por consecuencia, el remedio más aceptado popularmente para tal acto de envenenamiento, era torturar y exigir la vida del perpetrador con sus propias manos. 

 

“No nos queda tiempo ni opciones. Alakai, escúchame con atención.”

 

Aquella voz era casi un susurro, pero, de alguna manera, Kalkuu sentía que le estaba hablando a todo pulmón. Su cuerpo se tensó, listo para responder a la siguiente orden, sin embargo, su mente sintió un leve relajo al enterarse que, tal vez, sí había una opción de salir de esta horrible situación.

 

“Debes salir de este lugar, a mi señal correrás hacia la derecha con todas tus fuerzas y no mirarás hacia atrás, pase lo que pase. Solo basta con que pongamos los dos pies fuera del baño para que evitemos… lo peor.”

 

Al escuchar la última palabra, tanto Kalkuu como Alakai se estremecieron del terror, aunque lo que cada uno consideraba como “lo peor” difería bastante. Por un lado, Alakai pensaba en torturas físicas y espirituales, mientras que Kalkuu pensaba en trabajo comunitario y humillación pública.

 

Una vez pasaron esos pocos segundos de estupor colectivo, todas las elfas reaccionaron con al unísono según sus propias prioridades. Unas se hundieron en las tinas de agua para no ser contaminadas con sus miradas, otras reunieron a las elfas más pequeñas para alejarlas de todo lo que pasaba, mientras que, las que se sintieron más afectadas por la presencia de los hombres, emitieron intenciones asesinas y se prepararon para cobrar justicia por todas sus hermanas contaminadas.

 

Justo antes de la arremetida de las elfas, Alakai levantó ambas manos al cielo en señal de rendición y, tras respirar muy profundamente, gritó.

 

“¡HERMANAS ELFAS! ¡SOY EL PRESIDENTE ESTUDIANTIL ALAKAI! ¡NO ME ATAQUEN POR FAVOR! ¡ESTE ES UN GRAN MALENTENDIDO!”

 

Mientras algunas dudaron al escuchar tales palabras, no fue suficiente para convencer a las que estaban más alteradas. Sin permitir ningún derecho a defenderse, concentraron energía mágica dentro de sus cuerpos y se lanzaron en frenesí hacia él. Tal era su decisión que no les importó tapar su desnudez, dejando caer sus toallas al correr. Un solo pensamiento llenaba sus mentes y no dejarían, por ningún motivo, que esos dos hombres escaparan del baño con vida.

 

“¡DIRECTORA ANHUAR, POR AQUÍ! ¡AYÚDENOS POR FAVOR!”

 

Cuando Alakai gritó el nombre de la directora, todas las elfas se giraron para mirarla y buscar en ella la ayuda necesaria. Eso también implicó a aquellas que estaban cegadas por la sangre, dudaron un momento y detuvieron su frenética carrera. Incluso Kalkuu albergó la esperanza de ser ayudado por la directora y, si todo salía bien, tal vez también saciar su hambre.

 

“¡Corre!”

 

Sin tiempo para observar a la directora entrar al baño, Kalkuu sintió una fuerte brisa de viento que le empujaba la espalda y los pies. El impulso le recordó su misión de arrancar y puso todas sus fuerzas en eliminar el gran tramo que lo separaba de su libertad.

 

“¡NO LES CREAN! ¡ESTÁN TRATANDO DE ESCAPAR!”

 

La mentira de Alakai les dio un breve instante de distracción, gracias a lo cual ganaron el impulso inicial para tomar una valiosa ventaja. Dirigió sus pies hacia la salida contraria de Kalkuu, buscando así evitar que los atraparan a ambos de una sola vez, aumentando las posibilidades que tenían de sobrevivir.

 

Tras darle un encantamiento de agilidad a Kalkuu, puso en práctica todo su dominio de la magia de viento, haciendo su cuerpo más ligero e impulsándose con una fuerte corriente de aire que le permitió alcanzar una gran velocidad en un parpadeo.  

 

El elfo tenía claro que, con tal aceleración, alcanzaría la salida del baño en dos segundos, por lo que su escape estaba prácticamente asegurado. Luego de eso, debía buscar una ruta externa para alcanzar a su nuevo compañero y escapar juntos del orfanato.

