EL "PECADO" CONSUMISTA

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Hace unos cuántos años que fui invitado a almorzar al domicilio de una vieja conocida de cuarenta y tantos años llamada Griselda que estaba ubicado en la población San Adrián del Besos de la comarca de Barcelona, en el que también había un grupo de jóvenes pertenecientes a un determinado movimiento religioso que a su vez eran simpatizantes de la Teología de la Liberación que había nacido en los años 60 del siglo pasado en América Latina teniendo una especial relevancia en Brasil, la cual es una vertiente constituida por personas católicas de base y evangelistas, centrada esencialmente en los colectivos más pobres de aquella parte del mundo, por lo que muchos de estos sacerdotes abrazan el método marxista-materialista para solventar según ellos los problemas terrenales en todos los órdenes de los más necesitados. Dios no era una entidad celestial, sino que era la misma maltrecha sociedad que tenía que luchar para conseguir su cielo en el aquí y ahora.

Estábamos en los postres, cuando llegó al hogar de Griselda un fraile gabrielista llamado Lucas que era un hombre de baja de estatura con algunas canas, y daba clases de Ciencias en una escuela religiosa de aquella localidad que claramente pertenecía a dicha Teología de la Liberación. Por esta misma razón en el centro docente donde enseñaba no tan sólo estaba tan marginado por sus compañeros sino que también había estado duramente amonestado al igual que muchos otros prelados que practicaban aquella teología por sus superiores, ya que la Iglesia desde que se había erigido como una autoridad espiritual al ser legalizados los cristianos por el emperador romano Marco Aurelio en la Antigúedad, no había dejado de ser sumamente conservadora e inmovilista con sus dogmas y siempre de alguna manera se había arrimado al sol que más calienta, por lo que el amor al prójimo que solía predicar muchas veces brillaba por su ausencia y la injusticia social seguía expandiéndose con total impunidad.

- Acabo de leer un libro buenísimo que critica con dureza al consumo en el que está abocada esta sociedad. Y esto es un desastre moral - dijo todo ufano el fraile Lucas mientras tomaba una taza de café.

-¡Y tanto que sí! - corroboró Griselda que despreciaba a la vida mundana.

Todos los demás asintieron sin rechistar como si el fraile fuese un oráculo que estuviese en posesión de la verdad. Había que ser austero y no dejarse deslumbrar por esta sociedad tan frívola y consumista que todo lo basaba en caprichos innecesarios.

Sin embargo yo me sentí muy incómodo con aquel tópico de un montaraz y radical progresismo; pues me pareció que aquel grupo influenciado por el  fraile Lucas vivía en la luna. ¿Tan mala era la filosofía utilitarista de Stuart Mill, que era una consecuencia de la era industrial, que buscaba satisfacer las necesidades de todo tipo de una gran parte de la sociedad y que no sólo se beneficiasen de los mejores productos los económicamente más afortunados? Yo creo que no.

Por aquel entonces yo me dedicaba al comercio de venta al detalle de Confección de Caballero, y a pesar de que las absurdas modas en el vestir cambiaban de un día para otro frenéticamente para vender más, mi empresa vivía del consumo. En los años 60 había emigrado a mi tierra un sinfin de personas de cualquier parte de la Península Ibérica, sobre todo de las zonas rurales, a ganarse la vida en las fábricas y necesitaba vestir con decencia, y por lo tanto tenía que comprar. Mas para poder consumir primero se tiene que tener un trabajo que le permita a uno ganarse la vida con holgura para poder comprar lo que sea. Porque lo que está ocurriendo hoy en día es una sangrante contradicción. ¿Como se puede seguir en la rueda del consumo, si el mundo laboral está tan mal? ¿Si abundan los trabajos temporales con sueldos muy bajos mientras que los precios de las cosas suben cada vez más? Es el pez que se muerdde la cola; una burla de este estilo de vida hacia el hombre común.

 En la actualidad el consumismo que es la filosofía de la Ley del Mercado que se ha erigido como dueña y señora de nuestra sociedad con la ayuda de la engañosa publicidad se ha desbocado enormemente ya que dicha publicidad lo que pretende es sugestionar al espectador de los medios de comunicación creándole falsas necesidades de consumir productos y de comprar artículos que no necesita para nada. Sucedió que años atrás cuando la psicología conductista que se practicaba en Norteamérica, de acuerdo con el sistema capitalista que impera en aquel país se puso a disposición de éste tan pronto como se inventó la televisión. Así que el espectador que tiene la mirada fija en la pantalla y ha entrado en una fase mental de semiconsciencia; es decir está en un estado casi hipnótico en el que su conciente no está dispuesto a razonar o a analizar lo que se le ofrece, pero que su inconsciente está alerta como una antena parabólica, se le manipula a este con sugestiones una y otra vez para que adquiera tal artículo. Y otro tanto ocurre con los clichés de los partidos políticos. De ahí viene que se diga que a los politicos no les conviene en absoluto que la gente piense o que se instruya como es debido para que no pueda juzgar.

Por otra parte si el consumo es tan malo y hay que ser austero como decía el fraile Lucas y sus incondicionales seguidores ¿qué hay que hacer? ¿Seguir el régimen marxista que no acepta el estímulo de la iniciativa privada y que en los comercios haya poco donde elegir; así como los trabajadores al ser súbditos del Estado traten a los clientes sin ninguna consideración como han podido constatar los viajeros que han ido a estos paises comunistas pero que sin embargo los que son adictos a dicho régimen viven opíparamente bien? ¿Que no hay que gastar porque lo correcto es que los pobres son los buenos de la película mientras que los empresarios son los malos opresores? Está bien claro que este sistema marxista utiliza al obrero, para conseguir sus fines para luego fundar una élite de partido y olvidarse de dicho obrero.

Un rígido sistema, sea el neoliberal o el socialista, es susceptible de engendrar a un antisistema; a su contrario que vendría a ser otro sistema que como siempre se acaba por imponer al hombre de la calle, el cual le niega su razón de ser y de pensar. "Tú no te calientes la cabeza que ya lo hacemos nosotros por tí, y distraete con las bobadas que salen en la televisión" - se le sugiere.

Por todo ello yo me decanto por el principio aristotélico según el cual se peca por defecto o por exceso cuando la virtud está en el término medio. Esto significa que en la época actual hay que adquirir lo que objetivamente se necesita y no comprar compulsivamente; de igual modo como cuando vamos al cine elegimos el programa y no vamos a ver lo que nos echen sin más porque podemos aburrrirnos como una ostra y con la frustrante senación de haber tirado el dinero.

 

 

 

 


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