Los becarios

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    Eran las 9:20 de la mañana de un día de finales de Junio. La luz del sol iluminaba la oficina de manera natural y por la ventana se colaba una brisa suave. La previsión meteorológica anunciaba un día de calor casi veraniego.

- Manuel. - dijo Julio dirigiéndose al nuevo fichaje. - ¿mañana es tu cumpleaños? -


A sus 45 años Julio, divorciado, era el director regional de una empresa. Contaba con cinco empleados y acababa de contratar a dos becarios en turno de mañana. 


- ¿Cuántos años? - intervino Sandra, una mujer que frisaba los 50 y se encargaba de la administración.


- 23. - respondió.


- ¡Qué joven! - dijo con algo de envidia mientras admiraba los brazos fibrosos del muchacho.


- Por cierto... ¿dónde está tu compañera Marta? - intervino de nuevo Julio.


- Creo que tenía médico y... - 


- Es cierto, me envió un mensaje ayer. Bueno...


El sonido de un móvil interrumpió el diálogo y el director atendió la llamada.


- Sí... ah, sí. Rocío ¿qué tal todo?... ¿cómo?, no no, es la primera noticia que tengo... por supuesto... lo miramos, sí,sí, no se preocupe la compensaremos.


- Manuel, ¿puedes venir a mi despacho por favor? - dijo Julio con tono serio nada más colgar.
Sandra percibió la tensión en el ambiente.


A los diez minutos la puerta del despacho se abrió y el becario regresó a su puesto, sacó el móvil y se puso a escribir.


- ¿Qué ha pasado? - susurró Sandra acercándose a su lado.


El joven levantó la cabeza.


- La hemos cagado.


****************


  Una chica de 24 años aguardaba su turno sentada en una silla de plástico cuando su móvil hizo el ruidito que anunciaba mensaje de whatsapp.


"Es Manuel, ¿qué querrá?" pensó un poco alarmada.


- Marta Villar - anunció la enfermera.


La becaria se levantó mientras leía el mensaje.


- Vienes por la vitamina B1 ¿verdad? - dijo una mujer que vestía bata blanca.


- Bájate los pantalones por favor. -


      Marta guardó el móvil en el bolso, se bajó los vaqueros y apoyó los codos en la mesa. No le preocupaba el pinchazo, no era el primero. Pero si le preocupaba, y mucho, el mensaje que acababa de recibir. Los nervios se apropiaron de su tripita y contrajo involuntariamente el trasero.


- Relájate, será un segundo. - dijo la enfermera notando la tensión de la paciente.


   mmMarta relajó el glúteo y recibió el picotazo. El líquido comenzó a entrar pero su mente, desde hacía algunos segundos, estaba a otra cosa.


****************
     Al bajar del suburbano, a pesar de la molestia en su nalga, medio correteando medio andando recorrió los quinientos metros que le separaban de la oficina. En el semáforo, sacó un pequeño frasquito de perfume y se echó unas gotas detrás de las orejas y en las muñecas.


La puerta estaba abierta, entró, dejó sus cosas en su puesto y siguiendo las indicaciones de Sandra, se metió con ella en el despacho donde ya aguardaba Manuel y el director.


Imitando a su compañero, guardó silencio mientras permanecía de pie. Su corazón latía con fuerza en parte por la caminata y una gota de sudor, juguetona, se deslizaba por su cuello.


Julio, con las manos en la espalda, caminó rodeando a los becarios que, a pesar de no levantar los ojos del suelo, se sentían observados por su superior. 


- Y bien... - dijo rompiendo el silencio. 


Marta levantó los ojos, tragó saliva y habló con valentía.


- Es culpa mía. - dijo


El director la miró con intensidad y exclamó.


- Tenemos que hablar. -


Y haciendo un gesto invitó a Sandra y Manuel a abandonar el despacho.