 

Cuando la puerta de salida estaba a solo un paso de distancia, una lanza de roca emergió de suelo y apuntó directamente a la garganta de Alakai. Sin la fuerza para detener su impulso o defenderse con su propia magia, instintivamente bajó su cabeza y se precipitó con todas sus energías hacia el frente. Sintió tanto miedo que ignoró totalmente la herida cortante que le dejó en la cabeza el roce de la piedra. Esta experiencia cercana a la muerte hizo que sus piernas perdieran la capacidad de sostenerlo, realmente no estaba preparado para un combate tan intenso.

 

Y así, estando a unos centímetros de la puerta de salida, su cuerpo cayó sin fuerzas al suelo y no pudo evitar que una ola de lodo lo rodeara y lo sumergiera dentro de una cúpula, la cual luego se solidificó y sirvió de jaula improvisada.

 

“¡Captura exitosa!”

 

Una elfa desnuda, de la misma edad que Alakai, se acercó a la cúpula e invocó seis estacas de piedra que la atravesaron desde diferentes ángulos. Luego levantó una pierna muy alto y la dejó caer con fuerza.

 

*PAFFFF*

 

La jaula de barro se desmoronó en pedazos y un cuerpo inmovilizado entre piedras emergió de él. De cara al suelo, la elfa mantenía al cautivo incapaz de mirar ni contaminar a nadie, su pie presionaba la nuca con fuerza, ignorando a propósito el pequeño hilo de sangre que comenzó a surgir en la tierra.

 

“Tchh, enano estúpido, si creíste que te dejaría escapar solo por nuestra amistad, estabas alucinando. No solo osaste a entrar a una zona prohibida, sino que intentaste engañarnos con palabras mientras buscabas ganar tiempo y escapar. ¡Qué infame! Alguna vez pensé bien de ti, pero, ahora que has destruido el honor de mis hermanas, solo siento asco.”

 

“¡Hermana no lo mates!”

 

“¡Déjanos a nosotras también cobrar venganza por su pecado!”

 

“¿Y si le sacamos los ojos? ¿Acaso no sería más fácil atormentarlo así?”

 

Un grupo de mujeres se acercó con sonrisas escalofriantes que no coincidían con sus ojos sin vida. Su sed de sangre fue tan fuerte que despertó a Alakai de su inconciencia. Cuando intentó moverse, sintió fuertes puntadas que casi atravesaban su piel en diferentes partes, haciendo imposible intentar escapar sin herirse gravemente. Un fuerte pesar llenó su ser, y no le quedó más que rendirse al destino horrendo que le sucedería a continuación.

 

A unos pocos metros de tal evento, Kalkuu se encontró con una fila de niñas elfas que llevaban palos de escobas y ramas de árbol como armas. No eran más grandes que él, pero eran casi veinte personas que lo rodearon y bloquearon todas sus vías posibles de escape.

 

Sin darle respiro para actuar, comenzaron a atacar coordinadamente al elfo quien, sin saber nada de combate, solo logró esquivar los golpes retrocediendo un paso por cada vez que lo hacía. Poco a poco el cerco se fue cerrando y se iba quedando sin espacio para esquivar.

 

“¡Ya atrapamos a Alakai! ¡Capturen a ese niño y tráiganlo al medio del baño para su castigo!”

 

Al escuchar esto, el espíritu de lucha de Kalkuu fue consumido al instante. Si ya no tenía sentido intentar escapar ni esperar la ayuda de Alakai, solo le quedaba rendirse a la situación y aceptar el menor castigo posible al colaborar con su propia captura.

 

Cayó de rodillas de golpe y levantó las manos en señal de sumisión. 

 

“Yo… me rindo.”

 

En un breve momento llegó una elfa mayor y lo maniató con unas gruesas cuerdas. Los nudos quedaron tan apretados que el elfo sintió que la sangre dejaba de correr a sus extremidades. Sin tiempo para quejarse, fue arrastrado como un saco por el suelo y llevado a donde se reunían el resto de las mujeres.

 

Con mucho cuidado intentó mirar a su alrededor, pero solo vio piernas además de un bulto sucio y ensangrentado.

