Sueño húmedo

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Finalmente estamos tú y yo solos en una habitación. Estás tú de pie frente al espejo en ese vestido café. Te ves muy bien y decides tomarte una foto. Yo me acerco por detrás. Muevo tu cabello hacia un lado dejando libre una parte de tu cuello. ¿Qué perfume es? Hueles delicioso.  Te doy algunos besos y llego hasta tu hombro derecho. Con mis manos bajo las tiras del vestido y me dirijo a soltar el lazo de la cintura. Comienza a caer la tela. No hay nada más debajo. Levanto la mirada al espejo y veo tu reflejo, sin vestido, solo piel.

Ya no hay obstáculo entre tu piel y mis manos. Puedo sentir con las puntas de mis dedos lo suave que es tu cuerpo. Te rodeo por la cintura, subo a tus senos, los acaricio. Una mano sube a tu cuello y la otra va camino al ombligo. Lo pasa. Sigue bajando. Quiero besarte. Te doy vuelta con algo de prisa y me acerco a tu boca. Mi ropa también estorba. Nos deshacemos de ella; yo me encargo de la camisa y tú del pantalón. Te levanto; mis manos quedan en tus muslos y me rodeas con tus piernas. Nos seguimos besando.

Qué suave que son tus labios, que firmes tus piernas. Me rodeas con tus brazos, desordenas mi cabello. Haces una pausa y miras hacia abajo. Lo has sentido. Te muerdes un labio y me besas. Te sostienes de mí con una mano mientras con la otra pretendes inspeccionar dentro de mi ropa interior. Me siento sobre la cama y tú sigues encima mío. Al fin puedo acariciar libremente tus nalgas. Al fin puedo besar libremente tus senos. Me pierdo en ellos. Los acaricio, los beso; simplemente los disfruto. Muerdo tus pezones mientras levanto la mirada. Fallé en mi intención de cruzar miradas porque has cerrado los ojos. Jadeas también. 

Me empujas con tus manos en mi pecho y caigo sobre mi espalda. Tienes algo en mente. Creo saber qué es. Me gusta. Comienzas a bajar, pasas por mi abdomen. Te pones de pie al mismo tiempo que te deshaces de la última prenda que quedaba sobre mí. Ves mi erección. Sonríes como quien está a punto de hacer una travesura. Te diriges hacia ella. Pasas tus manos por mis piernas mientras te acercas a gatas. Tomas mi pene con una de tus manos. Lo besas suavemente hasta cubrirlo con tus labios. Recorres con ellos mi glande mientras tu lengua entra en acción. Que bien se siente. Lo sueltas y dejas libre el camino para meterlo en tu boca. Por completo.

Subes y bajas y yo ya siento el final de tu garganta. Escucho el reflejo que eso causa. Lo sacas para poder respirar y repites. Estoy al borde de la desesperación. Te tomo del pelo y te acerco a mí. Te beso con la pasión de un sediento al encontrar agua. Acomodo tus piernas junto a mi cuerpo. Tu abdomen está sobre el mío y estoy listo para entrar. Tu vagina arde. Estás caliente y húmeda. Te abrazo con fuerza y escucho tu primer gemido cerca de mi oído. Jadeamos como locos mientras te penetro. Siento tus senos presionados sobre mi pecho. Te abrazo más fuerte. Ahora dirijo mis manos a tus nalgas, las aprieto y las separo. Te levantas sobre tus brazos. Puedo ver tus pechos moviéndose. Me pierdo entre gemidos y el golpe de mi cadera contra la parte trasera de tus piernas. No me contengo y suelto una nalgada de esas que te he tenido guardadas.

Veo tu cuello fino y siento el deseo de rodearlo con mis manos. Lo hago. Sueltas un gemido que se ahoga mientras cierras los ojos. Dejas tu boca abierta y jadeas al mismo tiempo que me agarras por las muñecas. Ahora eres tú quien se mueve sobre mí. Presiono un poco más tu cuello. Eso te gusta porque aceleras. Y seguimos así.

Me siento y me acerco a ti. Te beso y muerdo tu cuello. Te levanto un poco y con la mayor agilidad que me es posible te tumbo sobre la cama. Acomodo tu cabeza sobre una almohada. Hay un brillo entre tus piernas por lo mojada que estás. No me aguanto y bajo allí. Recorro con mi lengua esos labios. Subo hasta tu clítoris y me entretengo con él. Tu espalda se curva, tu abdomen se levanta. Vuelves a jadear. Vuelvo a ti solo para morder tus labios y te penetro nuevamente. Sigues caliente. No paramos de gemir. Se notan las ganas que nos traíamos.

Pongo tus tobillos en mis hombros. Tus senos se bambolean al compás de nuestro encuentro. Tu cara de placer solo logra excitarme más. Nuevamente tomo tu cuello con mi mano y con mucha firmeza. Te falta un poco el aire, pero tu mirada denota placer. Siento la necesidad de ir más rápido. Más rápido. Más. Un sí entrecortado sale de tu boca y luego otro. Y otro. Y otro. Estamos sudorosos y demasiado excitados. No puedo parar. No existe poder humano que nos haga detenerlo.

Las respiraciones están aceleradas. Sigo encima tuyo y aunque siento cansancio necesito continuar. Se acerca. Acelero un poco más. Aprieto uno de tus senos con mucha fuerza y sueltas un gemido que me hace explotar. Dejo de pensar, solo siento. No sirvo para nada más que no sea penetrarte y disfrutar tu cuerpo. Estoy llegando. Escucho nuevamente tus “Sí” repetidos, los gritas. Gimes, jadeas, arqueas tu espalda. Tu cuello y tu pecho están rojos. También lo están tus mejillas. Cierras los ojos con fuerza y solo sueltas gritos ahogados. Una de tus manos agarra con fuerza la sábana. La otra aprieta duro mi muñeca. Cierras las piernas involuntariamente. Mi erección se pone más firme y siento bombear la base de mi pene. Voy a acabar. Sí, voy acabar. Me pego a ti. Mis brazos entran entre tu espalda y la cama. Te tomo por los hombros con fuerza al tiempo que clavas tus uñas en mi espalda. ¡Qué orgasmo tan intenso! Estoy acabando dentro de ti. Estoy llegando al cielo y cayendo una y otra vez. Escúchame. Son gemidos míos en tu oído. Estamos ardiendo. Jadeamos sin parar. Nuestros cuerpos son víctimas de espasmos involuntarios. Hemos llegado a la cima del placer. Y de pronto, la calma.

Despierto. Me falta el aliento. Tú no estás. Fue solamente un sueño que espero pronto hacer realidad.


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