Sentirse joven otra vez

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      Se miró al espejo y quedo sorprendida con el resultado. Se veía guapa, muy guapa y había llegado el momento de disfrutar de la vida. Hacía tanto tiempo que no se sentía así.

         Salió de casa y empezó a caminar por aquel laberinto de calles que tan familiar le resultaba. Se cruzó con una vecina que no le dirigió la palabra y eso le hizo sonreir. Ella nunca se había llevado muy bien con sus vecinos, la criticaban sin saber nada de nada, incluso habían discutido alguna vez. Eso sí,  siempre se saludaban por el que dirán. Otra cosa era lo que a buen seguro murmuraban amparados en el anonimato de sus casas. Volvió a sonreir, la noche prometía.

       Minutos después se paró frente a un garito bastante concurrido que conocía de oidas. Dudó, pero enseguida recordó que ahora todo era diferente y entró. El ambiente, la música, todo estaba bien.

- ¿Póngame un vermut con limón? - dijo al chico de la barra que se había acercado a atenderla.

Este dudó un rato. Pero enseguida respondió sonriendo.

- Enseguida te sirvo princesa.

Ella se ruborizó levemente con el cumplido.

Un joven, que no tendría más de veinticinco años se acercó a ella. 

- ¿Estás sola? ¿Eres nueva por aquí? ¿Cómo te llamas? - 

- Me llamo Marta - dijo mirando sin disimulo al varón que estaba tratando de ligar con ella.

Era guapo y tenía buen tipo. 

- ¿Bailamos? - Le propuso.

Ella dudó un instante. Aquel tipo iba demasiado deprisa.

       El chico se alejó unos pasos y Marta aprovechó para echarle un vistazo. Tenía un buen trasero. Le siguió.

      Ya, en lo que podría llamarse pista de baile, comenzaron a moverse al son de la música. El baile no era uno de los puntos fuertes de Marta, al menos no aquella manera de moverse, sin embargo, se veía joven y atractiva y toda esa seguridad que no había sentido en mucho tiempo obró el milagro.

- ¿Me acompañas? - le dijo el tipo un rato después.

- ¿A dónde quiere... quieres que te acompañe? - respondió ella algo molesta porque el tipo no paraba de mirarle el escote. Esta bien que de vez en cuando un hombre, con disimulo, se fije en tus senos... pero lo de aquel sujeto era excesivo, es como si ella no existiese.

- Bueno... ya sabes. - dijo mirándola a los ojos esta vez.

- No. - respondió Marta sin pensar.

     El tipo insistió. No se disculpó, si no que insistió como aquel que se cree único y seguro de conseguir todos sus caprichos.

- ¿Estás bien? - intervino un joven al que inmediatamente reconoció como el chico que la atendió en la barra. 

- Este joven me estaba proponiendo... pero esta todo bien... no estoy interesada en su oferta.

Marta miró al príncipe que acababa de salvarla. 

- ¿Cómo te llamas? - Le preguntó.

- Jose - respondió el aludido.

Ella le dijo su nombre y sonrió.

        La noche avanzaba. El joven que tenía frente a ella le hacía sentir bien. La conversación era agradable, sencilla. Jose era atractivo físicamente, pero sobre todo, intelectualmente, sabía mucho de historia, de arte y de música clásica... además, la hacía sentir especial. 

    De repente Marta se acordó de algo y miró su reloj. Ya era casi la hora. Había pasado mucho tiempo con ese muchacho y se había olvidado de uno de sus objetivos, irse a la cama con un hombre.

- ¿Te ocurre algo? - preguntó Jose con genuina preocupación.

    Marta le miró y sonrió, esta vez con tristeza. El objetivo no era tan importante después de todo.

- Eres el hombre perfecto, pero tengo que irme. Muchas gracias por esta noche. - le dijo.

- ¿Te vas? Esta bien... pero déjame que te acompañe.

- No hace falta, vivo cerca.

- Insisto, me sentiré más tranquilo.

Caminaron por las calles, él le tomó de la mano y ella, sintiendo el cosquilleo, volvió a sonreir.

- Desde aquí caminaré sola. - dijo al percatarse de que estaba muy cerca de su hogar.

- Sí, después de todo acabamos de conocernos. Lo entiendo.- respondió el joven.

- Adiós Jose.

- Ten, mi teléfono. - dijo él anotándolo rápidamente en una tarjeta.

    Marta tomó la tarjeta, logró contener a duras penas las lágrimas, le dió un beso en la mejilla y se alejó. 

      De vuelta a casa volvió a mirarse en el espejo y consultó el reloj. Quedaba una hora, podría haberle invitado a tomar el té... no, tendría que haber explicado muchas cosas. Ya había sido bastante egoista yendo a aquel sitio y gastando todo ese dinero para esto... podría haber hecho tantas cosas con ese dinero, haber ayudado a tanta gente... y lo único que había logrado es engañar a un joven por el que había llegado a sentir aprecio... pero lo suyo era imposible.

         El reloj marcó la hora acordada. Miró la tarjeta con el número de teléfono mientras las lágrimas resbalaban por un rostro muy diferente. 

Alzó la cabeza y el espejo reflejó la cara arrugada de una octogenaria.

****************

Nota: La fuente de la juventud es un tema que ha sido tratado en numerosas novelas, películas y series. Un tema que siempre me ha fascinado. Ir contra el tiempo, revertir su dirección, no sale gratis. Podría haber incluido este relato en otra categoría, fantasía, ciencia ficción,drama... pero opté por el amor y el romance, temas universales que no conocen fronteras. 


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