 

“¿Ala… kai?”

 

Con la voz quebrada, sin poder creer lo que veían sus ojos, quedó conmovido por el lamentable estado de su único amigo en el mundo. La única persona que le había dado una mano ante el peligro, ahora estaba convertida en una masa deforme, con el rostro contra el suelo y un charco de sangre a su alrededor. Pisándole con ira la nuca, una elfa desnuda de piel clara y una melena gris, era la encarnación de una diosa de la muerte.

 

“¡SUÉLTALO! ¡LO VAS A MATAR! ¡¿ACASO NO VES EL POZO DE SANGRE?!”

 

Girando su rostro lentamente hacia el que acababa de gritarle, la elfa mostró sus ojos blancos inyectados en sangre. Su mirada fue tan poderosa que Kalkuu sintió que acababan de apuñalarle el corazón con un rayo. La vista se le nubló y parecía como si trozos de la realidad se hubieran quedado completamente negros.

 

“Tu… te atreviste a contaminarme…”

 

“Yo no… no entiendo lo que estás hablando… te juro que no te he contaminado con nada...”

 

*POWWW*

 

Con una fuerza descomunal, la elfa hizo retumbar el estómago de Kalkuu de una patada. Los interiores se le revolvieron y vomitó de golpe todo lo que había comido en el día junto con una gran cortina de sangre.

 

Sin tener energías para entender lo que sucedió, el elfo quedo completamente desmayado.

 

“Hermana Pohaku, esta vez creo que cruzaste un límite…”

 

“Si… definitivamente no tienes respeto a tus mayores.”

 

“¿De qué sirve un juguete roto? ¿Acaso manejas la magia curativa?”

 

Sin ningún tipo de remordimiento, tres elfas protestaron por su turno para torturar a los dos criminales. El resto de las presentes desviaron la mirada, incómodas con la crueldad, aun así, no intentaron nada para evitarla. Las consecuencias de ser contaminadas en la zona prohibida podrían atormentarlas toda la vida si mostraban algo de piedad en este momento.

 

“Atención todas, haremos esto rápido y doloroso. La que no quiera ensuciarse las manos con sangre, retroceda dos pasos, el resto tome su lugar en la fila y espere pacientemente su turno. Debemos ser civilizadas.”

 

La elfa Pohaku lideró el proceso de ajusticiamiento contra los dos elfos que rompieron el tabú. Seis elfas que temblaban de ira se ordenaron en una fila frente a Alakai y comenzaron su venganza. Sin mostrar ningún arrepentimiento, una a una le patearon y azotaron la espalda con látigos de magia.

 

El elfo, por su parte, gritó con los primeros azotes, pero luego volvió a estar en silencio hasta que terminó la primera ronda de tortura. No había perdido la conciencia esta vez, sino que simplemente dejó de sentir dolor después de un tiempo. Su energía mágica estaba demasiado debilitada, pero no se había ido del todo, si para evitar su muerte tenía que quemar su última reserva de maná, sería un intercambio favorable.

 

“Este ya no responde. Continuaremos con la segunda ronda después de hacerle lo mismo al otro criminal. Congélenlo o quémenlo con tal lograr despertarlo.”

 

Cuando la atención de todas las elfas cambió hacia Kalkuu, un torrente de maná se derramó sobre él, causándole un impacto similar a un shock eléctrico, sin embargo, este ataque no dañó su cuerpo, sino que fue directo contra su alma, esquivando cualquier barrera de protección que pueda ser capaz de crear en su desesperación por sobrevivir.

 

……..

 

En lo más profundo del espíritu de Kalkuu, similar a un pozo insondable, una esfera cubierta de luz azul descansaba en paz. Su brillo era bastante misterioso, como si fuera un ente vivo que quisiera transmitir una historia olvidada por el universo. A su alrededor, una infinidad de jeroglíficos dorados orbitaban y chocaban entre ellos en un total caos.

 

El tiempo era eterno en ese lugar, nada podía alcanzarlo ni dañarle.

 

O eso creía.

 

De súbito, un golpe de energía asesina penetró en su eterna paz, estrellándose de lleno contra su superficie. Duró solo un momento, pero fue suficiente para dejar una pequeña marca visible en uno de sus símbolos dorados.

