La nueva empleada y Julio

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      A Julio le gustaban las tetas de su nueva compañera de trabajo. No eran unos pechos grandes, pero sí interesantes a juzgar por la deliciosa manera en la que se marcaban bajo la camiseta.

    El día que Lucía, que así se llamaba la chica, pisó por primera vez la oficina para ser entrevistada, generó todo tipo de comentarios entre los empleados. La primera que habló de ella fue Lola, la secretaria. 

- Es muy guapa. - dijo.

      Un compañero de Carlos, que la vio durante unos segundos antes de que entrase en la sala, también dio su opinión.

- Esta muy buena. - resumió.

Cinco días después de la entrevista Lucía comenzó a trabajar en la empresa.

     Además de prestar atención a sus senos, Julio se sintió intrigado por su trasero. Lucía usaba pantalones amplios y faldas holgadas y no era sencillo dibujar el contorno de sus nalgas con claridad. 


    Un día, Julio coincidió con Lucía en la sala de reuniones, de hecho, ambos tenían que trabajar juntos en un proyecto. 

- Os dejo. Podéis quedaros en la sala y estudiar los detalles. - dijo su superior cerrando la puerta a su salida.

   La muchacha tenía el portátil con la presentación abierta. En un momento dado, levantó los ojos de la pantalla.

- Vienes y lo vemos. - dijo con voz neutra.

   Julio arrastró ruidosamente la silla sobre la que estaba sentado con algo de precipitación derramando parte del gua de un vaso de plástico que había sobre la mesa. "Cálmate, pareces un adolescente atacado." pensó lamentando su torpeza mientras cogía el cuaderno y un boli para tomar notas.

- Julio ¿verdad? yo soy Lucía. - dijo su compañera mientras el empleado tomaba asiento en la silla de al lado.

Además de atractiva, Lucía olía muy bien.

- Sí, soy Julio. Creo que no habíamos hablado antes, aunque ya sabía que eras Lucía... bueno, ya sabes, la nueva, todo el mundo se fija cuando vienen nuevos. -

Se estaba luciendo. 

    Lucía, por su parte, sonrió. Sabía de la fuerte atracción que ejercía sobre los hombres y también sobre algunas mujeres. Una vez había intimado con una chica, la verdad es que la muchacha le cayó muy bien y por complacerla o tal vez por curiosidad, se morreó con ella. Fue agradable, pero aquello no era para ella, prefería sin duda a los hombres. Julio no era su tipo físicamente hablando, pero había algo en él que le gustaba. Era torpe, pero atrevido y se veía a mil leguas que estaba coladito por ella. 

   Los tíos buenos le gustaban, ¿a quién no?, pero a veces le cansaba su arrogancia. Por contra, sabía que muchos hombres, la mayoría, la consideraban algo inalcanzable y de alguna manera, ese hecho afectaba en la relación que tenía con ellos que era todo salvo sincera. El caso es que entre unas cosas y otras, hacía meses que no se enrollaba con nadie y lo echaba de menos. Al final, por muy idealizada que la tuviesen, ella no era más que un ser humano en busca de calor.

- Interesante. - dijo en un susurro.

- ¿Perdón? decías - intervino Julio.

- Nada, bueno sí. Vamos a ver esto.

     Media hora después el proyecto estaba planteado, pero se necesitaba al menos una hora más para ir al detalle.

- Una cosa. ¿Tu podrías quedarte una hora o así después para terminar esto? - dijo Lucía.

     La verdad es que no sabía muy bien por qué había preguntado eso. Había tiempo y podían haberlo mirado mañana. Había sido, sí, sin duda sútil, pero inconscientemente quería algo más...

    Julio, que por supuesto no había captado la sutileza, dijo que sí casi sin pensar. Después de todo no le esperaba nadie en casa. Si su compañera quería ganarse el favor de sus jefes y en el fondo solo le estaba utilizando, bien estaba. Estar a su lado era ya un premio.

    El día transcurrió sin nada que reseñar y la mente de Julio, enfrascada en los asuntos del día, no se ocupó más del tema.

Todo cambió a las seis, cuando todo el mundo excepto la chica que olía bien dejó la oficina. Fuera había muchas nubes y poca luz y dentro solo la sala estaba iluminada y en ella, como en un sueño, Lucía.

De repente se sintió un poco más nervioso de lo habitual.

- Al fin solos. - dijo su compañera.

    El tragó saliva y notó como su pene crecía un poco bajo los pantalones. Seguramente la frase no significaba nada, pero el hecho era que estaba a solas en la sala con la tía más atractiva que se pueda imaginar.

Lucía sonrió. De repente le apetecía hacer algo como... sí, como besar a su compañero de trabajo y quizás... solo de pensarlo se ruborizó. 

Julio se sentó a su lado y se centraron en el plan o eso intentaron, ya que ninguno de los dos estaba a lo había que estar.

    Lo más seguro es que el hombre no le dijese nada, seguro que se moría de ganas por decirla algo. Por el rabillo del ojo le había pillado mirando al escote. Estaba un poco cansada y aburrida y la idea de que un varón la tocase en ese momento... 

Se decidió por la vía directa.

- No me centro. - resopló. - Oye, ¿me encuentras atractiva?

- ¿Perdón?

- ¿Que si soy tu tipo de chica?

Julio se quedó parado por la sorpresa.

- Sí... sí a las dos preguntas. - dijo unos segundos después notando un cosquilleo en la entrepierna. 

- ¿Te gustaría besarme? - preguntó Lucía notando como el calor subía por sus mejillas.

- Lo digo en serio... no sé, me apetece darte un beso. ¿Probamos? - dijo poniéndose en pie.

   Julio la imitó, se acercó a ella y se inclinó para besarla cerrando los ojos instintivamente. Durante un breve instante, pensó que en lugar de un beso recibiría un bofetón por atreverse a tocar aquellos labios, sin embargo nada de eso ocurrió y el beso fue correspondido.

- Abre la boca. - ordenó su compañera.

El obedeció.

    La lengua de Lucía buscó con avidez la de Julio, al tiempo que su mano acariciaba la espalda del varón. Este, copiando el gesto acarició la espalda de la muchacha. 

Cuando concluyó el beso, la chica apoyó la mano en las nalgas de Julio.

- Perdón, me apetecía tocarte el culo. 

    Julio asintió musitando un "no hay problema." mientras pensaba "puedes tocarme lo que quieras princesa."

     Acto seguido, Lucía se quitó la camiseta y se desabrochó el sujetador. Sus senos, perfectos, divinos, quedaron al aire.

- ¿Puedo tocarlos? - dijo Julio antes de saber lo que decía.

- No, no puedes. -

El hombre detuvo el movimiento de su brazo.

Lucía rio.

- Es broma. Claro que puedes, me he quitado la ropa para que me toques.

    Con infinita delicadeza Julio tocó las tetas de la empleada. Eran suaves, ¿a qué sabrían? Viendo que la mujer disfrutaba con las atenciones, empezó a jugar con los pezones mientras sacaba la punta de la lengua para relamerse los labios haciendo ruiditos.

- Chúpamelas - dijo Lucía con la voz tomada por el deseo.

Julio no se hizo de rogar.

Lucía arqueó la espalda entre gemidos.


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