Mi estreno por Elzita putita

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Estrenándome. O: di las nalgas con cariño

Por Elzita Putita

Primer tiempo
Fue sin prisa, yo ya tenía 20 años y había pasado por varios novios sin perder el quinto, no los dejaba tomarse muchas libertades, manoseaditas, sí, pero nada más. Lo que yo no había calculado fue era la llegada a la ciudad dos años antes de lo que estoy contando, de un amigo cabrón que se me fue metiendo, y yo de pendeja lo fui dejando, fue poco a poco, primero comenzó con caricitas románticas, manitas y cosas así, besitos en los cachetes primero para pasar besitos en la boca. Y de los de toques de labios, a los de lenguas enredadas.

Unos meses después, comenzó a acercarse, poco a poco y el pendejo (¿Pendejo o pendeja?) muy suavemente comenzó a abrazarme y besarme, y a avanzar en las caricias, de los hombros y cintura, pasó a las caderas, y a las rodillas. Lo frenaba, y avanzaba, cada vez un poquito más.

Como nunca lo regresé al punto anterior, cada vez fue ganando terreno así fue yendo de caricias sobre la ropa, a acariciar las rodillas, y a los muslos, y del cuello a los hombros.

Hasta que el necio llegó a mis pezones y nalgas. El tamal le costó algo más de tiempo, pero un buen día finalmente metió los dedos.
¡Y descubrí que era riiiicccooo!! Y mantuve la regla: “Terreno tocado, terreno ganado” El baboso también lo entendió así, y no paró.
Aprendí que mi mamá salía y al rato, llegaba el cuzco de mi amiguito a meterme la mano por todos lados. Dejé de ver telenovelas, en cambio, aprendí a ser manoseada, alisada, besada y chupada en pezones, muslos, nalgas y siempre se “resbalaba” a la chucha para terminar.
No lo dejaba cogerme, pero en esas transas, aprendí también a agarrarle la verga, y sentirla dura y latiendo, loca para metérseme.

Segundo tiempo
Finalmente un bello día, nos encontramos sin decir nada. Poco después entramos a… ¡un motel! Yo ya sabía que motel es para joder, no para dormir.
Me quedé quieta, sin decir nada, entramos al cuarto y comenzó la agarradera. Esta vez me quedé callada, aceptando toda la cachondeada y manoseándolo. Sin decir nada dejé que me quitara todo, menos los calzones.

Cuando nos pasamos a la cama le dije.
¡No me voy a quitar las pantis!
No respondió nada y ya acostados, dos minutos después estábamos desnudos y yo sin reclamar. Era la primera vez.
Pensando en no dejarlo metérmela, me acosté de bruces, sin dejarlo meterme el nabo.
No reclamó, metió los dedos por mi raja como estábamos acostumbrados y con lo caliente que estaba, me hizo tener mi primera venida.
Sin detenerse, y aprovechando mi “muerte chiquita” de nuevo intentó montarme, pero fui más rápida y le puse una mano en el camino. Yo sabía que no me forzaría, y no lo hizo.
Lo que yo no esperaba fue lo que hizo:
-Cariño, estamos en un motel, encuerados y calientes, ya te veniste, estás mojadísima. Dame chance de venirme yo también.
Si… pero no en mí… Le dije que no, y etc. etc. Pero me volteó la tortilla, diciéndome:
-Corazón, o me vengo con la mano (tu mano), que no me hace feliz, o me dejas metértela por el chiquito…
-¡Por el chiquito, no! ¡Fuchii! Además, me va a doler… ¡noooo…!
Comencé a pensar si aceptar, o no. Sentía que, si no lo dejaba, me cogería a la fuerza, o se me iría… no me gustaban ninguna de esas opciones, pero… por otro lado, por mi edad, ya era tiempo. Además, ya sabía que solo era cuestión de oportunidad. Y esta era buena.          
Decidí aceptar, haciendo algo de tango.
-Bueeeno, pero ¿lo haces con cariño?, ¿que no me duela…?
Ni me respondió, con una mano me movía la perlita, manteniéndome caliente, muy caliente, me vine de nuevo. En cuanto eso, como ya lo había hecho varias veces en cines, lubricó los dedos con mis jugos, pasándolos suavemente del coño al culo, después, me metió un dedo, dos. Yo no sentía molestias, sentía sabroso. Sabía bien lo que estaba haciendo porque estaba de espaldas, con las piernas abiertas para facilitar, viéndolo nebulosamente.
-Mira, ya tienes tres dedos metidos, ese es el grueso de un palo. ¿Te incomoda?
-Siento ganas de ir al baño…
Me pidió que me colocara de a cuatro. Me puse como me pedía, sabiendo que le estaba poniendo las nalgas en bandeja. Y sentí como me metía despacito los dedos de nuevo… bueno… pensé que eran los dedos, hasta que me di cuenta de que me estaba agarrando las nalgas con las dos manos…
¡El cabrón ya me estaba metiendo el garrote por el culo! (¿Se dice “culiando”?)
Al pasar la sorpresa, comencé a sentir más sabroso. ¡Y así fue mi “estreno”!

Yo me sentía todavía virgencita… Bueno…virgen por delante y mártir por detrás)
No tardó mucho, en que estuviéramos cachondeándonos de nuevo. La diferencia en esta vez, es que ya no dije nada cuando me montó. Sin decir nada abrí las piernas y sin dudar me enculó de nuevo y ahora si lo gocé bien, me gustó y me vine. Ni pío dije.

Supe que me faltaban otros dos estrenos de palo, que no tardaron mucho. Unos días después, pensó que ya me dejaría por el coño… El cabrón tuvo razón… lo dejé.

Y ahora sí al cogerme por la concha ¡ya le había dado las nalgas! ¡Había entregado el quinto!

Con eso solo faltaba mamar, que no tardó mucho. Y conocer otras vergas que fue algo después.
Pero esas experiencias no me hicieron olvidar de cuando esta pendeja se dejó meter la reata por primera vez… por el culo…


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