La magia del cine

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Quisiera hablar un poco de mí. Me llamo Juanjo, soy de Salamanca y desde siempre, el cine ha sido mi vicio y mi pasión. Desde bien pequeño. Me acuerdo que me veía todas las películas de Disney que había por casa y algunas las volvía a ver cuatro o cinco veces, casi hasta me sabía los diálogos. A veces me gastaba todo el dinero que tenía para ir al cine a ver una película, y si no tenía, se lo robaba a mi madre. Me pillaba, si, pero al final, con el tiempo, me perdonaba.

Cuando había una boda, una comunión o un bautizo, yo siempre era el cámara. Además, les salía más barato que contratar a uno. Quedaba siempre con mis amigos para hacer películas caseras. Algunos de mis amigos eran actores de teatro del colegio, con lo que podía hacerlo. Ese fue el momento en el decidí estudiar cine.

Cuando terminé de hacer la ESO, hice un Ciclo Formativo de Grado Medio en el Instituto de Cine de Madrid. Al principio me costó un poco, ya que tuve que mudarme a Madrid, buscarme un apartamento baratillo y encargarme de todas las tareas de la casa. Creí que sería fácil, ahora ya entiendo a mi madre cuando me decía que la ayudara y no la hacía ni caso. Conseguí un trabajo como camarero para poder pagar los estudios y el apartamento. Era difícil, pero valió la pena.

El instituto no estaba nada mal. Había clases de grabación, interpretación, como escribir un guión, sonido, fotografía… Algunas clases me costaban un poco, como fotografía, pero por el resto no estaba nada mal. Tenía que aprobar fotografía de alguna manera, así que, me hice amigo de la lista de la clase de fotografía, que es lo que decían mis padres para que aprobara algo. Se llamaba Sonia Delgado, siempre levantaba la mano y lo decía bien, aprobaba todos los exámenes y en todos los trabajos se esforzaba al máximo.

Sonia me caía bien, muy pero que muy bien. Cada vez que había que hacer algo en pareja, siempre nos poníamos los dos. Y empecé a ver algo más en ella, algo más que una amistad.

Una vez, le pedí ir al cine. Ponían cine clásico en un cine cercano a mi casa. Esa noche ponían mi película favorita, Cinema paradiso. Cuando Sonia llegó y vio el cartel de la película, dijo que esa también era su película favorita. Ya lo tenía claro. Cuando terminó la película, le hice la pregunta que cualquiera querría oír un sí, pero me dijo que no, que solo como amigos.

Cuando llegamos a su casa, le dije que sería capaz de esperar todo el tiempo del mundo debajo de la ventana de su habitación hasta que oyera un sí. Saldría después de trabajar y me iría directamente a su casa, debajo de su ventana. La gente pensaría que era un acosador, ella seguro que no pensaba eso, porque salía en Cinema paradiso y entendía lo que significa.

Y así lo hice. Me quedé ahí, los días más fríos, los días más calurosos, llueva o granice, hubiera tormenta o no, naturalmente no estaba debajo de una árbol en una tormenta, pero siempre estuve ahí. Ella me veía por la ventana, pero ni me saludaba, solo se quedaba mirándome. Hasta que llegó un día que ya me cansé y decidí que al día siguiente no iría y me iría a trabajar y a hacer horas extras, para poder pagar el alquiler. Lo más extraño, es que Sonia vino, me dijo que estaba preocupada, y me dijo que por supuesto saldría conmigo.

En las vacaciones, se venía conmigo a Salamanca. Allí conoció a mis padres y a mis amigos. Iba a todos sitios con una cámara en la mano, grabando de todo. Para mí, los mejores momentos de nuestra relación, ya que los podía revivir.

A los 7 años de salir, le pedí que se casara conmigo. Me dijo que sí sin ninguna duda. La boda fue increíble. Nos casamos en una iglesia preciosa, ella estaba con un vestido precioso el banquete fue espectacular, la comida estaba de muerte y la música era buena. Especialmente nuestra música, la del baile de los novios, que pusimos Tema D’amore per nata de Ennio Morricone, la mejor canción del mundo.

Yo me dediqué a trabajar para la televisión y Sonia se dedicó a la fotografía. No eran gran cosa, pero daban para vivir. Al año de casarnos tuvimos a nuestro primer hijo, y a los tres años tuvimos otro niño.

De vez en cuando me apuntaba a concursos de cine independiente, pero casi siempre o quedaba finalista o no ganaba sencillamente. No me importaba.

40 años después, me diagnosticaron cáncer y me dijeron que me quedaba poco. Así que lo aproveché al máximo: estuve con mi mujer y mis hijos, me dediqué a hacer algún que otro montaje, hacer lo que siempre quise y nunca pude. Fue en eso momento cuando me di cuenta de que la vida es corta, y hay que aprovecharla. Así que me puse a trabajar en mis asuntos.

Una mañana tan tranquila, mi mujer se despertó antes que yo, lo peor fue que, no pude darle los buenos días. Me fui sin decirle adiós. Pero hice todo lo que tenía que hacer.

A los dos años de dejarles, Sonia encontró entre mis cosas un CD que ponía “Sonia”, buscó un DVD, metió el CD y le dio al PLAY.

En la pantalla aparecía un video mío diciendo lo siguiente:

Sonia:

Si estás viendo esto es probable que esté muerto. Fíjate, te estoy hablando desde el más allá. El caso es, que he hecho esta película para ti. Me ha costado tiempo, tiempo de no estar contigo y con nuestros hijos. Y pido perdón. Creo que fue Cicerón el que dijo: “La vida de los muertos está en la memoria de los vivos”, y tenía toda la razón. Por eso he hecho esta película, para que me recuerdes, para que nos recuerdes.

Si quieres que esté aquí ahora, tranquila, te esperaré todo el tiempo que haga falta. Sabes que puedo hacerlo.

Hasta luego.

El video fue lo que más le sorprendió. El video eran todos los momentos románticos que teníamos en los veranos con You’ll be in my heart de Phil Collins de fondo. El trozo del final, era el video de nuestra boda.

Ahora sabe que puedo aguantar la espera. Ya lo hice una vez. Lo puedo volver a hacer.


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