 

“¡¡WuaaaaaaaaaaaAhhhh!! ¡Maldición! ¡Qué fue eso! ¡¿Es acaso dolor?!”

 

Una voz profunda, que se sentía como la de un ente antiguo y de poder absoluto, gritó de manera muy aguda, casi como un bebé, al sentir dolor por primera vez en su existencia.

 

“¡EY TÚ! ¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO ALLÁ AFUERA?! ¡MANIFIÉSTATE!”

 

Al instante, una proyección de energía generó la figura de Kalkuu, con las mismas heridas que en su cuerpo real y la mirada perdida hacia sus pies.

 

“¡MÍRATE HECHO UN DESASTRE! ¡Wuajajaja! ¡Me hiciste gritar de una manera vergonzosa, maldito mortal! Si solo te atreves a decir una palabra de esto a los otros dioses… ¡Mejor no te digo el castigo que te esperará!”

 

“Castigo… castigo… ¿Acaso el universo solo piensa en castigos? Ya… ya estoy harto. Hazme lo que quieras, ya perdí esta oportunidad de vida. ¿Y qué si eres un dios? La siguiente vez haz tu trabajo bien y no envíes a alguien a reencarnar para solo morir al poco nacer. Si me quieres hacer un favor, reencárname en un gato y ya, te ahorras todos los problemas y yo busco una dueña linda que me ame con locura. ¡Ahí está! ¡CONVIÉRTEME EN UN JODIDO GATO! Entiende de una vez que…”

 

Mientras Alakai descargaba toda su frustración contra la esfera brillante, esta estaba estupefacta ante la explosión de ira que llegó en su contra de una vez. Una serie de emociones encontradas se arremolinaban dentro de su ser, pero no era capaz de reconocerlas como tales, era un fenómeno totalmente nuevo para él. Se tomó su tiempo para sentirlo y aprender de él.

 

“¿Ya acabaste de dar lástima?”

 

“…”

 

“Vaya chico, debe ser difícil estar en tu situación. Yo no sé realmente lo que sientes, mírame, solo soy una esfera azul con tatuajes brillantes. Si te sirve de algo, puedes seguir descargándote, aquí el tiempo no pasa igual que afuera. Si gustas puedes tomar una siesta y jugar póker conmigo tomando café.”

 

“¿Me… me estás hablando en serio? Pues… la verdad es que tengo un hambre… uff de muerte para serte sincero, creía que nadie me ofrecería nada ya.”

 

“¡Sí claro! ¿Cómo no amigo mío? ¿Lo quieres expreso o cappuccino? Tenemos azúcar blanca y rubia, así como leche fresca de unicornio.”

 

“… ¿Me tratas de estúpido?”

 

“¿Ya lo notaste? ¿Ahora dejarás de lamentarte y evitarás que me vuelvan a interrumpir en mi siesta nocturna? Ahora es cuándo me preguntas cómo…”

 

Kalkuu no estaba de humor para tales palabras, apretó sus dientes con mucha fuerza, pero no sintió ningún dolor con este cuerpo hecho de luz, pero, por algún desgraciado motivo desconocido, lo que podía sí podía sentir claramente era hambre… una aterradora hambre que no le dejaba pensar con claridad.

 

Al verle ese estado lamentable, la esfera de luz guardó silencio un momento y detuvo su juego. Inspeccionó con sus sentidos las perturbaciones del espíritu y notó un hilo de energía rojo que se conectaba directamente al estómago del mortal. Intentó interactuar con él, pero se retractó de inmediato, no estaba seguro de las consecuencias de su acto.

 

“Niño, te parecerá extraño lo que diré, solo sígueme la corriente. Llévate una mano al ombligo y busca tirar de una especie de cuerda invisible con toda tu fuerza. Dime chico, ¿Qué es lo que realmente quieres?”

 

“¿Lo que realmente quiero?”