************************
- Necesito el trabajo. - dijo la muchacha.


- Y yo necesito estar seguro de que entiendes la gravedad de la situación. Debería despedirte. -
- Por favor. - imploró la becaria.


- Sabes. - intervino el director un minuto después. - Me ha impresionado tu honestidad y me ha gustado que no pusieses excusas. Pero... pero necesito la verdad, creo que Manuel tiene mucho que ver en el error... no me lo ha dicho directamente, pero sus gestos.


- No tengo nada que añadir. - intervino la joven.


Julio se levantó y abriendo la puerta llamó a Sandra.


- Verás, Marta no quiere contar lo que paso... yo creo que protege a Manuel. El caso es que tiene dos opciones, o dejar la empresa o confesar... 


- En eso puedo ayudar. -


- Bien, llévatela a la cocina y caliéntale el trasero con la cuchara de madera. Luego volvéis y hablamos.


- Vamos princesa. No te preocupes, no se lo contaremos a nadie.
****************


Veinte minutos después Sandra y Marta volvieron al despacho.


- ¿Y bien? - dijo Julio.


- Hecho, no me ha contado nada, pero se ha llevado una treintena de azotes.


El director miró a Marta.


- Bájate los pantalones. No es que no me fie de Sandra, pero... es mi deber comprobar in-situ que se siguen mis instrucciones.


La chica obedeció y por tercera vez ese día enseño el culo a desconocidos.


- Esta colorado, colorado. Bien, puedes vestirte. En cuanto al tema... respeto tu silencio. Tus compañeros tienen que estar orgullosos de alguien como tú. 


Marta salió del despacho contenta de que las sillas de la oficina fuesen acolchadas. Aun así... bueno, ya reposaría boca abajo en casa.


****************
Julio miró a Sandra y esta se acercó a él apoyando la mano sobre su oculto miembro. Estaba duro. Sin más preámbulos se inclinó sobre la mesa y aguardo a que las manos de su jefe, como en otras ocasiones, sobaran sus nalgas. Luego vendría el sexo por detrás que tanto le gustaba.
************


Por la tarde, aprovechando que todos menos Manuel se habían retirado a casa. Sandra habló con el muchacho revelando parte de lo que había pasado con su compañera.


- Me alegro de que no la hayan despedido. -


- Ya... - respondió Sandra mirándolo de una manera peculiar.


- ¿Quieres algo? - pregunto el chico.


- Sí. Quiero que te desnudes.


- ¿Por? -


- Porque eres un cobarde, porque te tengo cogido por los huevos y... y porque te deseo. Y el deseo es más fuerte que la decencia.


- Ya veo, me estás chantajeando.


- Llámalo como quieras.


     Mecánicamente Manuel se quitó camisa, pantalones y calcetines. Finalmente, tras un momento de duda, se bajó los calzoncillos y con ambas manos oculto su pene. Marta observó el cuerpo desnudo que tenía frente a ella y deslizando una mano bajo sus bragas soltó un gemido. Su sexo estaba húmedo de nuevo y aunque su jefe la ponía y esa mañana había gozado, la idea de meter mano a un varón tan joven y apuesto la excitaba sobremanera. No era amor, ni nada parecido, era lujuria, era esa sensación de poder que había experimentado al pegar en el culo a Marta.


- Vamos, no seas tímido y aparta las manos para que pueda ver tu mástil. Eso es... ahora inclínate y separa las nalgas para mí querido. 


El chico, muerto de vergüenza, accedió a la petición. 


De repente un dedo, sin avisar, se coló en su ano. 


- Te gusta que te metan el dedo. ¡Ay pero que culito más rico tienes! ¿Te gustaría ver el mio? Ven aquí anda y mete tu nariz. No te preocupes, si sale gas, piensa que es natural.


   El muchacho miró a Sandra. Treinta años los separaban. La situación era humillante y oler el trasero de esa mujer no se antojaba... y si eso era así, ¿Por qué su miembro palpitaba?


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