UN SEÑOR DE BARCELONA

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¿Cómo iba yo a imaginar que mi elegante amigo llamado Leopoldo Puget con el que me hallaba aquella tarde al calor de un dorado y amable sol de otoño en la terraza de un bar del Ensanche barcelonés tomando una cerveza, fuese un descendiente en línea directa de un carismático "señor de Barcelona" llamado Rafael Puget que había inmortalizado el escritor catalán Josep Pla en un libro anecdótico en el que también se narra los recuerdos de las guerras carlistas, así como describe el ambiente de la Ciudad Condal de finales del siglo XlX y principios del XX.

- No se puede negar que tú has heredado este sello tan peculiar de tu antepasado - le dije yo a mi amigo Leopoldo.

- Bueno, bueno no será tanto...- respondió él con una falsa modestia.

- Sí que lo es sí. Al igual que existe el prototipo del "gentelman" en Londres, o el "bonvivan" parisino con sus características específicas que son genuinas del lugar en el que se vive, también se da el "señor de Barcelona". Estoy casi seguro que en la mayoría de ciudades del mundo siempre hay el típico personaje que forma parte del paisaje urbano como es en este caso - insistí yo.

- Ya, pero ahora todo ha cambiado. En la actualidad la gente se ha vuelto más prosaica y parece que estos sujetos están en vías de extinción.

- No del todo. Ya te he dicho que tú aunque de una manera inconsciente perteneces a este tipo de personas. ¿Tu familia no te ha contado lo que hacía este antepasado tuyo? - inquirí con curiosidad.

-Apenas me ha dicho nada. Ya sabes que con mi familia hablo muy poco del pasado.

-¡Ni del pasado, ni casi del presente! - dije yo riendo-. Soís tremendamente reservados e introvertidos. Para que lo sepas, parece ser que este Rafael Puget solía frecuentar algunos establecimientos muy renombrados en su época como eran  el Café Suizo, el Continental, o el Colón que eran establecimientos en los que él se reunía con sus amigos sea para tomar una copa o para almorzar. Y en algunos de ellos se celebraban tertulias de todo tipo que duraban hasta altas horas de la madrugada que bien pudieran ser sobre política, de literatura o de Arte y en todas de estas tertulias siempre había un miembro que tenía la voz cantante que era quien animaba al grupo, el cual era un auténtico Cicerón; un sujeto  enamorado de la palabra; de la dialéctica que hablaba con verdadera convicción y sabía de todos los temas. Por otra parte, tu pariente Rafael Puget frecuentaba el Ateneo barcelonés que siempre ha sido el templo de las letras catalanas de donde salieron grandes escritores ya que él se sentía muy vinculado a la cultura de esta ciudad, y por supuesto ffrecuentaba El Liceo.

- Sí, esto me consta. Mi pariente sabía vivir muy bien la vida - convino mi amigo Leopoldo.

- Justamente, en la época de este personaje existía el burgués industrial que estaba inscrito él y su familia en El Liceo donde acudían con regularidad a ver ópera. Y en los entreactos los señores industriales se reunían en "la sala de los fumadores" que era el lugar en el que se cerraban los grandes negocios.  Y  se cuenta que en uno de estos entreactos había un empresario que mirando con unos prismáticos a un palco determinado le comentó a su esposa: "Mira Enriqueta. Aquella joven tan guapa que está en el lado derecho de aquel palco, es la amante de nuestro amigo Amadeo Roquetas. "¿Ah si? Pues me gusta más la nuestra. La amante que tú tienes". - le respondió su esposa con toda la naturalidad del mundo.

- ¡Sí! jajaja. Y es que en aquel tiempo la mayoría de los señores industriales tenían a sus amantes. Ellos sentían un gran respeto por la institución familiar; y podían querer a sus mujeres, pero a la vez tenían amantes con las que daban vía libre a sus manías eróticas; cosa que con sus santas y puritanas esposas no lo podían hacer- dijo  Leopoldo jocosamente-. Esto ellas lo sabían, y hacían la vista gorda, porque así las dejaban tranquilas por las noches.

- Un señor de Barcelona como Rafael Puget, era esencialmente un hombre de un temperamento moderado; pues para él el saber guardar las formas; el sentido de la estética tanto exteriormente como en su trato con los demás  era algo primordial. "No hay que ser sólo elegante, sino que también hay parecerlo" - decía-. Por eso era un sujeto afable, pero sin ninguna vehemencia dado que rozaba el estoicismo.  Y como era un hombre muy práctico ante un conflicto familiar siempre estaba dispuesto a negociar para conservar la buena reputación de los suyos; pero odiaba la demagogia de los políticos que a su juicio perjudicaba a sus intereses. Yo estoy convencido que este tan autosuficiente como plácido talante era una consecuencia del clima templado que se enseñorea en la ciudad. Sin embargo este "señor de Barcelona" también podía ser un redomado egoísta con los derechos sciales de los trabajadores de su empresa, porque pensaba que éstos le querían arrebatar sus posesiones de las que dependía su prestigio social.  Para el hombre burgués de la época de tu antepasado, la clase trabajadora era un medio para seguir produciendo pero como a personas que eran los ignoraban completamente y por eso como ya sabrás, se producían terribles revoluciones sociales.

- Pues en general, yo me siento bastante igual a cómo era este "señor de Barcelona" - dijo mi amigo Lepoldo.

- Claro. Ya te lo he dicho. Porque es fácil que tengas los genes de tu antepasado Rafael Puget. Asimismo no hay que olvidar a la mujer genuinamente barcelonesa como lo fue la modelo publicitaria de los años 60 llamada Teresa Gimpera que era una dama muy guapa, muy expresiva y con una elegancia innata personal; casi parisina; aunque con un aire un tanto glacial.

- Si, pero en los tiempos tan revueltos que corren; tiempos en los que todo cambia con suma rapidez y en los que triunfa el más soez populismo, y que por supuesto ya nunca más se vivirá como antes puesto que como dijo el filósofo Heráclito uno ya no se puede bañar en las mismas aguas de un río, ¿qué sentido tiene ser un "señor de Barcelona" como lo fue mi pariente Rafael Puget? - cuestionó mi amigo Leopoldo.

- Ciertamente tú por ejemplo ya no puedes ser como era tu antepasado, porque evidentemente él pertenecía a un contexto histórico determinado que no es el tuyo. Rafael Puget había ido con sus amigos a presenciar una ejecución de un delincuente común en la cárcel Modelo como el que va a un espectáculo, y seguidamente se iba a hacer una comilona a un buen restaurante para agarrarse a su instinto vital. Esto hoy en día no lo haríamos. Todo evoluciona. Pero sí que es bueno mantener una cierta manera de ser del "señor de Barcelona" porque forma parte del espíritu de la ciudad.

- Ah, éso sí.

 

 


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