Su cuñada uróloga

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Llevaba una temporada orinando más de lo normal y le dijo a su mujer que tenía que ir al urólogo.

- Mi hermana es uróloga, pídele cita -sugirió ella.

- Ya sé que es uróloga, pero no me apetece que me atienda ella.

- ¿No te fías?

- No es eso, me da vergüenza.

- No seas crío, es una profesional.  Cuando te mire, olvida que es tu cuñada. Si quieres te acompaño.

- Prefiero ir solo, me apura menos.

Telefoneó a su cuñada, le contó el problema que tenía y ella le dio cita. en su consulta particular, junto a su vivienda.

Al día siguiente acudió puntual. La cuñada le esperaba. Habló un rato con él, le preguntó por los síntomas, le ofreció tomar algo para relajarse. Luego le pidió que se desnudara de cintura para abajo y que se inclinara sobre una camilla, poniendo las manos sobre ella.

Se oyó el ruido de la puerta de la vivienda, unos pasos y entraron las dos hijas de su cuñada, de veinte y veinticuatro años.

- Son enfermeras, como ya sabes, les he dicho que vengan para que aprendan, si no te importa.

El hombre ya estaba con los pantalones y el slip en el suelo.

- Me importa, pero es igual.

- Hola, tío -le saludaron sus sobrinas.

 

La cuñada se colocó unos guantes y se echó vaselina en las manos. 

- Relájate, casi no lo notarás- le indicó mientras le introducía un dedo en el ano.

Las sobrinas miraban atentamente, sonriendo, y una de ellas se dio cuenta de que el pene de su tío se inflamaba y ascendía.

- Mamá, el tío se ha empalmado -avisó.

La cuñada sacó el dedo del ano, se arrodilló delante de su cuñado y cogió el pene entre sus manos. Les dijo a sus hijas que le metieran el dedo en el ano a su tío y que tratasen de comprobar si la próstata era de tamaño normal.

Mientras ellas procedían, la cuñada le chupaba el pene con entusiasmo hasta logar que eyaculara profiriendo un largo gemido.

Las sobrinas se apartaron del tío, que se acostó de bruces sobre la camilla. Su cuñada fue a un pequeño lavabo de la consulta, se enjuagó la boca y luego se secó con una toalla.

- Te haré una receta porque tu próstata está algo inflamada. También te mandaré una radiografía- le dijo.

Luego, dirigiéndose a sus hijas, les preguntó si se habían dado cuenta de que la próstata era de tamaño algo mayor a lo normal. Ellas hicieron un gesto de no saberlo.

-Deberías intentarlo de nuevo si os deja vuestro tío.

Él no dijo nada, así que las dos jóvenes volvieron a hurgar en su ano hasta comprobar que su madre tenía razón.


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