Asomado a la puerta de tu habitación

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Juan, en calzoncillos, se asomó con sigilo a la habitación donde dormía Paula.

Una cálida brisa veraniega, con olor a mar, se colaba por la ventana.

La joven se encontraba acostada de lado, de espaldas a la entrada, en ropa interior, las sábanas enroscadas de manera desordenada a la altura de las piernas. Su pelo recogido dejaba al descubierto, de manera sensual, el cuello. Juan siguió con deleite la línea de la espalda desnuda que concluía en el nacimiento de la rajita del culo. Por un instante, pensó en acercarse y tirar de las bragas descubriendo el trasero de la mujer. "¿Desearía ella eso o pensaría que estaba en manos de un vulgar pervertido?" 

************************

      La noche anterior había sido de lo más romántica. Cena sencilla en la terraza con un poco de vino y algunas risas. Conversación bajo la luz de la luna llena y de postre, beso en la boca. 

     Luego habían ido a la habitación de él y se habían acostado uno al lado del otro. Más besos y caricias. Ella le había sobado el trasero sin disimulo y él había hecho lo propio con sus tetas.

- ¿Nos quitamos la ropa? - propuso Juan

- Vale... pero hay mucha luz. - respondió Paula tras unos segundos de duda.

     Juan se levantó y apagó las luces. Luego enchufó una lámpara de noche y reguló la luz hasta que casi todo lo que se veía eran siluetas. 

- Gracias... Ven aquí. - dijo Paula satisfecha con la atmósfera.

     Sí, la noche había sido placentera y Juan todavía tenía fresco en su memoria el recuerdo de ese cuerpo cálido pegado a su piel, de esos pechos que había chupado con pasión provocando gemidos, de esas nalgas tiernas entre las que su dedo juguetón había hurgado descubriendo húmedos secretos de placer. Las manos de ella habían jugado con su miembro viril mientras se besaban y sin embargo... todo había acabado demasiado pronto para su gusto.

- Me voy a cama. -

- ¿Ya? - protestó el hombre.

Ella sonrió mientras se ponía la ropa interior.

     Después, ya solo en su habitación, con el olor de la piel de Paula todavía flotando en el ambiente, Juan se masturbó hasta que un chorro de semen puso placentero fin a su excitación.

************

       Ahora, contemplando el cuerpo semidesnudo a la luz del día, Juan volvió a sentir esa excitación. Quería volver a sentir el suave contacto de esa piel, besar esos labios, disfrutar del sabor de la boca femenina mientras sus lenguas se encontraban. Quería eso y mucho más, sí, quería formar parte de ella, penetrarla y sentir el latido de su pene mientras estaba dentro, notar ese escalofrío de placer recorriendo su cuerpo mientras percibía, de igual manera, la corriente que recorrería el cuerpo de su chica.

- Buenos días. -

Paula estaba despierta y le miraba con una sonrisa entre sensual y divertida. 

   Juan, pillado por sorpresa, se sobresaltó. De repente se dio cuenta de su situación, estaba allí, espiando a la mujer y con su cabeza llena de pensamientos sexuales. Se ruborizó violentamente, no solo su sonrisa estúpida le delataba, si no que bajo los calzoncillos, su pene había crecido y engordado y se había salido, asomando por un lado. Instintivamente, con cierta torpeza, trató de ocultarlo de nuevo bajo la ropa interior.

Paula se levantó de la cama y se acercó al chico. 

- Deja eso y bésame. -

Juan obedeció.


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