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Mara y yo nos conocemos desde que siempre. Somos vecinas del mismo edificio y fuimos juntas al colegio y al instituto. Siempre hemos salido y crecido juntas, incluso descubrimos la sexualidad al mismo tiempo.

Oíamos a los compañeros de clase hablar sobre videos pornográficos que descargaban de internet. Tanto oírles nos llamó la atención y decidimos investigar en el ordenador de mi hermano. Esperamos a que se fuera con sus amigos un sábado por la tarde y nos lo llevamos a mi cuarto.

Lo encendimos e iniciamos Google, pusimos videos porno que era lo que nos habían dicho los compañeros y un montón de páginas pornográficas aparecieron en la pantalla detallando los títulos de cada una. Abrimos la primera y le dimos a la flecha de inicio. Lo que vimos nos dejó perplejas, un negro con un descomunal pene lo metía en el culo de chica blanca y bombeaba salvajemente. Cerramos la página inmediatamente, más por inercia que por otra cosa.

Nos miramos con ojos como platos y Mara dijo que eso tenía que doler mucho. No entendíamos que a la chica le gustase y pusiera cara de estar disfrutando. Fuimos leyendo otros títulos y nos topamos con uno que ponía los nombres de dos chicas y algo así como “se lo montan solas”. No entendimos que es lo que podían hacer dos chicas solas si no había chicos para tener sexo. Teníamos doce años.

Le dimos al play y salieron dos mujeres, no eran muy jóvenes al menos comparadas con nosotras. Una empezaba a tocarle los pechos a la otra, se los descubría y los besaba. No entendíamos muy bien la cosa paro al menos no había violencia. El video duró como diez minutos en los que ninguna dijo sin retirar la vista de la pantalla. Las últimas escenas mostraban a una tumbada sobre la otra con las cabezas entre las piernas, la cámara enfocaba directamente mostrando como se chupaban con cara de estar pasándolo muy bien.

Nos miramos y nos reímos, eso lo podíamos hacer nosotras sin la participación de nadie más. Pinchamos otro video que decía algo de una chica que se masturbaba. Empezó con una chica, esta era más joven que las del otro video, levantándose la falda y quitándose las bragas para pasarse la mano entre las piernas y tocarse en el punto superior de la abertura. Al final ponía la misma cara de estar disfrutando que las dos mujeres del video anterior.

Como era de esperar, la curiosidad nos pudo y decidimos imitarla. Yo enseguida empecé a notar las consecuencias y se me aceleró la respiración. Mara me miraba con cara de envidia y me decía que ella no sentía nada especial, miré donde se estaba tocando y me reí, se acariciaba más arriba de la raja, casi en el ombligo.

Le dije que me dejara enseñarla donde se tenía que tocar, nada ponerle el dedo sobre el clítoris sintió un calambre y se retiró asustada, volví a acariciarla. De pronto empezó a jadear y se corrió, seguí tocándola y me apartó la mano bruscamente adoptando la posición fetal. Aquello si que era nuevo para ella y no supo decirme lo que le había pasado.

Me dijo que me iba a acariciar ella para que sintiera lo mismo que ella. Cuando empezó a pasarme el dedo sentí que los muslos se me mojaban como si me estuviera orinando. No me dio tiempo a mirarme porque el orgasmo, sensación desconocida hasta entonces, me recorrió el cuerpo.

Las dos nos quedamos pensando en lo mismo, repetirlo. Decidimos seguir investigando con videos que en los que pusiera algo refiriéndose a mujeres solas o lesbianas, que era como llamaban al sexo entre mujeres. En cada video descubríamos algo nuevo y nos poníamos manos a la obra. Así es como descubrimos como disfrutaban las mujeres cuando les pasaban la lengua por el mismo sitio que nosotras habíamos descubierto. Solo pensar en la suavidad de una lengua pasando por donde nos habíamos pasado el dedo nos excitó y pensamos lo mismo.

A las dos nos daba un poco de reparo chupar a la otra justo por donde meábamos. La llamada del deseo fue más fuerte y me decidí. Me puse de rodillas delante ella y abrió las piernas. Saqué la lengua cuanto pude, como distanciando la cara de su pubis, y le pasé la lengua. Poco me duró la sensación de reparo, el instinto hizo que al poco estuviera devorándola con los labios pagados a su vulva y metiendo la lengua dentro de su raja.

