Coincidencias

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1- EL CIENTÍFICO 

   ¡¡¡Eureka!!!, estalló el científico. Al fin, después de largos años de investigación e innumerables experimentos, había conseguido crear una consciencia artificial. Ahora solo le faltaba encontrarle un cuerpo, pero ¿masculino o femenino? 

2- LOS AYUDANTES 

Los dos hombres se mantenían alertas; la plaza estaba repleta de gente joven y a cada muchacha bonita que veían, como les recomendara el jefe, le sacaban una foto. 

3- EL CIENTÍFICO 

El científico examinó cada fotografía con detenimiento, separándolas en dos montones: uno correspondía a las que descartaba porque ninguna muchacha le gustaba, el otro, a las que sí. Después volvió a repetir una nueva clasificación, y otra y otra hasta que restó solo una fotografía. 

      Tráiganme a esta, les ordenó a los ayudantes. 

4- LA NOVIA 

La muchacha estaba sentada sola en un banco de la plaza, esperando al novio, cuando dos hombres se sentaron junto a ella, uno a cada lado. Ella, sospechando algo raro, atinó a levantarse, pero uno de ellos se lo impidió, agarrándola discretamente por un brazo, mientras el otro le pasó unas fotografías. 

   ¿Los conoces?, le preguntó. Ella examinó las fotografías, reconociendo a su hermanito de tres años, a su hermana mayor, a sus sobrinos y a sus padres. Confundida, levantó la vista, y preguntó a qué venía todo aquello. 

   Si no quieres que les pase nada malo, acompáñanos hasta el automóvil y todo va a salir bien, le dijo el otro. Ya en el vehículo los hombres la durmieron y volvieron al laboratorio. 

5- EL NOVIO 

El muchacho, hundido en el asiento del automóvil estacionado en la esquina, vigilaba a su novia que lo esperaba sentada en la plaza. Por sus celos incontrolables siempre estaba desconfiando de todo y de todos. Habían marcado para las siete, pero él había llegado media hora antes para cerciorarse de que venía sola o para pescarla in fraganti, si por acaso alguien la acompañaba. 

   ¡Maldita!, masculló, al tiempo que golpeaba las palmas de las manos en el volante, cuando vio a dos tipos que se sentaban uno a cada lado de su novia; y volvió a maldecirla cuando los tres se levantaron y se dirigieron al automóvil, estacionado en la vereda de enfrente, mientras ponía el suyo en marcha para seguirlos. 

6- LOS AYUDANTES 

Después de dejar a la muchacha tendida sobre la camilla, los ayudantes volvieron al salón y se pusieron a ver una partida de baloncesto por televisión. 

7- EL CIENTÍFICO 

El científico despojó a la muchacha de sus ropas y se dispuso a trabajar. 

8- EL NOVIO 

El novio estacionó cerca de la casa donde vio entrar el automóvil. Estaba indeciso, por un lado quería entrar con vehículo y todo y sorprenderlos con la mano en la masa para justificar el asesinato de los tres y por otro, temía echarlo todo a perder por su impetuosidad, no dándoles tiempo de empezar la farra y con ello brindarles una chance de inventar alguna disculpa que lo pusiera en ridículo. 

9- EL CIENTÍFICO 

El científico raspó una pequeña porción de cabello de la muchacha, hizo una pequeña incisión en el cuero cabelludo y retiró un centímetro cuadrado de casco craneal; luego de implantar el chip con la memoria artificial volvió a tapar el orificio e hizo los curativos correspondientes; finalmente, se quedó contemplando el cuerpo sedado sobre la camilla. 

10- EL NOVIO 

El novio todavía no se decidía ni a una cosa ni a la otra cuando vio por el retrovisor un entregador de pizza en bicicleta venir en su dirección. 

   Lo paró.

    ¿Cuánto por una pizza?, le preguntó. 

   No son para vender son para entregar, respondió el entregador. 

   Te doy cien verdes por todas las que llevas ahí, propuso el novio. 

   No puedo hacer eso, insistió el entregador. 

   Claro que puedes, dile a tu jefe que una pandilla te robó. ¿Qué te parece, te ganas cien "platas" fácil, fácil y de paso no te muelo los huesos ahora mismo? Hmm, ¿qué me dices? El entregador pensó un momento, sacó cuentas y concluyó que la disculpa tenía sentido; el dinero no le vendrían nada mal y, además, el tipo era más fuerte que él. 

   Ok, respondió, le pasó las tres pizzas, manoteó el billete de cien dólares y desapareció. 

11- LA NOVIA 

La consciencia despertó. 

   Hola, le dijo el científico. Ella miró, algo perturbada, al hombre que la observaba parado a su lado. No respondió nada. 

   Ven aquí para que veas el cuerpo que te conseguí, le dijo el científico, arrimando un espejo de tamaño natural cerca de ella. 

   ¿Qué te parece?, le preguntó. 

   Me gustó, respondió la consciencia, mientras observaba su cuerpo desnudo por todos los ángulos. 

12- LOS AYUDANTES 

El timbre sonó tres veces. Uno de los hombres fue a atender y cuando abrió la puerta vio a un joven parado sosteniendo tres cajas de pizza. 

   Acá está su pedido, le dijo el muchacho, que inmediatamente lo reconoció como siendo uno de los dos hombres en la plaza. 

   Aquí nadie ha hecho ningún pedido, está equivocado, respondió el hombre. 

   No puede ser, la dirección concuerda, insistió el novio. El hombre supuso que su jefe había hecho el pedido, entonces agarró las cajas. En ese instante vio algo plateado en una de las manos del muchacho. Tras el golpe en la cabeza se desplomó como una bolsa vacía. El muchacho agarró las cajas en el aire y siguió, puerta adentro, el sonido de un televisor encendido. El otro hombre estaba de espalda mirando la partida y así como estaba continuó después que la llave inglesa en la mano del muchacho le partió la cabeza. 

12- FINAL 

El científico contemplaba el hermoso cuerpo desnudo de la muchacha frente al espejo cuando alguien abrió la puerta bruscamente. Se dio vuelta, furioso por la interrupción, pero ya el desconocido bajaba su mano con algo plateado contra su cabeza. La muchacha inmediatamente se cubrió los senos y el pubis con las manos al tiempo que soltaba una exclamación aguda. 

   ¡Perra maldita! !Y encima con un viejo!, le gritó él, los ojos inyectados de sangre. Ella, en estado de shock, no supo que decir, apenas cerró los ojos. De pronto, un golpe en la cabeza apagó sus sentidos, por eso no sintió los otros golpes que el muchacho enceguecido por los celos le siguió dando, deshaciéndole el rostro hasta que se le acabaron las fuerzas. 


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