APUESTA

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Todo empezó viendo porno en internet con mi chico. El video que estábamos viendo trataba de unos tíos que ofrecían dinero a cambio de sexo a las chicas que abordaban en plena calle de Praga. Tenía subtítulos en inglés y como yo no sé hablarlo él me iba traduciendo los textos para enterarme de los argumentos que utilizaban para convencerlas.

Como era una película, siempre acababan convenciendo a alguna porque si no, no tendría sentido la filmación para una web porno. Al final siempre acababan convenciéndolas porque iban subiendo la cantidad que les iban a pagar hasta que cedían. Les ponían el dinero inicial en la mano y luego iban añadiendo billete a billete hasta que aceptaban. Algunas veces las engatusaban con hacer una sesión de fotos como modelos eróticas enseñando el cuerpo desnudo en actitud provocativa.

Estaba tocándole el culo a mi chico por dentro del pantalón cuando se me ocurrió desafiarle. ¿Sería capaz de convencer a una chica en la calle para tener sexo en nuestra casa?, solo le ponía una limitación y era que no podía ofrecer más de doscientos euros y yo lo grabaría haciéndome pasar por una profesional de una agencia de publicidad.

Al principio nos reímos imaginándonos donde buscar una chica y como se lo propondría. Cada vez nos picábamos más, yo decía que no era capaz y él que sí. Al final nos apostamos que el que perdiera haría una semana entera la cena de los dos y recogería la cocina. Cerramos el trato con un apretón de manos y nos fuimos a la cama a follar, que ver porno siempre tiene sus consecuencias.

Habíamos decidido que el sábado por la mañana era el mejor momento porque la gente aprovechaba para ir de compras sin demasiadas prisas. Seguro que encontrábamos a alguna chica que se había quedado con las ganas de comprar algún trapo por falta de dinero.

Cogí mi Cannon 700D, que además de fotos graba video con calidad aceptable, y nos fuimos a la zona comercial de la Puerta del Sol que queda cerca de casa. Les entró a varias y solo alguna aceptó hacerle caso para finalmente mandarnos poco menos que a tomar por culo, cuando escuchó la propuesta.

Yo le pinchaba diciéndole que se fuera preparando a hacerme la cena a partir del lunes y hasta el domingo, porque iba a fracasar. En esas estábamos cuando me dijo de entrarle a una que salía de un comercio de ropa. Nos acercamos y le preguntó si tenía un momento. Empezó a embaucarla con las mismas artimañas que los protagonistas de las pelis porno y la chica no se escandalizó demasiado.

Cuando llegamos al tema de si además de hacerla fotos la pagábamos por tener sexo con Enrique mientras yo lo grababa, la cosa cambió y dijo que no, sobre todo al escuchar la oferta límite de doscientos euros. Enrique desplegó toda sus artes de macho ibérico y la chica preguntó si yo también participaría o solo grabaría. Enrique le dijo que éramos profesionales y cada uno tenía su trabajo.

Me sorprendió cuando dijo que aceptaba y pensé que la muy zorra estaba deseando follarse a mi novio. No había vuelta atrás o perdería la apuesta y además había sido yo quien la propuso. De camino a casa nos contó que trabajaba de cajera en un centro comercial y empezaba su turno de cuatro horas a las seis de la tarde.

Llegamos a casa y nos sentamos en el salón. Enrique empezó a explicarla lo que quería de ella para las fotos, antes de grabar el polvo en video. La chica se desnudó y fue adoptando las poses que la iba pidiendo, como si fuera un director de arte, mientras yo la fotografiaba. Solo se mostró un poco reacia cuando le dijo que se abriera el sexo con los dedos y se acariciara, aunque al final lo hizo.

Enrique se acercó a ella y la cogió los pechos desnudos por detrás. Ella echó la cabeza hacia detrás y le dijo que la chupara el cuello. Le pasó la lengua al mismo tiempo que le apretaba los pezones. Se deshizo del abrazo y fue directamente a la entrepierna de mi chico, le bajó los pantalones y se metió la polla en la boca.

Enrique me miró como preguntándome que hacía. Le miré sin saber que contestar entre celosa, cabreada y excitada. Ante mi callada por respuesta, empezó a bombearla y ella empezó a gemir cuando le llegó a la garganta y tuvo una arcada, se retiró, volvió a metérsela y tuvo otra arcada. Convencido de no poder traspasar el tope de la garganta, optó por darla la vuelta y ponerla a cuatro patas sobre el sofá. Se la metió de golpe hasta que los huevos y la folló un par de veces antes de ponerle el pulgar en la entrada del culo y después de ponerle saliva. Metió el dedo de golpe hasta dentro y la otra empezó a menearse.

Yo sabía muy bien los estragos que es capaz de hacer ese dedo por experiencia. Sabía que era yo la única culpable de la situación, lo que no evitaba que me sintiera humillada al ceder lo que era mío para el placer de otra, delante de mis ojos. Cuando se corrió tuve que reprimir las lágrimas a punto de resbalar por las mejillas.

El cabrón de Enrique se la sacó y me la ofreció para que se la chupase. Le dije que se fuera a la mierda si pensaba que iba a chupar los jugos del coño de otra. Para remate, se corrió sobre sus nalgas y recogió su propia leche con la lengua para después dársela a chupar a aquella puta, exactamente lo que sabía que a mí me encantaba que me hiciera.

La chica pidió permiso para ir al baño y nos quedamos los dos callados en el salón. Cuando salió se despidió y Enrique la acompañó a la puerta. Justo antes de salir le dijo a mi novio que el lunes se veían en la oficina y que al final había sido divertido.

Me quedé perpleja al oírlo y furiosa esperé a que volviera al salón para pedirle explicaciones. Con cara de guasa me dijo que era una compañera de trabajo con la que se había acostado alguna vez antes de estar conmigo y lo habían preparado para no perder la apuesta y que pensaba contárselo después.

Me lancé contra él e intenté darle dos hostias, pero me frenó a tiempo. Ya más más calmada, me dijo que lo mirara por el lado bueno, no había perdido la apuesta y además teníamos los doscientos euros que su compañera me había devuelto para irnos a cenar esa noche.


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