Mara empezó a gritar. Me apretaba la cabeza contra su sexo y me la separa descontroladamente. Cuando separé la cara de su pubis estaba llorando porque no era capaz de dejar de sentir orgasmos, se había corrido tres veces por lo menos y tenía el clítoris tremendamente sensible.

No podía esperar a sentir lo mismo que ella. Me senté en la silla del ordenador con el culo en el borde y las piernas completamente abiertas y apoyadas en los reposabrazos y le rogué a Mara que por favor empezara. Sin haberse recuperado aún, pegó su cara a mi pubis y empezó a chuparme el clítoris. Nunca supe cuántas veces me corrí, lo que sí que nunca olvidaré son los estragos que produce abusar. Solo el contactó de las bragas ya me producía escozor.

Tardamos pocos días en querer experimentar con chicos y que nos metieran la polla. En internet había mujeres que se introducían pollas de goma e imitaban el movimiento de los hombres al follar. Mara con su imaginación desbordante dijo que podíamos probar con una zanahoria, incluso con un plátano. La verdad es que resultó un poco áspero al principio, pero cuando los fluidos aparecieron la cosa fue mucho mejor.

Las dos nos desvirgamos mutuamente con una zanahoria. A Mara sin consecuencias, salvo un pequeño dolor cuando la punta rompió la telita. En mi caso fue bastante peor porque además de dolerme horrores, cuando me desvirgó a base de empujones, empecé sangrar y nos asustamos.

Nuestra primera experiencia con un chico fue juntas, aunque bastante frustrante. Escogimos al chulito de la clase pensando que debía ser un portento en el sexo solo con oírle pavonearse. Nos fuimos los tres a una zona apartada y detrás de una tapia nos dijo que nos bajáramos las bragas y empezó a tocarnos a las dos al mimo tiempo. Cuando se empalmó se la sacó de los pantalones y nos dijo que se la chupáramos, nos agachamos y fue Mara la primera en metérsela en boca. Con solo ponerle los labios alrededor del capullo y pasarle la lengua, el hijo de puta se corrió.

Mara escupió el semen con cara de asco y el chilito dijo que era culpa de ella que se hubiera corrido por la forma de chupársela. Fue imposible que volviera a ponérsele dura y eso que lo intentamos sin ningún resultado y para colmo no quiso ni tocarnos porque ya estaba saciado el imbécil. Le dejamos allí solo y nos fuimos a mi casa a ocuparnos entre nosotras y obtener lo que chaval había sido incapaz de darnos.

Empecé a los quince a salir con un chico de diecisiete. Cuando se lo conté a mi amiga me preguntó si ya había tenido sexo con él y le contesté que solo había estado dos veces con él y me había chupado los pechos, nada más. Dijo que le encantaría vernos la primera vez que tuviéramos sexo y a mí me daba cierta seguridad estar acompañada por ella.

Así fue mi primera experiencia sexual completa con un chico, se llamaba Lolo. Yo tumbada en la cama boca arriba y él sobre mí, apoyado con los brazos en la cama e incorporado para moverse mejor y llegar más dentro. Me la metió sin problema porque ya habían desfilado muchas hortalizas y estaba acostumbrada. Mara estaba de rodillas con las piernas abiertas a los lados de mi cabeza mientras se masturbaba. Lolo me la sacó antes de correrse y lo hizo sobre mi estómago, sentí el vacío dentro y Mara al darse cuenta de la falta de estímulo empezó a masturbarme y al inclinarse hacia delante puso el pubis delante mi cara.

Cuando el orgasmo ya no tenía vuelta atrás levanté la cabeza y chupé el coño a Mara. Lolo adelanto la pelvis y Mara se la metió en la boca. La dos nos corrimos al tiempo y el chico sin dar crédito a lo que estaba viendo se corrió de nuevo, esta vez en su boca.

Muchas fueron las tardes que disfrutamos las dos con Lolo, nos follaba a las dos con condón y aunque consiguiera hacernos felices, el último orgasmo siempre era entre nosotras, después se la chupábamos a modo de fin de fiesta. Entre besos nos disputábamos su semen a ver quién conseguía más cantidad.


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