Zahira

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Desde hace tiempo mi amigo Hamed me viene invitando a ir a su casa familiar de Marruecos y siempre tengo alguna excusa para no ir, me da cierto reparo lo que puedo encontrarme allí. 

Es un hombre bueno con el que tengo una cierta confianza. Viene dedicándose a labores de limpieza y se defiende cómo puede para llevar aquí una vida digna. 

Es insistente y cómo suma buena disposición me coge con la guardia baja y me convence para pasar unos días de puente en la casa de sus padres en Marraquech. Me digo, son solo tres días, seguro que será una buena experiencia. 

Cuando llegamos nos encontramos que a la par nuestra se han presentado su hermana, su cuñado y una sobrina, todos venimos a darle una sorpresa a los padres y los ponemos en un verdadero aprieto. 

No saben cómo acomodarnos a todos. Es una vivienda pequeña con dos únicos dormitorios y tienen que habilitar el salón con colchones y mantas para que podamos dormir. Me siento verdaderamente mal, pero la actitud de todos es tan comprensiva y acogedora que no tengo por menos de agradecerla. 

Entro en buena disposición, cambio de actitud y me torno tolerante y amable, desviviéndome por ayudar y colaboro en todo. 

La vecina, una mujer mayor que vive con su nieta se interesa al vernos con tanto movimiento dentro de casa y enterada de la situación habla con la madre y le ofrece darnos un espacio dentro de la suya. No le es fácil convencerla porque ésta teme molestarlas sabiéndolas tan tranquilas. La mujer insiste hasta que por último lo consigue. La buena señora nos elige a Hamed y a mí, creyendo nos adaptaremos mejor. 

Primero cenamos en familia aprovechando los recursos con que cuentan, a los que sumo algunas viandas que compro en un bazar próximo. Todo resulta bastante mejor de lo esperado y nos sentimos contentos. Ellos no paran de hablar y de contarse anécdotas y yo les miro con interés pero no les entiendo y sigo mal sus relatos. Hamed me hace algunas aclaraciones y la hermana, que habla bien español, se le suma intentando que me sienta cómodo.

Cuando estamos terminando de cenar viene la nieta de la vecina y nos avisa de que todo está dispuesto en su casa. Es una joven de mirada esquiva y gesto servicial, a la que saludo con unas muestras de afecto que le complacen. 

Nos vamos con ella y al poco viene la hermana de Hamed con gesto rebelde, se ha enfadado con el marido y se viene con nosotros. Nos quedamos algo bloqueados porque la situación es un tanto anómala, máxime compartiendo una casa extraña. Está tan decidida que no nos cabe discutir al respecto, somos tres en vez de dos, nada más. 

La nieta se niega a dormir con la abuela, se hace un hueco en el salón y nosotros nos ajustamos en el otro dormitorio. 

Nos echamos sobre pieles y mantas, los dos hombres juntos y la hermana, en posición contraria (si nos estiramos podemos tocarnos los pies). El espacio resulta suficiente e incluso holgado. Antes de terminar de acoplarnos tocan en la puerta de la casa, es el marido, sale ella y tienen fuera una conversación acalorada. Cuando vuelve trae el gesto contrariado, no nos cuenta nada pero refunfuña para sus adentros.

Enseguida nos quedamos en quietud e intentamos dormir. Nos movemos buscando una posición adecuada y en un giro me encuentro con los pies de Zahira. Ella no los aparta y a partir de ese momento entramos en un juego perverso, como si no nos diéramos cuenta de los roces que iniciamos. 

Poco después el ronquido de Hamed nos advierte que ha conseguido traspasar la barrera y está ausente. Analizo la situación mientras intento visualizarla recordando su aspecto. Es mayor que Hamed, debe andar por los cuarenta largos, es hermosa, boca grande sensual y ojos penetrantes. Es ella la que lo inicia todo. La dejo hacer, pienso que quiere desquitarse conmigo el cabreo (poniéndole los cuernos). Se hace patente que está decidida, avanza sus piernas hacia mí, estamos vestidos y esto hace que me incite más. Tenemos las piernas entrecruzadas en clara predisposición a cualquier tipo de avance. Con su mano alcanza uno de mis pies, estamos descalzos. Lo acaricia con sus dedos delicadamente y comienzo a excitarme. Hago lo propio con los suyos y la sintonía es extraordinaria. Creo que debo ser yo quien me deslice hacia ella por ser su hueco mayor. Me manifiesto con gestos y nos entendemos a la perfección. Luego meto los dedos por debajo de su chilaba, no tiene las piernas bien rasuradas y cómo es consciente se contrae al tocárselas. Avanzo lo que resta hacia su posición y ella recupera su espacio anterior. Nuestras cinturas están a la misma altura pero en posición contraria. Puedo acceder a toda su intimidad pero me muestro prudente. Es ella de nuevo quien se aventura con más rapidez, me hurga en la cremallera y me la manosea por fuera. Espero encontrarle las bragas pero no lleva, de seguido noto su humedad, esta muy excitada. Intenta bajarme la cremallera y le cuesta. Tengo que ayudarle pero lo consigue. Da con la que busca y la airea, sigue acariciándola con las dos manos y se va emocionando. Aunque oigo roncar a Hamed no me fio y ando con cuidado. Se levanta la chilaba y tal como está se coloca encima mía, está muy acelerada y no cuenta mucho con su hermano, temo que le dé con su rodilla. La sujeto firme a la vez que siento cómo entro en ella, la tengo a tope y es demasiado, aguanto la respiración, Zahira, gime, está muy ansiosa y va a un ritmo endemoniado. Cada vez gime con más fuerza y el hermano comienza a moverse algo agitado. Le presiono las nalgas advirtiéndola pero no es capaz de parar, se corre con mucho aspaviento. Termina despertando a Hamed. Éste se sobresalta quedando con medio cuerpo levantado sin saber siquiera dónde está. Actúo con rapidez y le digo que he tenido una pesadilla, le pido disculpas y le digo que siga durmiendo. No se ha enterado de nada o se hace el despistado. Se vuelve a colocar de lado pero ya no sigue roncando y me hace pensar que no se dormirá como antes. Presumo que Zahira hubiera seguido un buen rato dándole arriba y abajo, pero ya no procede, así lo entiende y descabalga con cuidado. Me levanto a orinar y al pasar a oscuras por el lado de la joven le oigo respirar entrecortada, creo que nos ha oido y está excitada. A mi vuelta a la habitación ya tengo la impresión de que se masturba. Cuando me coloco en mi sitio me coge la mano Zahira advirtiéndome de lo que pasa fuera. Suma a su calentura la de la joven y la cosa vuelve a desmadrarse. Me quiere disfrutar, me la busca con la boca y en su ardor emite sonidos guturales que se suman a los de la nieta fuera de todo control. Estoy como un verraco. Zahira se me envaina de seguido y comienza a trotar desesperada. Ninguna parece preocupada por la abuela y Hamed.


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