 

Intentó pensar en sus sueños, en su nueva vida como elfo y las aventuras mágicas que le podrían esperar. Recordó el rostro de Alakai y su afán por ayudarlo, sintiendo por primera vez la protección de alguien tan cercano como para llamarle familia sin apenas conocerlo. Pensó en regresar a su vida anterior, aprovechar las oportunidades que perdió… quizás… solo si quizás pudiera regresar con un poco de magia a su antigua vida…

 

*BRRRRRRRR*

 

Un temblor se originó en su vientre con inesperada intensidad. Fue tan fuerte que el espacio a su alrededor y la esfera azul se agitaron violentamente. Las pupilas de Kalkuu perdieron su enfoque y su boca se abrió ligeramente, dejando caer una gota de saliva lentamente por la comisura del labio. Se llevó las dos manos al ombligo por el dolor y se encontraron con un hilo invisible unido a su cuerpo. Tiró de él con fuerza y un torrente de energía descontrolada comenzó a arremolinarse a su alrededor.

 

“Lo que realmente quiero… es comer, ¡Es comer maldita sea! ¡Aunque sea pasto! ¡Aunque sea agua! ¡Ya basta! ¡Necesito comer!”

 

¡DEBO COMER!

 

¡NO AGUANTO MÁS!

 

¡PAREN!

 

……..

 

“¡DEJENME EN PAAAAAZ QUE TENGO HAM-BREEEEE!”

 

El grito desgarrador de Kalkuu liberó ondas de energía a todo su alrededor. Un pulso rojo sangre era expulsado continuamente afectando a todo ser vivo que encontraba a su paso.

 

Frente a él, las elfas en la fila detuvieron su ataque al instante. Sus cuerpos quedaron en extrañas posturas, con los ojos entrecerrados y las mandíbulas abiertas. Lo mismo les sucedió a las demás mujeres alrededor e inclusive más allá.

 

En la puerta del baño, una acelerada directora Anhuar perdió el vuelo de su carrera y cayó al suelo sin poner resistencia. Mientras tanto, frente al gran ventanal roto de la sala de evaluación, el doctor Gial dejó de observar lo que sucedía y acompaño al resto de elfos en su profundo trance.

 

Cuando las oleadas de energía se detuvieron, la energía caótica duró unos instantes concentrada en los ojos de Kalkuu antes de desaparecer del todo. A su alrededor, el mundo parecía congelado en el tiempo, nadie era inmune al mismo efecto mágico. El único que tenía control sobre sí mismo fue el mismo que provocó todo. Con pasos lentos, el niño elfo caminó hacia el cuerpo de Alakai, el cual estaba con la espalda descubierta y llena de heridas abiertas.

 

“Despierta amigo, ya nos vamos.”

 

Como si de una orden se tratara, el elfo abrió los ojos y asintió con la cabeza, incapaz de articular ninguna palabra por los daños en su cuerpo. No solo no se sorprendió del giro de los acontecimientos, sino que actuó como si todo fuera totalmente normal.

 

Usando a Kalkuu de apoyo como un bastón, caminaron hacia la salida del baño de mujeres ignorando todo su entorno. Más allá encontraron un mundo igual de congelado, con niños y niñas que parecían huir del lugar, mientras que algunos profesores y guardias de seguridad llevaban dos jaulas destinadas, evidentemente, para capturarles.

 

Inclusive cuando cruzaron la entrada principal del orfanato, el mundo seguía en el mismo estado de total suspensión. Más aún, no sintieron ninguna barrera o energía mágica emitiendo algún tipo de hostilidad hacia ellos. Al contrario, todo el pueblo daba una sensación fantasmagórica de paz y tranquilidad.

 

Horas más tarde, llegaron los siguientes mercaderes itinerantes del día, encontrándose con una situación tan extraña, que el miedo en ellos fue más fuerte y regresaron a toda velocidad hacia sus hogares que estaban a varios días de viaje. Nadie les creyó la escena sacada de una historia de terror que quedó grabada en sus mentes por toda la vida.

 

Ajenos a todo lo que pasó, los dos elfos se sumergieron cada vez más en las profundidades del bosque. Cada paso doloroso que dieron, les alejó más de una sociedad que solo les hizo daño y no les dio ninguna oportunidad de diálogo.

 

El mundo élfico no les volverá a ver por largo tiempo.

 

 

FIN DEL PRIMER ARCO: DE BEBÉ A PRÓFUGO.

 

 


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