Los amigos de mi marido (2/2)

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Al siguiente sábado volvió a pasar lo mismo. Como yo no quería, me bañé y perfumé antes. Y me puse una ropita bien sexy ¡No quería, no quería esta putita!  Esos malvados embriagaron a mi marido y me cogieron de nuevo, solo que esta vez lo subieron a la recamara, cerraron la puerta y me cogieron en la sala, más o menos igual que la vez pasada, solo que esta vez, estando en la sala Martínez sentenció.
- ¡Mamacita, subimos a tu marido a la recámara porque te voy a romper el culo mientras Oscar te la mete en tu chochito, así que puedes gritar lo que quieras.
¡Pero licenciado, me va a matar con su vergota, tenga compasión de mí, usted tiene una vergota muy chingona y yo soy virgen por detrás, se lo suplico, no me vaya a destrozar mi colita, no sea así, por favor, ¡por atrás no, no¡  suplicaba yo sabiendo que de todas manera ese día me reventarían mi culito virgen.  

Me cogieron por todos lados hasta que Ortega me hizo montarme en su verga estando él acostado boca arriba y tomándome de la espalda me acostó sobre él haciendo que mi chiquito quedara expuesto para que su amigo lo perforara,

¡Deténgamela así licenciado para que le meta la mía! y con el palo del Ortega metido en mi conchita, Martínez me empezó a meter poco a poco la vergota en mi indefenso culito, el cual se cerraba inútilmente tratando de defenderse de ese descomunal invasor,

¡Por favor, no, no, no, ustedes nomás vienen a cogerme, emborrachan a mi marido y me hacen sus cosas, aayyy¡¡miren como me tienen ¡ensartada por mis dos hoyitos, aaayyy¡  no podía creer como estaba siendo cogida.

En mi panochita, Ortega me empujaba su palo hasta adentro mientras en mi adolorido culito Martínez ya me había metido casi la totalidad de su vergota. Ya no importaba, pasando la cabezota, ya había entrado toda.  Así se rozaban dentro, provocando oleadas de placer que desencadenaban orgasmo tras orgasmo, volviéndome loca y haciendo que mis lamentos se oyeran por toda la casa, este delicioso tormento duró hasta que se vinieron arrojándome chorros de semen. Mi culito, apretaba la vergota que lo invadía como si tratara de exprimir toda su leche.
¡Que bárbaros son! que cogida me han dado, ya me volvieron su puta, ya soy su puta, la puta de ustedes aaayyy¡

Decía yo tratando de recobrar la compostura y chorreando semen por mis hoyitos.
Cuando ambos se vestían los oí comentar que para la próxima vez traerían a otro más para cogerme mejor, que querían tenerme ensartada entre tres.

No dije nada porque la idea me empezaba a gustar, si, si ya me había dejado coger por ellos y me habían convertido en su puta, que mas daba darle las nalgas a otro.

Supe después  que en el trabajo ya se comenta que cuando él se emborracha, los amigos le meten la verga a su mujercita y que por eso los lleva a su casa, para que se la cojan.

Como sea, mientras tanto sigo siendo la puta de los amigos de mi marido.

Unos dos fines de semana después se repitió la fiesta, cumplieron su palabra, trajeron a otro, que ya sabía a qué venía. A cogerme.

Nuevamente emborracharon a mi marido y Ortega lo subió a la recámara.

En cuanto salió, Martínez comenzó a manosearme, a meterme en la mano por todos lados. Y yo lo dejaba. A propósito, abría las piernas y le facilitaba meterme los dedos por mi panochita. El nuevo amigo, Giménez, primero sólo me veía, admirando mi cuerpo, poco después comenzó a manosearme también, primero cuidadosamente me movía las chichitas. como distraídamente me desabotone la blusa dejando el sostén a la vista.

Martínez me subió la falda, y me bajó los calzones. Giménez me quitó la blusa y soltó el sostén.

¡Ya estaba lista su puta! ya sabía que me iban a coger por todos lados, y aceptaba contenta, ya me había gustado.

Cuando bajó Jiménez, me vio encuerada, bien cogida por Martínez.  Y Jiménez chupando los pechos.

Yo ya solo gemía y me empecé a venir, una y otra vez, caliente y puta al máximo.

¡Sí licenciado! ¡métame más su vergota! ¡métamela toda!, quiero sentir como me jode y me chinga!  ¡y quiero chupar esta otra vergota, que todavía no conozco. ya métamela, Giménez, ya la quiero mamar. Y la mamé…

Poco después Martínez me echó los mocos y se salió dejándole el lugar a Ortega, que enseguida me ensartó, sentía como me empujaba las tripas, me sacaban espasmo tras espasmo. Al llenarme la boca de leche, Giménez se hizo a un lado y Martínez me puso su macana para mamar.

Siguieron así por no sé cuánto tiempo turnándose para cogerme por la puta boca y el pinche coñito.

Algo más tarde volvieron a cachondearme los tres al mismo tiempo

¡Ayy licenciados!¡por favor no! ¿Voy a seguir siendo su perra? por favor no sigan… ¡yo sé que ya lo soy, pero déjenme parar, por favor!

No me dejaron seguir hablando Giménez se acostó diciendo:

Como yo soy el más nuevo con esta perra, déjenme cogérmela acostado. Los otros dos estuvieron de acuerdo. Ya con esa verga bien metida, Ortega se puso enfrente para llenarme la boquita con su carajo. Medio conseguí decir:

Nooo! Martínez por mi culito noooo…! tiene una vergota muy grande, todavía me arde de la vez pasada… ¡me lo va a reventar! No pude seguir, ya tenía la boca llena.

Igual no me hicieron caso, sentí como la macana fue entrando por mi agujerito hasta que sus huevos me rozaban las nalgas.

Que por cierto ya no fue tan difícil…

Y se empezaron a mover los tres, bueno los cuatro, yo creía que no quería, pero también movía el culo al ritmo de mis picadores.

Estaba llena de vergas metidas por todos mis agujeritos, sentía como me venía de calentura. Me vine no sé cuántas veces, les decía, o creo que les decía:

Ustedes son unos cabrones que abusan de su pinche perrita, sólo vienen a meterme sus palotes emborrachando a mi marido. Son unos cabrones hijos de su chingada madre. Solo se reían.

Y sí, sí lo fueron por todo el tiempo que se las dio su regalada gana, su re chingada gana. Y si, fui su puta contenta, todo el tiempo que quisieron.

Y por supuesto que no fueron los únicos… Se había corrido la voz… Y sí. Si era puta, muy puta, solo no lo había descubierto.


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